miércoles, 28 de julio de 2010

Hipocresía y cinismo en la prohibición de los toros en Cataluña

Supongo que hoy habrá un buen número de blogs y páginas web hablando de la votación del parlamento catalán acerca de prohibir las corridas de toros en Cataluña. No es política habitual de esta bitácora ser redundante y hacerme eco de lo que ya es objeto de análisis en tropecientos sitios, pero en esta ocasión no he podido resistirme.

Empezaré situando el debate en sus justos términos, o al menos en los que deberían ser para quien le muevan razones éticas en el asunto taurino: no es cuestión de "toros sí vs toros no", no nos confundamos. La dicotomía correcta es "maltrato animal si, maltrato animal no". Si, permítaseme la oportuna metáfora, se hubiera querido agarrar el toro por los cuernos, ese hubiera sido el punto y no otro, pero lamentablemente parece haber otros conflictos en disputa que han contaminado la sustancia de la iniciativa, si es que no era mercancía averiada ya desde un principio.

La Inicitiva Legislativa Popular (ILP) que ha desembocado en la votación producida en el parlamento de Cataluña ha sido la culminación de una gran una chapuza, si no algo peor. Eso sí, democráticamente impecable, todo hay que decirlo, siguiendo escrupolosamente los tiempos y procesos legales establecidos, pero viciada de inicio en su esencia. Porque lo que persigue la ILP no es erradicar el maltrato animal en Cataluña, sino únicamente abolir las corridas de toros, sin tocar ni por asomo otros espectáculos como los correbous, conocidos también como toros embolados. En esta, aparentemente, ejemplar tradición practicada en distintos puntos de Cataluña a las reses les ensartan bolas de fuego en los cuernos para después soltarlos y, presos del pánico, soltarlos despavoridos para disfrute de los mozos del lugar, que juegan al pilla-pilla con el astado. Edificante en grado sumo, ¿a qué sí?

Hay diputados, de CiU y ERC, principales artífices del resultado de la votación, que quieren prohibir las corridas de toros al tiempo que intentan blindar los correbous legislación mediante. ¿Acaso los correbous no implican el maltrato del animal? ¿Quizá la res se planta ella sola las bolas de fuego en sus astas, que considera gratificantes por el calorcito que dan, para goce general de la muchedumbre? Argumentan sus defensores -y detractores de las corridas de toros- que están en contra de espectáculos que terminen con la muerte del toro, ergo si el astado no muere, la función ya sería de su grado, ¿no? ¿Por qué no han manejado la opción de portugalizar las corridas de toros, ya que en el país vecino las corridas acaban con el bicho saliendo por su propio pie, en lugar de apostar directamente por su prohibición? Y si ya no se parte del concepto de maltrato para condenar la tauromaquia sino del de muerte, entonces, ¿es admisible para ellos torturar al animal en un coso pero con el cuidado de no matarlo? Ignoro la respuesta de estos diputados, pero cuando se pierde la coherencia ya no se puede esperar honestidad intelectual.

En 1991 una iniciativa similar tuvo como consecuencia la abolición de las corridas de toros en las Islas Canarias. Pero no fue una maniobra para condenar a muerte los espectáculos taurinos sino una ley general de protección de los animales. Ese es el camino correcto, aunque en Canarias se dejaron en el tintero las peleas de gallos. Lo de Cataluña, y lo digo como defensor de legislar para impedir el maltrato impune a seres inferiores para divertimento cruel de unos descerebrados, es otra cosa, y bastante peor. No se puede hacer pedagogía social desde una posición tan acusadamente hipócrita. La ILP puede acabar suponiendo una seria estocada a la credibilidad del movimiento antitaurino, entendido este como parte de una corriente de pensamiento que intenta moverse dentro de marcados principios éticos y contribuir al progreso moral de la sociedad buscando erradicar prácticas indignas de seres humanos pensantes. Por ello, y como antitaurino que me declaro, como alguien contrario al martirio de animales para diversión del populacho pero que intenta mantener una posición de coherencia, abomino de lo ocurrido ayer en el parlamento catalán.

