La pasada noche fue noche de San Juan. Es tradicional que durante esa noche se prendan hogueras (en la playa, creo, ignoro si en otros lugares) y a su alrededor haya fiesta y jolgorio. También está extendida la costumbre de caminar descalzo sobre brasas ardientes, existiendo una especie de mística acerca de ello en el que las creencias religiosas juegan un papel importante.
Por supuesto, no hay nada sobrenatural en salir indemne de un paseo con los pies desnudos sobre brasas calientes. De hecho, la explicación es bien sencilla y bastan unas nociones de física básica para comprenderla. Las brasas, producto de los momentos finales de la combustión de madera o carbón, son malas conductoras del calor. Esto significa que para que el calor que despiden se transmita a un objeto que las toque el contacto debe tener una cierta continuidad. Si uno pasa rápidamente, con un contacto relámpago entre la planta de los pies y la fuente de calor (las brasas) a éste no le da tiempo de transmitirse a las extremidades del caminante. Así de sencillo.
Todos hemos visto en televisión alguna la estampa de personas caminando deprisa sobre las brasas, algunas cargando a otras, y luego exhibiendo sus pies incólumes. Si se fijan el paseo apenas dura unos pocos segundos (pero muy pocos), dependiendo de la longitud del recorrido. Los hay que aluden a su fe para explicar lo sobrenatural del fenómeno, pero ninguno se detiene a mitad de camino para enfatizar la robustez de sus creencias. Sin duda saben lo que les esperaría.
Si de verdad quieren poner a prueba su fe les sugiero que cambien las brasas procedentes de la combustión de madera por una plancha de metal, y que efectúen el mismo procedimiento al que están habituados en la noche de San Juan. El éxito de asistencia está asegurado porque no serán pocos los que piensen que se está celebrando una barbacoa.
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viernes, 24 de junio de 2011
martes, 1 de marzo de 2011
Los problemas del pensamiento cientifico (II)
También sabemos lo cruel que es la verdad a menudo, y nos preguntamos si el engaño no es más consolador.Ofrezco aquí la continuación de la anterior entrada, donde me dedico a resumir los obstáculos que el escritor e historiador de la ciencia Michael Shermer encuentra en el camino del pensamiento científico y que se encuentran glosados en su libro Por qué creemos en cosas raras.
Henri Poincarè
13. Coincidencia. En determinados ámbitos suele considerarse que las coincidencias tienen un gran significado, y se invoca la "sincronicidad" como si entre bastidores actuara alguna fuerza misteriosa. La mente humana busca relaciones entre acontecimientos y a menudo las encuentra cuando no las hay. Se obvian las leyes de la probabilidad y solo se recuerda el momento en que se produjo la coincidencia, desestimando las veces que en idénticas circunstancias aquella no se produjo.
14. Representatividad. Tenemos tendencia a recordar los aciertos e ignorar los fallos. Hay que recordar siempre el contexto más amplio en el que ocurre un suceso que parece poco habitual y analizar, siempre, sucesos poco habituales dentro del tipo de fenómeno que representan. Es preferible buscar la explicación más probable y pedestre de un suceso que recurrir a la ultramundana.
15. Términos emotivos y falsas analogías. Las palabras emotivas se usan para crear emoción y, a veces, oscurecer el pensamiento racional. Asimismo, las metáforas y analogías pueden nublar el pensamiento con la emoción. Y no prueban nada, solo son herramientas retóricas.
16. Ad ignorantiam. Es una apelación la ignorancia relacionada con las falacias descritas en los puntos 8 y 10, presentes en la anterior entrada. Consiste en estimar una afirmación cierta hasta que se demuestre lo contrario, por absurda que sea. La ciencia apoya la veracidad de una teoría si hay pruebas fehaciantes que la sustenten; la falta de evidencia a favor o en contra no demuestra nada.
17. Ad hominem y tu quoque. Estas falacias significan literalmente "al hombre" y "tú también" y consisten en desviar la atención de un argumento hacia quien lo sostiene, con el objetivo de desacreditarle. Que alguien sea despreciable no implica que lo que diga en un momento dado sea falso, lo cual hay que demostrar con independencia de quien se trate.
