jueves, 20 de octubre de 2011

¿Dónde está el cadáver de ETA?

Se acabó ETA. O eso dicen entusiasmados políticos y medios. Más de 800 víctimas mortales, incontables heridos y afectados de diversa consideración, tanto física como psicológicamente. La sociedad vasca y española secuestrada por, supuestamente, unos ideales por los que valía la pena matar. Y matar a quien fuese; si un niño jugaba en la acera justo al paso de un convoy militar señalado como objetivo, ese niño estaba muerto, o mutilado. Al final, cualquiera podía morir a manos de esa pandilla de psicópatas, el simple hecho de caminar por la calle te convertía en víctima potencial.


Ayer leí el comunicado de ETA. Qué grandísima mierda. "Un sentido homenaje" para sus "compañeros" caidos dicen... Menuda basura. Continúan con sus lugares comunes, con la misma retórica de hace 30 años: sus pretensiones totalitarias (¿qué es, si no, el concepto de Euskal Herría?), la inmaculada concepción que tienen de sí mismos, la demonización sistemática del enemigo al que responsabilizan por completo del conflicto. Los términos en que ha sido redactado no suponen nada bueno, ya que la bestia rebela que los fundamentos que les llevaron a asesinar a más de 800 personas siguen plenamente vigentes.

De verdad, me gustaría ser más optimista, pero es de ETA de lo que hablamos. Estoy obligado como ciudadano amenazado que he sido a ser escéptico. Si establecemos paralelismos, siempre complicados, con el IRA, la banda terrorista irlandesa tardó años en confirmar su desarticulación tras los acuerdos de paz de 1997. Luego vino el atentado de Omagh perpetrado por el llamado IRA auténtico. Seamos cautos y aprendamos de lo que hemos visto en el cine: nunca hay que dar por muerto al malo de la película hasta ver el cadáver. En el mismo día hemos visto del de Gadafi. ¿Dónde está el de ETA?

miércoles, 12 de octubre de 2011

El cine en casa, nueva entrega

Tras una temporada en la que apenas veía cine, vuelvo por donde solía y anuncio mi reconciliación con el séptimo arte. Por supuesto, en casa.

Código fuente (Source code, 2011). Esta película norteamericana ha pasado un tanto desapercibida por nuestra cartelera, pero no por ello carece de interés. Ocurre que tiene un argumento similar a Origen (Inception, 2010) y quizá por eso haya despertado menor atención. La cosa va de un militar (Jake Gwyllenhal) cuya conciencia y recuerdos son implantados en otra persona del pasado, gracias a una revolucionaria tecnología, con el fin de evitar acontecimientos en el presente relacionados con el terrorismo. Como corresponde a este tipo de tramas, las paradojas espaciotemporales conforman el meollo del asunto, aunque no conviene entrar mucho en ellas para no descubrir los agujeros del guión y su falta de sentido. El pulso narrativo es correcto y te mantiene pegado a la silla sin que uno se sienta insultado, pero el final me parece alargado en exceso y con demasiado edulcorante. En definitiva, lo que tenemos en un refrito en el que caben desde Matrix hasta Atrapado en el tiempo pasando por OrigenJohnny cogió su fusil Doce Monos. Sí, las fusila todas, pero se las apaña para parecer un producto digno, planteando un dilema ético relativo a si, ante situaciones límite, deben prevalecer los intereses individuales o los colectivos, por dura que resulte la decisión.

Cisne negro (Black swan, 2010). Mucho se ha escrito y hablado sobre este film, y creo que tanto debate le ha perjudicado porque no creo que sea ni tan enrevesada como la cuentan ni tan psicotrópica como algunos afirmaron. El argumento es conocido: una bailarina de ballet sueña con el papel de su vida, para lo cual debe enfrentarse tanto a sus demonios particulares como a la rivalidad con una compañera recién llegada. La película podría encuadrarse dentro de la categoría de thriller psicológico, con momentos bastante góticos y oscuros, pero yo no la llamaría cuento de terror, como se ha llegado a definir. El mensaje principal reside en la busqueda de la perfección y las consecuencias que puede acarrear. Natalie Portman recibió un oscar por el papel protagonista, pero es cierto que esa expresión permanente de estar al borde del llanto llega a resultar un pelín cargante. Como digo, no es tan compleja como dicen, y es que a partir de El Sexto Sentido me da que los finales sorpresa dejaron de ser lo que eran.