Esto se ha hecho mal, muy mal, y el cinismo con que se ha llevado va a terminar levantando ampollas. O se es congruente con el discurso de la dignidad y contrario el maltrato animal y lo prohibes TODO (salvo aquello que persiga un bien más elevado como la experimentación con ratas de laboratorio con fines médicos) o entonces se está cayendo en un enorme absurdo y se da pie a que cunda la sospecha, como está ocurriendo, de que hay más motivos identitarios y políticos que éticos detrás de toda esta jarana. Y se lo habrán ganado a pulso.

lunes, 26 de julio de 2010

El cine en casa, verano de 2010

Dado que la cercanía de las vacaciones derivará próximamente en una reducción drástica de la actividad del blog, buen momento es este para publicar entradas que ya tenía semi escritas pero no del todo completadas. Esta nueva entrega de El cine en casa es una de ellas, y figuran películas tanto de reciente visionado como otras que ví hace más tiempo pero cuyas impresiones no había recogido aún. Sirva para dar continuidad a la bitácora en una época en la que la desconexión de quien suscribe se avecina implacable.

The human centripede (2009). Esta película holandesa es uno de las más morbosos, retorcidos y bizarros ejemplos de lo que puede trasladar una mente humana al celuloide. A un par de sanotas y macizas turistas anglosajonas se les estropea el coche y el infortunio les lleva a pedir ayuda ("qué mala suerte", que diría la hiena Tristón) al científico loco más siniestro que podían encontrar en todo el continente europeo. Una vez secuestradas y en compañía de un tercer rehén de origen japonés, se disponen a formar un único ente cirugía mediante, ya que el mad doctor está necesitado de un animalito de compañía multipierna que le traiga el periódico por las mañanas. Afortunadamente, The human centripede (el ciempiés humano) huye de la tentación gore y se aferra a la claustrofobia, a la tensión y la angustia como bazas para atentar contra la estabilidad emocional del espectador. Una vez sumergido en la propuesta puede resultar de lo más perturbador, aunque haya algunos puntos que rocen el ridículo o que resulten involuntariamente cómicos. La composición del actor alemán Dieter Laser como cirujano narcisista y endiosado es quizá demasiado tópica, pero no por ello menos escalofriante. Para amantes de las rarezas que dejan con mal cuerpo.

El laberinto del fauno (2006). Mucho he tardado en visionar esta reciente y reputada producción española, pero por fin ha caído. Durante la posguerra española, desde un acuartelamiento militar situado en una región montañosa se intenta, o eso se infiere, acabar con un núcleo de resistencia que persiste en el lugar. Una niña recién llegada se erige en protagonista ya que para escapar de una existencia tormentosa (una madre embarazada y enferma, un cruel padrastro que es el oficial al mando y un futuro nada halagüeño), se entrega a una realidad onírica que en ningún momento se nos aclara si es verdadera o producto de su imaginación, ya que eso es tarea del espectador. Es cierto que en lo tocante al conflicto franquista la peli peca de maniquea, dibujando al personaje del militar interpretado por Sergi López como un sádico bestial, mientras que los maquis republicanos, encabezados por una valerosa Maribel Verdú, parecen la encarnación misma del bien y la abnegación. La vertiente onírica está bien conseguida, ofreciéndonos algunas criaturas bien caracterizadas que parecen salidas de videojuegos como Silent Hill, aunque detalles del tipo ¿por qué hace eso si sabe que no puede hacerlo? malogran algo esta faceta. Además, a mi entender hay abierta una brecha demasiado amplia entre lo que ocurre entre ambos mundos, pareciendo historias sin puntos de conexión. Pese a todo es una película recomendable.

Tu madre se ha comido a mi perro (Braindead, 1992). Bajo un estúpido título en español, el ahora afamado neozelandés Peter Jackson (la trilogía de los anillos) se convirtió hace casi dos décadas en en director fetiche de los adictos a los borbotones de sangre, las vísceras desparramadas y las arrebatadas amputaciones. Pero también de los que gustan de echarse unas carcajadas mientras la pantalla se tiñe de rojo. Todo en Braindead es una locura, todo es un exceso, pura desmesura. Desde el grotesco mono-rata detonante de la plaga zombi hasta cada uno de los detalles de la demente y lisérgica espiral de violencia que su irrupción desencadena. Mención especial merece el hilarante y travieso bebé zombi, pero también cabría acordarse del perro Fernando, de la pasión fornicadora a la que se entrega el cura una vez contagiado, la española Diana Peñalver llamando "Lainoooool" a su pretendido novio Lionel, la cabeza zombi atrapada en la taza del water... La carnicería final creo que ha debido tardar años en ser superada, si es que lo ha sido. Una de dos, o sabes a lo que te enfrentas, asumes las consecuencias y disfrutas de la función u olvídate de Braindead y ponte a ver una de Hugh Grant. O hay complicidad absoluta o no hay posibilidad de diversión.