18. Generalizaciones precipitadas. Son una forma de inducción propia, lo que también se llama prejuicio. Se extraen conclusiones antes de que los hechos las constaten y se evita recopilar la máxima información posible antes de emitirlas.
19. Confianza excesiva en la autoridad. Existe la tendencia a confiar en exceso en los personajes insignes, en especial si son inteligentes. Pero está claro que fuera de su campo de acción el acierto no está garantizado ni sus conocimientos les capacitan para extraer conclusiones en otras materias. Por ello, nuevamente debemos remitirnos a las pruebas.
20. O esto o lo otro. Esta falacia también es conocida como falso dilema, y es la tendencia a polarizar el mundo de tal manera que, al desacreditar una postura, nos veamos obligados a aceptar la otra. Pero no basta con señalar las debilidades de una teoría; si existe otra "superior" debe contar con pruebas en su favor, no solo en contra de la anterior.
21. Razonamiento circular. Se produce cuando la conclusión o afirmación no es más que una reafirmación de una de las premisas. Aunque una afirmación tautológica puede ser útil, se deben intentar elaborar definiciones operativas que se puedan probar, falsar y refutar.
22. Reductio ad absurdum y la pendiente resbaladiza. La reductio ad absurdum es la refutación de un argumento llevándolo hasta su conclusión lógica, una conclusión que es absurda: si sus consecuencias son absurdas, su argumentación ha de ser falsa, cosa que no tiene por qué ser así. La falacia de la pendiente resbaladiza supone la construcción de una cadena de hechos en la que una cosa lleva necesariamente a un fin tan extremo que el primer paso nunca debería darse. En este caso, la consecuencia no se sigue necesariamente de la premisa.
23. La insuficiencia del esfuerzo y la necesidad de seguridad, control y simplicidad. En general, queremos seguridad, controlar nuestro entorno y explicaciones veraces, claras y sencillas, lo cual puede simplificar en exceso la realidad en interferir en el pensamiento crítico. Pensar es un trabajo delicado, y las personas con el pensamiento poco entrenado tienden a buscar certezas rápidas eludiendo el esfuerzo que supone incluir una variable de compeljidad.
24. Insuficiencias en la resolución de problemas. Cuando a las personas se les encomienda la tarea de escoger una respuesta correcta a un problema tras decirles qué suposiciones son acertadas o no, esas personas tienden a dejarse influir por la información recibida, anulando su capacidad de discernimiento.
25. Inmunidad ideológica, o el problema de Planck. En la vida cotidiana, como en la ciencia, todos nos resistimos a cambiar el paradigma fundamental. Algo así como un "sistema inmunitario ideológico". Cuantos más conocimientos acumula un individuo y mayor fundamento tienen sus teorías (y recordamos que todos tendemos a buscar pruebas confirmatorias y no denegatorias), mayor es la confianza en su forma de pensar. En consecuencia, erigimos un muro de "inmunidad" frente a las ideas nuevas que no se alinean con las nuestras.
lunes, 28 de febrero de 2011
Los problemas del pensamiento cientifico (I)
Ningún testimonio basta para confirmar un milagro a menos que el testimonio sea de tales características que su falsedad sería más milagrosa que el hecho que pretende confirmar.
David Hume
Voy a dedicar esta y la siguiente entrada a los diversos problemas que, según describe Michael Shermer en su libro Por qué creemos en cosas raras, encuentra a su paso el pensamiento científico. Son 25 puntos que resumiré y dividiré en dos entradas para hacerlo más liviano.
1. La teoría influye en la observación. Entiéndase teoría como prejuicio o valoración a priori.
2. El observador modifica lo observado. El acto de estudiar un suceso puede cambiarlo (los miembros de una tribu cambian su comportamiento natural al sentirse observados).
3. Los instrumentos de medición condicionan los resultados. Es común la noción de que lo que no puede medirse no existe...hasta que el siguiente salto tecnológico permite esa medición, lo que posibilita el cambio de paradigma.
4. Las anécdotas no constituyen una ciencia. Las historias que se cuentan para apoyar una afirmación no constituyen ciencia. Hace falta someterlas a contraste con otras fuentes para corroborarlas, y encontrar pruebas físicas. Si estas condiciones no se cumplen tanto da una anécdota que diez, diez que cien.