Captifs (2010). Película francesa que incide en el peligro que comporta pulular por la ex Yugoslavia de la posguerra de los Balcanes. Una cooperante de las fuerzas de pacificación, que arrastra un trauma infantil relacionado con los perros, es secuestrada junto a su equipo por lo que se revela como una familia dedicada al noble arte del tráfico de órganos, y cuyos integrantes demuestran tener pocos escrúpulos a la hora de extirparlos. Tal argumento podría caer directamente en el saco gore sin más (aunque sangre, haberla hayla), pero por suerte esquiva la cuestión centrándose más en la angustia y la tensión que asalta a los protagonistas al intentar fugarse. Lo malo es que las escenas de mayor ansiedad no aportan nada nuevo, y son demasiado parecidas a otras de similar enjundia vistas en diferentes filmes (se me ocurren Hostel, Las colinas tienen ojosBreakdown). El trauma de la prota, que todo indicaba iba a ser la piedra angular de la peli, luego no tiene apenas relevancia, y el final además no es nada convincente. Se deja ver, pero está por debajo de la media.

Secuestrados (2011). Hay películas que uno está deseando ver terminar por la incomodidad que producen en el espectador. Funny Games podría ser el paradigma del cine moderno para estos casos, y es una gran noticia para el cine español que Secuestrados beba de esa fuente y con ello logre un producto decente, incluso brillante y, sobre todo, eficaz. Una familia bien, matrimonio e hija adolescente, se traslada a una urbanización en el campo; se disponen a pasar su primera noche en su nueva casa cuando tres asaltantes penetran violentamente en su morada y les exigen dinero. A partir de ahí las horas pasan entre la angustia y el miedo de saber que los atracadores están dispuestos a todo si no ven satisfechas sus demandas. El ritmo de Secuestrados
 está bien sostenido, retratando la situación como bien podría producirse en la vida real. Ese realismo es su mejor baza, y un acierto trasladarlo al espectador principalmente a través de la hija del matrimonio, interpretada por Manuela Vellés, y el estado de histeria que atraviesa casi durante todo el metraje. La mayor pega la veo en la resolución final, la cual quizá no satisfaga a todos por crudo y efectista en exceso. Pero sin duda esta es una de las mejores producciones españolas del año, a la altura de mucho de lo que a nuestras pantallas viene desde fuera.

La caverna maldita (The cave, 2005). Triste réplica usamericana de la británica The descent, en la que los tópicos se suceden uno tras otro, nada sorprende y cuyo final no es más que un pobre intento de posibilitar el nacimiento de una franquicia que, vistos los resultados, nunca tuvo opciones reales de fructificar. Un equipo de espeleosubmarinistas (sí, tal como suena) llega a las montañas de Rumanía (raro es que no sea la ex-Yugoslavia, aunque está claro que la Europa del este es un imán para el cine de terror moderno) para ser los primeros en explorar una inmensa cueva subacuática. En su interior descubrirán que la vida se ha desarrollado de una forma más que peculiar, en particular, siguiendo la máxima de Isabel Pantoja: "dientes, dientes, que es lo que les jode". Los miembros del equipo cumplen con los roles habituales del cine comercial usamericano, y ni siquiera las tomas subacuáticas merecen una mención especial por su espectacularidad visual, pese a que la ambientación está bastante conseguida. Por no mencionar que las criaturas subterráneas se saltan a la torera el principio darwinista de adaptación al entorno, si nos ponemos picajosos. Al final es otra peli más de bichos que se van comiendo uno a uno a los protas menos a los que todos esperan y que no da ningún miedo por lo previsible que es todo. El as en la manga del final se queda en meramente anecdótico ya que se produce cuando uno ha determinado que la película no pasa de mediocre.