Whiteout (2009). Confieso que el principal motivo para ver esta película fue el protagonismo de Kate Beckinsale, una actriz que auna talento y belleza pero que no termina de despuntar, ni en cuanto a popularidad ni en lo que a prestigio se refiere. Tal vez la culpa la tengan elecciones como Whiteout, un thriller de lo más descafeinado. En una base científica americana situada en la Antártida se va a proceder al desalojo ante la inminencia del invierno antártico, pero un súbito crimen y el hallazgo de un avión enterrado en la nieve retiene a nuestra chica (que es la máxima autoridad policial) hasta la resolución del caso. Como suelen decir los críticos, acción rutinaria, malos sin carisma, una trama que no engancha y hasta un nombre al que los amantes del cine fantástico tenemos especial aprecio, Tom Skerrit (Dallas en Alien, 1979), que no parece muy convencido de lo que hace convierten la cinta en un ejemplo de lo que no debe ser un thriller: sin acción, sin tensión y con una resolución final que sólo provoca indiferencia. Ni los primeros planos de la Beckinsale, que siempre se agradecen, salvan la función.

Antes de que el diablo sepa que has muerto (Before the Devil Knows You're Dead, 2007). Una gran sorpresa. Todo lo malo que dije de Whiteout debo revertirlo tratándose de esta cinta del veterano Sidney Lumet. Un elenco de altura compuesto por Phillip Seymour Hoffman, Ethan Hawke, Albert Finney y otra de mis debilidades, Marisa Tomei, que además enseña palmito generosamente, componen la que quizá fue una de las mejores películas de 2007. Un banquero próximo a la ruina propone a su hermano, un pobre pelagatos sin blanca, atracar el negocio familiar de sus propios padres para salvar la economía de ambos. Tienen un plan tan bien perjeñado para salir incólumes del trance que, como suele suceder, todo sale mal. A partir de ahí solo resta ver como los protagonistas se van cubriendo más de mierda con cada decisión que toman. Nadie sale bien parado en este film, salvo el espectador que sepa apreciar las buenas historias.

The cove (2009). The cove es la cala de la isla japonesa de Taji donde cada año mueren miles de delfines a manos de pescadores nipones. Las aguas teñidas de rojo de este lugar han recorrido varias veces los telediarios mientras los cetáceos, acorralados, mueren sin posibilidad de huida. Este documental, que muestra con toda su crudeza la crueldad de la masacre, está promovido por el entrenador de Flipper, delfín que se hizo famoso en los años 60 gracias a una famosa serie de TV, que además fue el principal impulsor de la industria de los delfinarios. Tiempo después, tras comprender el monstruo que había creado, comenzó a dedicar esfuerzos para denunciar las penosas condiciones en que estos animales viven en cautividad, esfuerzo culminado con el Oscar recibido por The Cove al mejor documental en 2009. Rodado casi en la clandestinidad debido al extremado celo de los habitantes de Taji, el trabajo aborda otras perspectivas, como el negocio que representa el comercio de carne de delfín como si fuera de ballena y la insalubridad de su consumo debido a su alta concentración de mercurio, o mostrando la incredulidad del resto de la población japonesa acerca de lo pasa en la isla. No se puede negar que el documental es muy militante, pero no por ello se puede dejar de admitir la pavorosa realidad que retrata.

Defensa (Deliverance, 1972). Me di el gustazo de revisitar este clásico de John Boorman en versión original y tengo que decir que, al contrario de otras pelis de la misma época y similar temática como Perros de paja, el tiempo no la ha tratado nada mal. Trajo polémica en su momento por su crudo y despiadado retrato de la América no ya profunda, sino subterránea, a la que se enfrentan cuatro urbanitas con ganas de sentir la adrenalina inundando sus venas. Su idea es bajar en canoa un río que dejará de ser salvaje por la inminente construcción de una presa, pero el salvajismo que encuentran no será el esperado y el instinto de supervivencia aflorará dejando a un lado complejos y aparcando dilemas éticos. Buen reparto, encabezado por dos valores de la época como Burt Reynolds y Jon Voight, buenas interpretaciones y buena presentación de personajes en una cinta más actual de lo que muchos quisiéramos.