5. El lenguaje científico no constituye una ciencia. Vestir un sistema de creencias con los atavíos de una ciencia recurriendo al lenguaje y la jerga científicas no significa nada sin testimonios, pruebas experimentales y corroboración.
6. Una afirmación rotunda no implica que sea cierta. Afirmar algo con fuerza y convicción no sirve de nada si no se acompaña de pruebas. Y cuanto más extraordinaria sea la afirmación, más extraordinarias deberán ser las pruebas.
7. Herejía no es sinónimo de verdad. Que se rían de uno no le da a uno la razón, como tampoco la da tener enfrente una virulenta oposición.
8. La carga de la prueba. ¿Quién tiene que probar qué a quién? La persona que anuncia su extraordinario descubrimiento soporta la pesada carga de demostrar a todos, especialistas y resto de la comunidad, que lo que cree tiene más validez que lo que los demás dan por bueno. Finalmente, cuando lo que uno dice es mayoritariamente aceptado, la carga de la prueba recae sobre quien quiera desafiarle con su hallazgo.
9. Rumor no equivale a realidad. Los rumores pueden ser ciertos, pero habitualmente no lo son. Y cuanto más se estire la sucesión de fuentes, peor.
10. Sin explicación no es lo mismo que inexplicable. La extrema confianza en uno mismo puede llevar a convertir en inexplicable algo porque, simplemente, no lo puedes explicar. Que esto ocurra también en el entorno cercano puede acentuar el fenómeno. El problema es que a la mayoría nos resulta más reconfortante la certidumbre, por muy prematura que sea, que vivir en medio de misterios inexplicados.
11. Racionalizar los fracasos. En ciencia, no pocas veces los falsos positivos han sido detonante de grandes avances. La vigilancia entre la comunidad científica evita que los hallazgos negativos, aka fracasos, sean eludidos.
12. Argumentar a posteriori. Conocida como post hoc, ergo propter hoc, (después de ésto, luego a causa de esto), en su nivel más bajo no es más que una forma de superstición (aprobar un exámen un día que llevas calcetines amarillos y asociar ambos hechos). El hecho de que dos hechos se sucedan no demuestra que entre ellos exista un vínculo causal. Correlación no equivale a causalidad.
viernes, 4 de febrero de 2011
Carl Sagan contra las pseudociencias
El inolvidable Carl Sagan nos deparó algunos de los momentos más brillantes del pensamiento racional de finales del siglo XX. Cada ocasión empleada para rendirle homenaje es una ocasión aprovechada, así que aquí les dejo con este pequeño comic que circula por diversos blogs escépticos y racionalistas (yo lo he visto en El retorno de los charlatanes) y que nos narra con sentido del humor un episodio de la disputa entre ciencia y pseudociencia (haz click para agrandar).
martes, 28 de septiembre de 2010
Por qué es improbable que nos visiten extraterrestres

La existencia de vida inteligente ajena a nuestro planeta siempre ha sido objeto de controversia. Los avistamientos de OVNIs se vienen produciendo desde la segunda midad del siglo XX, siendo que la mayoría fueron identificados por sus avistadores como objetos voladores de origen extraterrestre. Ha habido mucho fraude en torno a esta cuestión, y cuando no ha sido así los investigadores serios han concluido que la procedencia de dichos objetos tenía poco de extraterrestre. Ello no ha sido obstáculo para que la ufología haya progresado y, aun dentro de un segmento social poco relevante, siga habiendo convencidos de que con frecuencia nos visitan humanoides verdes y de que los contactos con alienígenas son sistemáticamente ocultados por las autoridades.
No obstante, y pese a lo atractiva que resulta la idea recibir la visita de entes procedentes de otros mundos, y centrándonos en argumentos más científicos, la probabilidad de que esto ocurra es bastante pequeña. ¿Por qué?