Posesión (Possession, 1981). El valorado cineasta polaco Andrej Zulawski dirigió hace treinta años a unos jóvenes Sam Neill e Isabelle Adjani en esta esquizofrénica cinta de terror psicológico en un claro exponente de como lo que para unos es cine de culto puede para otros ser un coñazo infumable. El personaje de Neill vuelve a su casa de Berlin pre-caída del muro tras un viaje para encontrarse con que su mujer (Adjani) le ha puesto los cuernos. La circunstancia volverá le loco de celos y angustia, y más al saber que ella tiene intención de volver a pegársela, tal es el influjo que su amante ejerce sobre ella. La sorpresa llega cuando se conoce la naturaleza, poco humana, de dicho amante. Durante la película asistimos a una sucesión de violentas discusiones del matrimonio, que incluyen violencia física, y que están dominadas por un histrionismo y una sobreactuación fuera de lo común por parte de ambos actores. Hay un hijo de por medio, pero por momentos no parece que exista en la trama, estando cada uno de los padres acuciado como está por sus propias pajas mentales. También hay escenas presuntamente desagradables, pero han pasado treinta años y no asustarán a ningún espectador medianamente avezado. Es de esas películas que, supuestamente, están cargadas de simbolismo, así que habrá quien no se entere de nada a menos que se estruje la sesera, y quien decida que no merece la pena el intento a juzgar por la retahíla de lo que percibirá como sin sentidos. Y para imágenes simbólicas, me quedo con una del final, en la que uno de los policías se agacha con el, aparente, único propósito de lucir... unos calcetines rosas. Que alguien me explique cual es su significado, si es que lo tiene.


Pà negre (2011). Triunfadora en los Goya y enviada a los USA para pelear por el Oscar, Pa negre es la última apuesta del cine español por hacer un producto con cierto contenido y profundidad. En un bosque catalán, durante la posguerra, se produce un crimen, y un niño se verá envuelto en las circunstancias que le rodean, lo que precipitará por las malas su paso a la madurez. El film nos habla de la responsabilidad de los adultos para con los niños y en la configuración de su código moral, a una edad en la que aún no están preparados para asimilar todo lo que conlleva. Retrata la dura vida de los payeses en la Cataluña de posguerra, no concediendo a ese escenario más protagonismo que el de marco donde se desarrollan trama y personajes. El diseño de producción y la escenografía están muy logrados, y a ratos se percibe la atmosfera malsana propia del cine de Agustí Villaronga (Tras el cristalEl mar...) con sus habituales e indisimuladas alusiones a la homosexualidad, la enfermedad y la demencia. También hay aspectos que no satisfacen, como la relación entre el niño Andreu y el joven enfermo al que alimenta, difusa y poco trabajada; o con la niña Nuria, cuya ira y rebeldía no acaban de transmitirse con la fuerza que hubieran requerido. Con todo, es una notable propuesta de un cine difícil que merece la atención que finalmente está recibiendo.

Ovejas asesinas (Black sheep, 2006). Producción neozelandesa en la que la comedia y el terror gore cabalgan juntos. En una granja se está experimentando con el ganado lanar con el desgraciado resultado de convertir a las ovejas en una suerte de zombis animales sedientos de sangre, las cuales salen a la caza de humanos con la ayuda involuntaria de un par de ecologistas ineptos. Para qué explicar más, ¿verdad? La mala leche y el humor negro intentan ser la baza principal de esta cinta, salpicada con mutilaciones y chorreos hemoglobínicos, pero por desgracia no logra mantener un ritmo aceptable y solo momentos puntuales logran arrancar la sonrisa al respetable. No aburre y se ve con simpatía (y desagrado para quien no le guste el gore) pero tampoco cumple todas las expectativas que, a priori, la idea inicial prometía.


X-Men. Primera generación (X-Men. First class, 2011). No tenía intención de volver con los X-Men. La tercera entrega de la saga ya me resultó plomiza, y el spin off de Lobezno me siguió pareciendo producto para adolescentes. No conecto con el cine basado en cómics a no ser que se aborde desde una perspectiva adulta, como pasó con Watchmen. Sin embargo, las buenas críticas me llevaron a echar un vistazo a lo último de los hombres X. No puedo decir que esté impresionado, pero tampoco avergonzado. Esta vez nos retrotraemos a los años sesenta, época en la que profesor Xavier aún podía caminar y una lucir frondosa cabellera, donde nos cuentan cómo los mutantes fueron conociéndose y cobrando conciencia de lo que suponen para el resto del mundo y para ellos mismos. En especial se han trabajado la relación entre Xavier y Magneto, su amistad inicial y la ruptura de la misma al descubrirse antagonistas. El peso de la trama recae sobre el segundo, interpretado por el alemán Michael Fassbender, actor que exhibe una notable presencia y carisma y que se lleva todo el protagonismo frente al resto del elenco. Cuando la cosa no va de Magneto la función decae, con eso está dicho todo, y en especial cuando es el malo, al que da vida Kevin Bacon, quien copa los planos, y cuyas escenas son las más aburridas por arquetípicas. Cine fantástico de entretenimiento que supera lo que venía ofreciendo esta saga.