Little Nicky (2000). Una comedia con Adam Sandler de protagonista no puede, a priori, ser algo demasiado bueno. De hecho, uno comienza sospechando que va a ver una de las peores sandeces del año... y al finalizar se encuentra con que ha disfrutado y se ha reido con la película como no podía sospechar. Nicky es el (aparente) hijo tonto de Satanás, el cual está pensando en retirarse. Finalmente cambia de idea y, despechados, sus otros dos malvados hijos, que esperaban heredar el reino de las tinieblas, deciden huir a la tierra y fundar allí su propio infierno, situación que Nicky recibirá el encargo de reconducir. La peli es una sucesión de gags escatológicos y políticamente incorrectos, unos más graciosos que otros, cierto es, pero cuenta con ideas ingeniosas y bien llevadas a término. En este caso, parte del doblaje, para quien soporte a Florentino Fernández, contribuye a que el cachondeo no decaiga y el desparrame de guión conduce a momentos verdaderamente antológicos, como mensaje satánico en el disco del pasteloso grupo Chicago o la aparición estelar al final del músico heavy Ozzy Osbourne. Sin duda, una cinta que ofenderá a los puristas de la comedia refinada pero que divertirá a quien la vea despojado de prejuicios y rodeado de colegas, cervezas y patatas fritas.

Los mundos de Coraline (Coraline, 2009). Película de animación en 3D, vendida como cine infantil pero que disfrutarán también los adultos y atemorizará a mas de un niño. Coraline es una niña solitaria que se ha mudado con sus padres, los cuales no le prestan demasiada atención, a un caserón donde hallará el paso a un mundo alternativo donde todos sus deseos infantiles se vuelven realidad. Lo malo es que tendrá que pagar un precio muy alto por disfrutar de esa infancia en apariencia perfecta, algo a lo que no está dispuesta. Película en la onda de Pesadilla antes de Navidad o La Novia cadáver (lo digo de oidas ya que no las he visto), en el sentido de ser un cuento para niños con una acusada vertiente gótico-siniestra, cuenta con una cuidada animación tridimensional y una historia fácil de entender por los críos pero gastando unas formas que, como digo, asustarán a los más sensibles.

viernes, 23 de julio de 2010

¿En qué lado de la cama duermes?

AVISO: esta entrada es una ida de olla personal de campeonato. Quien se adentre en ella que lo haga bajo su propia responsabilidad, ya que puede no interesarle en absoluto. Es solo que tengo la necesidad de dejar constancia de algo en lo que me he visto envuelto durante varios días de esta semana.


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Durante la semana me he visto involucrado en una discusión, debate, polémica o como queramos llamarlo, que parte de una pregunta tan simple y trivial como la que sigue:

¿En que lado de la cama duermes?

Una vez formulada esta cuestión las posturas, dentro del grupo de personas que en ese momento allí nos encontrábamos, se dividieron entre quienes pensaban directamente en el lado derecho de la cama, visualizando esta como un objeto que tiene su comienzo en el cabecero, su final en los pies y su “cara” en el lado del cabecero opuesto a la pared, y quienes nos situábamos de frente a los pies del catre para definir la derecha de la cama como la derecha del observador, nuestra derecha. Es decir, según como se procese la pregunta esta puede dar dos posibles respuestas.

Quien defendía la primera opción lo hacía, a mi entender, desde una posición absolutista. Su argumentación partía del convencimiento extremo de que
la información debe ser procesada de forma que nos resulte útil, y para ese fin se inventaron conceptos como izquierda y derecha, entre otros muchos. Según esta postura, la cama es un objeto con un lado derecho y un lado izquierdo claramente definidos que deben estar inequívocamente identificados por toda persona no disfuncional, y que no hacerlo así denota cierta “carencia” a la hora de tratar la información.

Por el contrario, yo aduje que es normal y natural que la información que un observador recibe la juzgue con referencia su propia persona, y de ahí que,
instintivamente, se haga coincidir la derecha o la izquierda de los objetos como las propias de uno. Sostuve que la información que recibimos depende siempre de la situación del observador, como ya postuló en su día Einstein: todo es relativo. Obtuve como respuesta que para que los datos que recibimos nos resulten útiles hay que ordenarlos buscando la simplicidad, y que simplificar siempre es la mejor opción para procesar lo cotidiano. Me sugirieron que mi forma de procesar la información en respuesta a la dichosa pregunta, compartida por más personas presentes, era peor ya que necesitaba más información de la que mis interlocutores necesitaban para responder a la misma cuestión y, por tanto, yo (y quienes se expresaban como yo) padecíamos algún tipo de tara que nos impedía ver la realidad sencilla de las cosas. Vamos, que nos complicábamos la vida mientras que nuestros oponentes iban directos como una flecha a la solución más fácil.