Hay que partir de una premisa esencial para analizar la idea del turismo alienígena por nuestro planeta, y es que las leyes de la física con iguales tanto en el punto del Universo en que nos encontramos como en sus antípodas. Esto implica que la velocidad de la luz es la misma en cualquier punto del Cosmos, igual de infranqueable de acuerdo con la Relatividad general de Einstein ya que para superarla es necesaria más energía de la que nos queda tras acelerar un objeto hasta alcanzar esa velocidad. El otro aspecto importante a tener en cuenta son las condiciones en las que la vida arraigó en la Tierra. La vida inteligente tal y como la conocemos tiene un rasgo fundamental, y es que está basada en el carbono. Los grandes radiotelescopios actuales pueden rastrear enormes áreas del Universo para, entre otras cosas, detectar los componentes que forman las galaxias, las estrellas y los sistemas planetarios al través de la lectura de su espectro electromagnético. Con decir que pueden detectar la radiación de fondo de microondas, que no es otra cosa que el rastro electromagnético dejado por el nacimiento del universo tras el Big Bang, ocurrido hace unos 13.500 millones de años, dejamos claro el alcance que poseen.
Una vez sentada esta base, y sin necesidad de salirnos de la Vía Láctea, el siguiente paso es averiguar donde se ubica una estrella alrededor de la cual se haya formado un sistema planetario que reuna las condiciones necesarias para el florecimiento de la vida basada en el carbono. No olvidemos que hablamos de entidades capaces de construir ingenios interestelares aptos para recorrer distancias inmensas. Añadamos de nuevo que, una vez estipulado que las leyes físicas se comportan igual en cualquier punto del Universo, y que la interacción entre los componentes de nuestra galaxia debería dar resultados similares tanto aquí como en el confín cósmico más extremo, no es descabellado inferir que la vida inteligente pueda abrirse paso bajo unas condiciones similares a las desarrolladas aquí en la Tierra, aun a muchos años luz de distancia.
El primer problema que se nos presenta es la distancia a recorrer para llegar hasta nuestro planeta. Los astrónomos sugieren que en la Vía Láctea podrían darse unos cuantos sistemas capaces de dar lugar a vida inteligente, pero estos se encuentran a varios cientos de años luz. Recordemos que el año luz es una unidad de espacio, no de tiempo: es la distancia recorrida en un año viajando a la velocidad de la luz. Un viaje de esas características a velocidades cuasi lumínicas tendría un coste energético inasumible, por no mencionar el tiempo empleado en tan colosal travesía, que podrían ser milenios entre el viaje de ida y el de retorno.
Luego quedan los peligros intrínsecos de un viaje desorbitadamente largo por un entorno marcadamente hostil como es el espacio. La letal radiación cósmica terminaría matando a quien se sometiera a exposición tan prolongada como la que estamos manejando. Se podría aducir que una civilización tan sumamente avanzada como para embarcarse en una empresa de tal magnitud habría desarrollado una defensa adecuada contra semejante amenaza, pero eso la entra más en terreno de la ciencia-ficción que de la ciencia a secas y supone una especulación alejada el terreno científico que aquí pretendo tratar.
Para terminar, cabría mencionar la paradoja de Fermi, la cual fue formulada como respuesta a la amplia posibilidad estadística de que existan civilizaciones extraterrestres según en la célebre ecuación de Drake. El propio Enrico Fermi respondió que si no se hallan trazas de estas civilizaciones es porque su evolución tecnológica podría avanzar en paralelo a su capacidad autodestructiva, lo cual no dice nada bueno acerca de nuestra propia civilización, por cierto. Aunque quizá es que simplemente somos demasiado primitivos aún para poder detectar verdaderas señales de presencia extraterrestre en el Universo.
Todo lo anterior sumado a la ausencia de pruebas concluyentes de avistamientos alienígenas en nuestro planeta hace que el contacto directo, visual, entre nuestra civilización y otra de origen extraplanetario se antoje altamente improbable. Las esperanzas de una comunicación de esta naturaleza se reducen hoy día a las señales de radio, las cuales también cuentan con la dificultad de tener que recorrer la inmensidad del espacio hasta llegar a mundos susceptibles de albergar vida capaz de interpretarlas, miles de años después de ser emitidas.
Fuentes consultadas: Carl Sagan, La diversidad de la ciencia. Victor J. Stenger, God: the failed hypothesis. Stephen Hawking, Historia del tiempo. Wikipedia.