lunes, 10 de octubre de 2011

La fiesta de los toros y su desprecio por la vida humana

Hace poco publiqué una entrada sobre la fiesta de los toros en la que aludí a un concepto poco manejado por quienes desean blandir argumentos frente al lobby taurino. La reciente y "escalofriante" (pese a lo cual no dejan de emitirla) cogida del diestro Juan José Padilla, el cual sufrirá secuelas de por vida en su rostro, me lleva a rescatar ese argumento y desarrollarlo un poco más.

Lo que venía a decir es que el mundo taurino asume como inevitables hechos como el sucedido en Zaragoza, así como cualquier otro en el que el torero sufra daño o incluso muera. Lo importante, parece ser, es que la fiesta siga su curso, y que el aficionado pueda disfrutar de ella, con independencia del goteo de víctimas humanas que se pueda ir produciendo en su desarrollo. Se dan por buenas y no parece importar que se produzcan, porque bien es cierto que se producen cada cierto tiempo. Quizá ocurre que al no ser algo cotidiano no provoca el impacto emocional suficiente para sacudir conciencias. O tal vez las conciencias están tan abotargadas que se vuelven incapaces de reconocer que el perjuicio por omisión no deja de ser perjuicio.

Hay protaurinos que se quejan de que los antitaurinos humanizan al toro. Es un argumento falaz, ya que lo que se pide, simplemente, es que se suprima la tortura del astado para disfrute de un coro de gañanes. La legislación que penaliza la violencia sobre mascotas no creo que busque humanizar a perros, gatos y otros animales domésticos. Lo mismo pasa con la que protege a especies salvajes con marcado valor ecológico. Son cosas distintas y nada tienen que ver.

Lo que yo digo es que los protaurinos, es evidente, cosifican al toro hasta convertirlo en una masa informe de carne para trinchar, pero, y es lo novedoso del argumento, también al torero. El matador es una pieza más del engranaje taurino, la más valiosa, qué duda cabe, pero sacrificable llegado un momento.

¿Hasta qué punto se valora realmente la vida del torero? ¿Se asume o no, con absoluta normalidad, que puede morir en la plaza sin que ello interfiera en el normal funcionamiento del negocio taurino? ¿Le importa eso al aficionado? Si a un degustador habitual de la tauromaquia le preguntaran si abogaría por la desaparición de su pasatiempo favorito a cambio de la vida de las próximas potenciales víctimas, dado que la muerte de toreros en el ruedo es un hecho estadístico, ¿qué creen ustedes que respondería? En efecto, lo más fácil es no hacerse la pregunta, así evitamos el dilema de tener que elegir entre la vida humana eventual y la diversión habitual.

No se trata de valorar la vida del torero, sino la vida humana en general. Antes o después caerá un diestro empitonado por un morlaco. El mundo del toro llorará, lo lamentará, pero a continuación volverá a programar la siguiente corrida. La estadística nos dice que tardará en ocurrir, pero ocurrirá, ya sea en un ruedo o en un encierro. ¿Son capaces los que defienden estos festejos de enfrentarse al hecho de que su diversión favorita le produce la muerte a personas, y que ellos alimentan esa dinámica? ¿Están facultados siquiera para plantearse algo como esto? ¿Acaso el divertimento de miles justifica pagar el precio de una sola vida, o es que la vida humana no les parece TAN importante?

sábado, 8 de octubre de 2011

Dream Theater, Within Temptation, Manchester Orchestra, Taking Back Sunday y Thrice, algo del rock de 2011

Seguidamente, paso a reseñar brevemente algunos de los discos que he estado escuchando últimamente y que han sido publicados a lo largo de este año que ya encara su último cuarto.


DREAM THEATER. "A dramatic turn of events"

Sin solución de continuidad, los neoyorkinos Dream Theater continúan con su ritmo de producción habitual dos años después de su anterior entrega. No dejaron que el abandono de uno de los fundadores y principales forjadores del carácter de la banda, el baterista Mike Portnoy, les afectara y, rápidamente, se hicieron con los servicios de Mike Mangini, presuntamente, baterísta más veloz del planeta. El resultado no puede achacarse a la nueva incorporación, o a la ausencia de alguien tan carismático como Portnoy.