Por concretar, si a la pregunta arriba expuesta se contesta “el derecho”, con ese dato, según la postura que considero absolutista,
es suficiente para conocer la respuesta sin dudar. Sin embargo, quienes se respondan basándose en el punto de vista del observador tienen un problema.

Los conceptos de izquierda y derecha son, como ya he señalado más arriba, conceptos humanos. Los cosas no tienen según que cualidades hasta que nosotros se las otorgamos. La lógica nos dice, o nos podría orientar, sobre cual es el lado derecho de la cama vista esta como tradicionalmente se la imagina: apoyado el cabecero en la pared con un pequeño pasillo a ambos lados (¿realmente es algo tan implantado como para considerarlo un argumento absoluto?). Estaríamos ante un dato designado a fin de solucionar una pequeña parte de nuestro devenir cotidiano a través de la lógica y el sentido común,
pero no es este un problema de lógica, según mi parecer, sino de comunicación.

Cuando alguien pretende transmitir una información, la que sea, ha de intentar, si está en su interés que esa información llegue al mayor número de personas posible, evitar los mensajes confusos.
Dada la respuesta que tuvimos las diferentes personas a las que se nos presentó la cuestión y el debate que surgió, la respuesta que dieron mi oponentes es confusa. No es concluyente porque generó dudas en parte del pequeño grupo que allí se encontraba, mientras que alguno de los representantes de la opción absolutista se jactaba de que la simplicidad es la vía más rápida para comunicar, llegando a insinuar que, viendo cómo la conversación alcanzaba cada vez tintes más elevados, la filosofía no hacía otra cosa que complicarlo todo. A la vista estuvo que su parecer (la respuesta simplificada) no era el correcto, o al menos no siempre y rotundamente no en este caso.

Por el contrario, la respuesta como yo la daba (a la derecha según estoy de frente a la cama o tumbado boca arriba)
es inequívoca. No hay posibilidad de confusión porque todos podemos imaginarnos la escena y nadie ignora cual es su derecha o su izquierda (salvo los disléxicos). En cambio, contestando únicamente “el lado derecho” se crea la duda. ¿El derecho de la cama o el derecho del observador? ¿El derecho una vez tumbado o estando aún de pie? ¿Considerando como objeto principal de la escena a la cama o al observador?

Podemos poner como ejemplo de que los conceptos de izquierda y derecha son relativos en no pocas ocasiones el propio monitor que este momento estás mirando. Si te piden que pegues un post-it a la derecha del monitor, ¿en que lado lo pones? ¿A tu derecha o a la derecha de la pantalla considerando la parte que miras como su “cara”?
¿Se genera una respuesta automática e inequívoca o por el contrario surge la duda acerca de cual es la respuesta adecuada, cuando no se responde directamente en contra de la percepción absolutista de mis interlocutores, interpretando la derecha del monitor como “tu derecha”? ¿Alguien podría concluir que, de una muestra representariva de personas, la inmensa mayoría contestará en un sentido o en otro? ¿O acaso no es razonable presuponer que la duda cundirá en no pocos casos? Es decir, que de tres posibilidades (en un sentido, el opuesto y la duda) dos son contrarias a la postura absolutista.

Se me puso el ejemplo del código de circulación, de cómo está de bien definida la noción de izquierda y derecha para generar orden y de cómo de ahí surge una analogía para validar el absolutismo de estos conceptos. Pero tenemos algo que lo relativiza, y es algo tan cotidiano y familiar como la escritura. En Occidente se escribe de izquierda a derecha, y así lo hemos escuchado siempre.
Pero hablamos de nuestra izquierda y nuestra derecha, no las del papel, el cual carece de estos atributos hasta que alguien comienza a escribir sobre él. Del mismo modo, cuanto empleamos un teclado los caracteres aparecen en pantalla de (nuestra) izquierda a (nuestra) derecha, y expresarse teniendo al monitor como objeto principal de la escena, lo que daría lugar a decir que escribimos de derecha a izquierda, en lugar de a nosotros mismos es lo que, a todas luces, resulta anómalo. Por ello, es imposible concluir como remataba alguno de mis oponentes dialécticos que la izquierda y la derecha de la cama son términos absolutos: depende del punto de vista del observador, que es lo que defendí desde el principio.