No obstante, y pese a lo atractiva que resulta la idea recibir la visita de entes procedentes de otros mundos, y centrándonos en argumentos más científicos, la probabilidad de que esto ocurra es bastante pequeña. ¿Por qué?
Hay que partir de una premisa esencial para analizar la idea del turismo alienígena por nuestro planeta, y es que las leyes de la física con iguales tanto en el punto del Universo en que nos encontramos como en sus antípodas. Esto implica que la velocidad de la luz es la misma en cualquier punto del Cosmos, igual de infranqueable de acuerdo con la Relatividad general de Einstein ya que para superarla es necesaria más energía de la que nos queda tras acelerar un objeto hasta alcanzar esa velocidad. El otro aspecto importante a tener en cuenta son las condiciones en las que la vida arraigó en la Tierra. La vida inteligente tal y como la conocemos tiene un rasgo fundamental, y es que está basada en el carbono. Los grandes radiotelescopios actuales pueden rastrear enormes áreas del Universo para, entre otras cosas, detectar los componentes que forman las galaxias, las estrellas y los sistemas planetarios al través de la lectura de su espectro electromagnético. Con decir que pueden detectar la radiación de fondo de microondas, que no es otra cosa que el rastro electromagnético dejado por el nacimiento del universo tras el Big Bang, ocurrido hace unos 13.500 millones de años, dejamos claro el alcance que poseen.
Una vez sentada esta base, y sin necesidad de salirnos de la Vía Láctea, el siguiente paso es averiguar donde se ubica una estrella alrededor de la cual se haya formado un sistema planetario que reuna las condiciones necesarias para el florecimiento de la vida basada en el carbono. No olvidemos que hablamos de entidades capaces de construir ingenios interestelares aptos para recorrer distancias inmensas. Añadamos de nuevo que, una vez estipulado que las leyes físicas se comportan igual en cualquier punto del Universo, y que la interacción entre los componentes de nuestra galaxia debería dar resultados similares tanto aquí como en el confín cósmico más extremo, no es descabellado inferir que la vida inteligente pueda abrirse paso bajo unas condiciones similares a las desarrolladas aquí en la Tierra, aun a muchos años luz de distancia.
El primer problema que se nos presenta es la distancia a recorrer para llegar hasta nuestro planeta. Los astrónomos sugieren que en la Vía Láctea podrían darse unos cuantos sistemas capaces de dar lugar a vida inteligente, pero estos se encuentran a varios cientos de años luz. Recordemos que el año luz es una unidad de espacio, no de tiempo: es la distancia recorrida en un año viajando a la velocidad de la luz. Un viaje de esas características a velocidades cuasi lumínicas tendría un coste energético inasumible, por no mencionar el tiempo empleado en tan colosal travesía, que podrían ser milenios entre el viaje de ida y el de retorno.
Luego quedan los peligros intrínsecos de un viaje desorbitadamente largo por un entorno marcadamente hostil como es el espacio. La letal radiación cósmica terminaría matando a quien se sometiera a exposición tan prolongada como la que estamos manejando. Se podría aducir que una civilización tan sumamente avanzada como para embarcarse en una empresa de tal magnitud habría desarrollado una defensa adecuada contra semejante amenaza, pero eso la entra más en terreno de la ciencia-ficción que de la ciencia a secas y supone una especulación alejada el terreno científico que aquí pretendo tratar.
Para terminar, cabría mencionar la paradoja de Fermi, la cual fue formulada como respuesta a la amplia posibilidad estadística de que existan civilizaciones extraterrestres según en la célebre ecuación de Drake. El propio Enrico Fermi respondió que si no se hallan trazas de estas civilizaciones es porque su evolución tecnológica podría avanzar en paralelo a su capacidad autodestructiva, lo cual no dice nada bueno acerca de nuestra propia civilización, por cierto. Aunque quizá es que simplemente somos demasiado primitivos aún para poder detectar verdaderas señales de presencia extraterrestre en el Universo.