Dream Theater llevan 25 años de carrera y que a estas alturas facturen discos de un perfil tirando a bajo no debe sorprender a nadie. Es el lógico desgaste de una banda que nos ha entregado momentos sublimes, inconmensurables. A dramatic turn of events es un disco simplemente correcto, digno, pero con pocos highlights. No es un disco que emocione, que ponga la piel de gallina. Images and words (1992) y Scenes from a memory (1998) son irrepetibles. El paso de tiempo se cobra su precio, no se puede repetir fórmula con tanta frecuencia sin generar algo de cansancio (aunque en su disco previo aún se podían encontrar joyas como The count of Tuscany). Pero esta vez las balas de gran calibre brillan por su ausencia en la recámara. Breaking all illusions sí nos acerca al éxtasis, pero solo a ratos durante su largo minutaje, como el estribillo de Build me up, break me down o el épico comienzo de Outcry. Son solo pinceladas, el cuadro completo hace que la nota final descienda.

El resto de canciones destila clasicismo y AOR; practicamente nada sorprende por su originalidad o personalidad. La guitarra de John Petrucci lo ejemplifica. Insiste en sus solos, punteos mil veces repetidos, pero escuchándole a veces uno cree estar oyendo a Neal Schon o Eric JohnsonMangini ha pagado el pato de la novatada, y sus nuevos camaradas han ahogado su batería en la mezcla. Quizá para sus ya ex-compañeros haya sido un alivio librarse del exuberante Mike Portnoy, pero se nota su ausencia. Tres baladas, por cierto, se me antojan demasiadas en un solo disco, y son en gran parte responsables del tono medio-bajo que preside la grabación. Quizá los DT sí necesitaban el parón que demandaba Portnoy.

A pesar de todo, se lleva anunciando el ocaso de Dream Theater 
desde comienzos de la década pasada, y ahí siguen. Todavía pueden volver a hacerlo, pero no ha sido ésta la ocasión. Esto es On the back of angels.






WITHIN TEMPTATION. The Unforgiving

Ví a estos holandeses en directo allá por 2003, siendo teloneros de Paradise Lost, cuando les conocíamos cuatro y el gato. De hecho, tuve conocimiento de su existencia a raíz de aquella actuación en la sala Caracol de Madrid donde presentaban Mother Earth (2001). Poco después ficharon por una discográfica grande y se convirtieron en estrellas, facturando discos que aunaban metal épico y grandilocuente con melodías pegadizas. Dos CD´s, The silent force The heart of everything les lanzaron al estrellato, dejando atrás un pasado ligado al doom-metal, aprovechando la brecha abierta por los usamericanos Evanescence.



A uno le daba por pensar que 2011 sería un buen año para, con motivo de su nuevo lanzamiento, explorar nuevos caminos y ahondar en la evolución de su música. Esperanza vana, The unforgiving, a pesar de una portada que abandona los tintes oscuros y góticos, lo cual sugería un cambio de rumbo, para acercarse a la estética de los videojuegos, vuelve a ofrecernos lo mismo de las dos entregas anteriores. Si acaso, se les nota más heavys, lo cual se evidencia en la abundancia de solos de guitarra, un aspecto casi inexplorado hasta la fecha en sus canciones, en una estética de videoclip más agresiva y en que Sharon den Adel se olvida de los gorgoritos para entregarse a una vocalización más propia de una banda de rock. Sin embargo, la esencia de su música sigue siendo la misma: una base de metal reforzada por apabullantes arreglos sinfónicos y melodías pop. Sin más complicaciones. Continuidad sin complejos. No digo que el disco no esté bien, porque de hecho se pasa en un suspiro, pero sí que las sucesivas escuchas los desvalorizan poco a poco, dejando el regusto de lo ya visto. Las concesiones al heavy están incluso en los poco imaginativos títulos, alusivos a tópicos del género, de algunas canciones (Shot in the darkIn the middle of the night...). Lo más brillante es Murder, tema vibrante y poderoso que se aleja algo de la tónica general. Pero aquí les dejo con esta imitación de HIM llamada Faster.