Este sujeto, además, infería que una uniformización de reglas llevaría a un mayor orden y que relativizarlo todo conduce al caos. No se trata de relativizarlo todo; aunque Einstein demostrara que las cosas no son como las percibimos sino que están condicionadas por cómo las percibimos,
es cierto que la creación de reglas y el respeto a las mismas es necesaria para que las personas puedan vivir en sociedad (salvo para los anarquistas, supongo). Pero no se puede pretender que un esquema mental concreto, que lleva a mantener determinado orden sobre cosas que en absoluto están uniformizadas, debe ser norma general porque "su" lógica así se lo dicta, y si no es así es que algo falla en tu cabeza. Porque ese es el tipo de pensamiento que conduce a la despersonalización, a sometimiento del individuo y, en definitiva, a los totalitarismos de los que tan siniestras muestras hemos tenido durante el siglo pasado. Una sociedad así es una sociedad que no se hace preguntas y, por lo tanto, no avanza.

Pero como ya he dicho, no creo que sea un problema de lógica, sino de comunicación. Repitamos la pregunta:
¿En que lado de la cama duermes?
Responder solamente “en el derecho” genera confusión habida cuenta del razonamiento desarrollado y de la experiencia empírica, mientras que contestar "en el lado derecho según me tumbo boca arriba" es más específico y despeja cualquier duda. Así es si lo que se quiere es comunicar y tener éxito en la comunicación. Lo otro, junto con el razonamiento que mis oponentes le han asociado, es fruto de tratar a las personas como si de máquinas se tratase, las cuales han de responder de idéntica forma a estímulos idénticos, obviando el componente emocional de nuestra naturaleza y que tanto condiciona nuestra existencia.

miércoles, 21 de julio de 2010

Un poco de cachondeito veraniego

Bueno, estamos en verano, las vacaciones son inminentes así que es buen momento para posts de relleno como este. Siempre me he preguntado quien se dedica a confeccionar los videomontajes que pueblan Youtube, quien dispone de tanto tiempo libre. Pero algunos están ciertamente logrados, y especialmente cachondos me parecen los que se nutren de escenas cinematográficas o actuaciones musicales a las que se les cambia la banda sonora. He aquí algunos ejemplos:

Bon Jovi vs. Georgie Dann: La barbacoa.


Marilyn Manson y El Fary: Torito guapo.


The Beatles feat. El Koala: Opá, yo viazé un corrá.


John Travolta vs. Manolo Escobar: Mi carro.


Pero hay mucho más. Youtube es una mina.

viernes, 16 de julio de 2010

Los toros y el argumento del valor

El mundial de fútbol y sus postreros festejos ha eclipsado en gran medida otro de los eventos por excelencia del mes de julio en España, como son las fiestas de San Fermín. No es ello un obstáculo para volver a hablar de toros, en esta ocasión a rebufo de uno de los argumentos que algunos protaurinos suelen blandir para defender ese festejo sangriento y cruel que tanto les apasiona y enardece, y es el argumento del valor.

Algunos de esos protaurinos que conozco vienen a decir que ser torero implica una valentía intrínseca que no se puede menospreciar, más bien al contrario, y que ponerse frente a un bicharraco de 600 kg no es algo de lo que muchos seamos capaces (por fortuna, añado). Huelga decir que tal razonamiento ni suma ni resta, es una simple observación que, como me propongo demostrar, no tiene la menor utilidad para juzgar si media hora torturando a un animal hasta la muerte para solaz de una muchedumbre es o no propio de seres civilizados y pensantes.

Para ello recurriré a una analogía que muchos considerarán políticamente incorrecta, cuando no de mal gusto o incluso ofensiva, pero pienso que perfectamente válida para lo que intento explicar. Un terrorista que ejecuta un atentado asestando un tiro en la nuca a su víctima en la vía pública también requiere de una buena dosis de valor. La semejanza existe y, desde su punto de vista, el valor del terrorista reside en la exposición a que le ocurra algo para él indeseado, como es ser atrapado y, como consecuencia de ello, pasar un buen número de años en prisión. Insisto, desde su visión subjetiva, hay necesidad de hacer acopio de valor del mismo modo que, desde la visión subjetiva del torero, es indispensable una gran audacia y valentía para enfrentarse a una res que puede llevarle por delante como a un monigote.

Como a más de uno le habrá disgustado la comparación, que en modo alguno persigue poner en el mismo plano a toreros y terroristas (tengo más que claro este punto, así que espero que nadie le busque tres pies al gato), vayamos con otra analogía menos hiriente. Porque si hablamos de valor como sinónimo de exposición al riesgo, entonces un conductor kamikaze que enfila una autovía por uno de sus carriles en sentido contrario también es valiente; lo mismo pasa con un individuo que dispare un arma, apuntando a su cabeza con una sola bala en la recámara, tras hacer girar el tambor; y el mismo caso sería el de un sujeto saltando sobre la vía justo al paso del tren. En estos tres supuestos, seguro que el calificativo que nos viene a la cabeza para describir tales comportamientos no es el de “valiente”, sino uno mucho menos benévolo. Entonces, ¿por qué en el caso del torero sí es un argumento en su defensa?

Sencillamente, el argumento del valor no es un argumento, no al menos para defender que un individuo de, por lo general, bajo nivel cultural e intelectual se ensañe con un animal manifiestamente inferior hasta matarlo, para divertimento de un hervidero de exaltados. Incluso, ese valor del que presumen se ve reducido por el concienzudo entrenamiento previo con que el diestro salta al ruedo, lo cual restaría pureza a esa valentía que, desde su propia óptica, la faena requiere.

Renunciar a ese adiestramiento sería una temeridad, se me podría replicar, cuando no una estupidez. Pero entonces ¿a un conductor kamikaze le basta con practicar lo suficiente para dejar de ser considerado un insensato? ¿Durante cuanto tiempo hay que entrenar saltando frente al tren para que te consideren un valiente y no un inconsciente? ¿Un minucioso análisis probabilístico acerca del número de veces que te puede tocar la recámara cargada convierte al peligroso juego de la ruleta rusa en un noble arte? Para mí, todo entra en el mismo lote.

lunes, 12 de julio de 2010

El mundial lo gana quien sale en portada

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Hasta ahora, las portadas de los diarios referidos ofrecen la imagen más lógica, la del momento en que el capitán de la selección española levanta por primera vez la copa del mundo recién conseguida. Con independencia de que sean periódicos editados en Madrid, no creo difícil de entender que ese sea el momento cumbre, el punto álgido de la noche, el instante representativo de todo lo logrado y la instantánea que define lo conseguido. A mí que, desde luego, no se me puede tachar de madridista ni de nacionalista español, es lo que me parece.


Pero luego se mete la política de por medio y encontramos que el protagonista ha de ser otro, a ser posible alguien a quien se pueda asociar algún aspecto identitario propio del medio en cuestión:


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Vaya por delante que el pobre Andrés Iniesta es víctima inocente de la penosa utilización que de su imagen se hace con fines partidistas. Los más frescos incluso le atribuyen la práctica totalidad del triunfo (y eso que el chico es de Albacete, que bien les tiene que joder). Y no crean que solo son los periódicos catalanes. Los fotógrafos de algunos diarios vascos seguro que tuvieron que hacer alguna que otra pirueta (o escarbar entre el material de las agencias) para poder cazar al vasco Fernando Llorente (otra víctima involuntaria) en primer término y copa en mano para ofrecer a sus lectores una imagen con la que poderse identificar:


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Sí, señor@s. Una vez pasado el paréntesis del Mundial comprobamos como los males que aquejaban a casi toda la prensa generalista española siguen incólumes y sin la menor intención de desaparecer. Bienvenidos de nuevo a la España real.

Más portadas, aquí.

lunes, 5 de julio de 2010

Dias de fútbol, patriotismo y caspa

El Mundial de fútbol ha sacado al nacionalista que muchos llevan dentro. Las banderas españolas proliferan en ventanas y balcones, los bazares chinos se hinchan a vender estandartes rojigualdas y elásticas de la roja visten a cada vez a más paisanos. La fiebre patriótico-futbolera se está haciendo fuerte en los más diversos rincones de nuestra geografía, de tal modo que en cualquier momento veremos los colores nacionales inundando la plazas de lugares tan insospechados como Hernani o Guernika. Es lo que tiene el patriotismo, se aprovecha de la necesidad del individuo de pertenecer a la masa y el deseo de hacer coincidir su postura con la postura general. ¿Quién puede resistirse?

Yo, ingenuo de mí, pensaba que el patriotismo era otra cosa. Durante la
huelga de Metro que durante dos días dejó sin transporte suburbano a la ciudad de Madrid, las calles no desbordaban patriotismo precisamente. En este conflicto, del cual la autoridad -en este caso la CAM- fue la detonante al vulnerar la ley que le obliga a renegociar bilateralmente el convenio colectivo antes de tocar sueldos, los trabajadores huelguistas ha sido señalado por muchos usuarios como únicos responsables del daño que se les causaba. Pocos, muy pocos han sentido interés por enterarse del fondo de la cuestión, por conocer quien fue el primero en saltarse la ley y lo grave que es que desde la administración pública se siente precedente en lo referido a triturar convenios (se puede leer un acertado análisis de la cuestión aquí).