No hay código para pegar, así que pincha aquí para ver el vídeo.





MANCHESTER ORCHESTRA. Simple Math

Ni son de Manchester ni son una orquesta, aunque sí lei en una revista que este es uno de los grupos del momento. Después de escuchar su tercer disco no entiendo bien tanta espectación. Es una banda cuyos miembros lucen pintas de hippies de la América profunda, por muy contradictorio que suene, y su música es la suma de un rock años 70 tipo Free o Bad Company y los aires alternativos de DredgThe Verve y unas gotitas de Mogwai. Para colmo emplean unos arreglos de cuerda que me hicieron recordar a la ELO, ahí es nada. De Simple Math 
solo me quedaría con el corte que le da título, el más ampuloso y emotivo, dentro de un conjunto de temas donde dominan los medios tiempos y en el que se echa de falta algo más de chispa, empuje y profundidad. No es un disco recomendable para animar fiestas.

Tampoco hay código, así que pincha para ver y escuchar Simple Math.



TAKING BACK SUNDAY. Taking back sunday

El punk-rock no es de mis géneros preferidos, y lo escuchado en el último CD de Taking Back Sunday no me ha hecho cambiar de opinión. Vale que los puristas dicen que ya han superado su etapa punk y que ahora se han estandarizado en un rock más mainstream, pero me he molestado en escuchar Tell all your friends (2002), el que, dicen, es su obra cumbre, y no me ha hecho cambiar de parecer. El caso es que sí, este disco homónimo ya carece de esa rabia y velocidad típicas del punk y se nota más acomodado. Más cerca del llamado punk-pop de Fall Out Boy y similares, quizá no es más que una adaptación a los tiempos del AOR de los 70 y 80 (si este blog fuese más visitado me llovería de todo por decir esto). La actitud no sirve de mucho cuando la música aburre, es el problema de muchas formaciones que presumen de actitud punk.


Ídem Faith (When I let you down)


THRICE. Major/Minor

Thrice es uno de los más renombrados integrantes de la llamada escena post-hardcore. En su ya sexto disco han culminado un proceso de evolución en el que han ido dejando atrás la violencia y velocidad de sus inicios para dejar paso a un sonido más maduro y sobrio, aunque no es suficiente para que su música me seduzca. Su cantante tiene un tono de voz similar al de un Richard Patrick, mente maestra de Filter, aunque con menos carisma, y sus melodías, ásperas a pesar de la contención, carecen del toque melódico de unos ThursdayMajor/Minor no es un disco adictivo y solo las repetidas escuchas pueden hacer que uno penetre en sus recovecos. Otra cosa es que tenga la paciencia de esperar tanto. Esto abre su disco y se llama Yellow belly.





lunes, 3 de octubre de 2011

La chapucera prohibición de los toros en Cataluña ya cosecha resultados

Otra vez los toros a la palestra. Y, fieles a la cita, ahí están los filetes que nos metemos entre pecho y espalda, o los huevos que nos zampamos, procedentes de granjas avícolas donde las gallinas apenas ven la luz del sol, como argumentos que, parece, nos quitan la razón a los que nos declaramos antitaurinos. Tanto da, como si fuésemos favorables al sufrimiento animal innecesario solo porque consumimos carne. Menuda chorrada infantiloide. España, por cierto, ha sido merecidamente expedientada hace poco por la Comisión Europea, precisamente por no minimizar este sufrimiento en el momento del sacrificio. Será que causar daño gratuito al animal no es algo demasiado bien visto por la Europa más ilustrada.

España, en muchos aspectos, es un país aún  por civilizar. Y que los antitaurinos tengamos que ser vegetarianos para justificar nuestra postura ya es de traca verbenera. Las granjas o los mataderos, para información de quien defiende tales sandeces, no se convierten en un espectáculo de masas en el que dejan entrar a críos, los mismos que luego no pueden ver pelis de Tarantino en el cine (que es ficción), y en los que se vende violencia, masacre y ensañamiento con el débil como algo ante lo que hay que insensibilizarse. Quien disfruta viendo torturar y matar a un animal SOLO porque es inferior y carece de las facultades para responder a las agresiones en la misma medida que las recibe es que tiene algo trastocado en su arquitectura moral.

Sin embargo, en lo tocante a la prohibición de los toros en Cataluña hay matices que no se pueden omitir, porque eso es no contar toda la verdad, o al menos no es contar todo lo que concierne al hecho en cuestión. No voy a repetir lo que ya escribí en julio de 2010, no creo que haga falta. Pero quizá sea menester recordárselo a algún antitaurino despistado que parece pensar que cualquier camino es bueno si se consigue el objetivo. Si a uno le esconden un detalle sobre un asunto, o una intencionalidad a la hora de juzgarlo, para con ello obtener una postura más partidaria, cuando lo descubres, al menos a mí es lo que me ocurre, te entra el cabreo de saberte engañado, de percatarte del juego partidario en el que te han metido. Y puedes acabar reaccionando justo en contra de los intereses que te han intentado reclutar. Es por eso por lo que hay que hacer un análisis GLOBAL del tema, sin omitir detalles y matices por miedo a no conseguir adhesiones tan incondicionales como se pretende.

Cuando se persigue una meta que queremos sea percibida como noble, lo que no podemos es guardarnos cartas en la manga. En el caso de la tauromaquia, se pueden hacer aportes que pongan de manifiesto los argumentos de las dos partes enfrentadas, de forma que sea el oyente/lector el que saque sus propias conclusiones, o solo los que cargan las tintas sobre una sola postura, como parece que algunos antitaurinos consideran pertinente. Lo considero un grave error. Si todas las consecuciones valiosas van a ser al precio de quedar marcadas por la hipocresía y las malas artes, crecerá la idea de que esa es una buena manera de proceder, de que el fin justifica los medios. Si aceptamos ese juego, antes o después encontraremos un oponente con ganas de jugar según las mismas reglas, pero cuya arbitrariedad ya no nos sea tan favorable. Seguro que entonces ya no nos parece tan bien.

Que nadie se equivoque. La culpa de este nuevo enfrentamiento ciudadano es de los partidos que, pudiendo prohibir también los correbous mientras se cargaban las corridas, decidieron protegerlos. Podían haber sugerido la celebración de corridas incruentas, como en Portugal, pero desde el principio su intención era suprimir los toros como algo representativo de España. Yo los aborrezco, me parecen algo propio de mentalidades medivales, pero la intencionalidad política en su abolición me parece algo poco sujeto a dudas. Celebro que desaparezcan, pero soy consciente de que no se trata solo de vencer, sino de convencer, y que la hipocresía política que rodea a este asunto solo enconará posturas y dificultará los puntos de encuentro, algo perjudicial para la extensión del debate al resto del Estado a medio plazo. Pero claro, al político nacionalista lo que pase fuera de Cataluña se la pela. Es nacionalismo, es antiespañolismo, aunque sea penoso que lo español se tenga que vincular con una aberración salvaje como la tauromaquia.

Salvaje, incivilizada e inhumana. No es algo aludido con frecuencia, pero con tal de mantener el morbo del espectáculo, dentro de la fiesta se asume alguna que otra baja entre los matadores de cuando en cuando. La muerte de toreros en la plaza es un hecho estadístico. Hace tiempo escuché a alguien decir, con todo desparpajo y absoluta normalidad, que uno de los alicientes de ir a ver a José Tomás era la posibilidad de que el toro se lo llevara por delante, habida cuenta del riesgo que asume en su forma de torear. El morbo de ver una muerte en directo. ¿Hay o no hay motivos para pensar que sea una idea razonablemente generalizada? ¿Es eso propio de una sociedad sana? Es lo mismo que el caso del tristemente famoso toro Ratón: cuanta más violencia desata y más víctimas se cobra, más sube su cotización y más expectación levanta.

Pero ni aún así. La semana pasada me ví envuelto en un debate toros sí/toros no, en el que se aludió al... sufrimiento de las verduras transgénicas. Según escuché, el proceso que sufren vuelve estériles sus semillas. Es de lo más absurdo y surrealista que he escuchado entre el argumentario protaurino, además de incierto. Aunque, de largo, mi argumento favorito es el del supuesto valor del diestro, ese sujeto que, por lo general, no suele ser un dechado de dotes intelectuales. ¿Se puede ser realmente valiente cuando ni siquiera se es medianamente inteligente?

Cine de 2021 que ha pasado por estos ojos

A continuación dejo un listado de las películas de 2021 que han visto estos ojitos, junto con un enlace a la reseña que dejé en Filmaffinity...