Patriota viene de patria, y una patria supuestamente engloba a quienes la pueblan.
De hecho, debería ser lo principal y el sentimiento de solidaridad debería hacerse ver entre compatriotas. Pero dudo mucho que quienes, orgullosos ellos, enarbolan banderitas en demostración de lo mucho que aman a su país movieran un solo dedo si supieran que los derechos de personas con las que comparten tierra están a punto de ser pisoteados desde el poder. Ni por un momento pienso que esos patriotas tengan en mente hacer el menor sacrificio para paliar cualquier abuso del que otros conciudadanos sean víctimas. No, desde luego, si ello supone que el ayudado va seguir ganando más, va a mantener un mejor nivel de vida o mejores condiciones de trabajo. La envidia, dicen, es el pecado capital genérico de éste país y frente a los intereses individuales no hay patriotismo que valga, este queda encerrado dentro de la propia piel o en el reducido círculo personal. Y si ese posicionamiento entraña un cuestionamiento de las propias ideas al derivarse de él un enfrentamiento con aquellos a los que te liga un vínculo electoral, se mira para otro lado. El cainismo más casposo es otra de las lacras endémicas que caracteriza a nuestra querida España.

Lo que se está viviendo estos días en nuestras calles y plazas ya fue descrito a la perfección por el filósofo Arthur Schopenhauer hace casi un par de siglos:
El que posee méritos personales relevantes advertirá con toda claridad los defectos de su nación, ya que los tendrá siempre a la vista. Pero el pobre idiota que no tiene nada de lo que pudiera enorgullecerse se agarra al último discurso: estar orgulloso de la nación a la que pertenece. Eso lo alivia y, agradecido, se mostrará dispuesto a defender con uñas y dientes todas las taras y necedades propias de su nación.
No pretendo insultar a nadie que distrute con los éxitos de la selección española, ni aguar la fiesta con una sobredosis de razón a quien, quizá, encuentre en este Mundial su único motivo de alegría en unos difíciles tiempos de crisis. Solo intento extraer algunas conclusiones del fenómeno que estos días veo extendido a todo lo largo y ancho de la geografía nacional. La primera es que la crisis no debe ser tan dura como la pintan si los españoles salen tan rápidamente del estado de depresión presupuesto a quien vive sumido en tan tremenda dificultad. Lo mismo podemos decir de la capacidad de convocatoria que, en las calles españolas, tienen las celebraciones por los triunfos en Suráfrica; es la envidia de las asociaciones que protestan por los recortes sociales que últimamente ha vivido España. Pero eso sí, no pidamos comprensión y aún menos empatía hacia quienes sufren los problemas que aquejan al país, en gran medida potenciados por su clase dirigente: para eso el patriotismo se va de vacaciones y evita dar la cara. Pan y circo llaman a lo que estamos viviendo; no debe faltar tanto pan si el circo goza de tanto éxito. El opio del pueblo lo denominan otros; entonces gran parte del país debe estar fumado.

Argumentos futbolísticos

La selección española ha conseguido, con sus agónicos triunfos por la mínima, sepultar cualquier atisbo de espíritu crítico que pudiera quedar entre la ciudadanía patria aficionada al fútbol (legiones). Después de años y años criticando a Italia por su fútbol ramplón, rácano y conservador, pero útil para llegar lejos en las competiciones,
ahora el aficionado contempla encantado cómo esas cualidades, otrora deleznables, adornan al equipo de sus amores. ¿Importa? Por supuesto que no, ahora sólo importa ganar. España es la nueva Italia y su hinchada, la misma que vituperaba el fútbol transalpino, ahora se muestra encantada de encontrarse en semifinales de un Mundial con idénticas llamadas al bostezo como señas de identidad.

Si el fútbol es justo, Alemania nos debería dar un repaso el miércoles. No recuerdo en la historia reciente de los mundiales un equipo que fuera campeón sin merecerlo.
España no ha hecho lo suficiente para merecer el campeonato. Y por muchas banderitas que saquen sus hooligans y por mucha aparente unidad que demuestren, cada español seguirá a lo suyo cuando esto acabe y el individualismo seguirá ganando terreno. El sentimiento patriota que hoy sale eufórico a la calle volverá a caer en su letargo habitual y desviará la vista frente a las cosas realmente importantes.

Cine de 2021 que ha pasado por estos ojos

A continuación dejo un listado de las películas de 2021 que han visto estos ojitos, junto con un enlace a la reseña que dejé en Filmaffinity...