Todo lo anterior sumado a la ausencia de pruebas concluyentes de avistamientos alienígenas en nuestro planeta hace que el contacto directo, visual, entre nuestra civilización y otra de origen extraplanetario se antoje altamente improbable. Las esperanzas de una comunicación de esta naturaleza se reducen hoy día a las señales de radio, las cuales también cuentan con la dificultad de tener que recorrer la inmensidad del espacio hasta llegar a mundos susceptibles de albergar vida capaz de interpretarlas, miles de años después de ser emitidas.
Fuentes consultadas: Carl Sagan, La diversidad de la ciencia. Victor J. Stenger, God: the failed hypothesis. Stephen Hawking, Historia del tiempo. Wikipedia.
sábado, 5 de junio de 2010
Dos sanas raciones de pensamiento crítico
Antes de que el blog fenezca por inanición prestémosle atención a un par de vídeos. En el primero el ilusionista James Randi, un modelo de cordura, lucidez y sentido del humor, nos explica diversos modos en que las apariencias nos pueden engañar en forma de pseudociencias y la jeta que gasta quien de ello se aprovecha. El segundo es una curiosa animación basada en el concepto del unicornio en el garaje que Carl Sagan desarrolló en una de sus obras literarias, y que le enfrenta nada menos que con el vendeburras Iker Jiménez. Dos sanas raciones de pensamiento crítico vistas en Fogonazos y Magonia.
jueves, 4 de marzo de 2010
Escepticismo y creencia
Hay algo que siempre me llama la atención de los antiescépticos, y es el modo en que tienen de darle la vuelta al calcetín a la hora de establecer los términos que definan a un escéptico. Por lo general, un antiescéptico es un creyente de algo, normalmente una religión, y si hay algo que se haya implantado en la sociedad por medio de la violencia, el miedo, la coacción y la represión a lo largo de los siglos han sido los principios religiosos.
Paradójicamente, en lugar de admitir con humildad que el análisis historico de las religiones nos da ese resultado (al menos en la tradición judeo-cristiano-islámica) y, desde esa perspectiva, tratar de mejorar y depurar el componente pernicioso de que envuelve su fe religiosa, lo que hacen los creyentes es proyectar hacia los escépticos los males que han padecido, y padecen, esas confesiones a la que tan entregados están. Ello me dice que en el fondo conocen el mal intrínseco que trae consigo la religión, o la creencia ciega en algo, pero aún así no están dispuestos a renunciar a ello, porque les llene un vacío, sientan una oculta necesidad de imponer a los demás sus preceptos,… por lo que sea.
De nada les sirve que se les repita machaconamente que la ciencia no es dogma, que los principios científicos se revisan, corrigen o desechan cuantas veces hace falta si son descubiertas pruebas de su falsedad. Y que el escepticismo no busca la imposición, sino la ausencia de ésta. Da igual, siempre habrá quien tenga tanta necesidad de una existencia sembrada de criterios impuestos (posiblemente, para evitar tener que tomar decisiones cruciales sobre su propia persona y vida) que ya no concibe otra manera de vivir.
lunes, 9 de noviembre de 2009
jueves, 8 de octubre de 2009
Campañas

No es que esta bitácora haya sido impermeable a otras iniciativas puestas en marcha desde la red, ahí está la etiqueta campañas para dar fe de ello. Lo que no quiero es convertir este modesto espacio virtual en un altavoz permanente de proyectos ajenos, por simpáticos que me resulten. Y más teniendo en cuenta mi frecuencia de posteado. Ya que me puedo poner, que al menos sea para tratar de ser algo original. Además, ni siquiera sabía con qué texto acompañar el banner principal, tal es mi desconocimiento del tema. Otros blogs como Ego Vox Clamantis In Deserto, Crónicas de la Vieja Crobuzón y Genciencia, por citar sólo algunos ejemplos, lo han hecho ya bastante bien.
sábado, 12 de septiembre de 2009
Universo majestuoso
No estoy padeciendo la gripe A (me faltan algunos síntomas) pero me siento como si así fuera. Pocas o ninguna gana me queda de estrujarme la sesera buscando temas sobre los que escribir, así que, una vez dejada constancia de que aún sigo por aquí, enlazo algo con lo que los aficionados a la astronomía podrán deleitarse durante un buen rato. Son fotografías tomadas por el radiotelescopio Hubble, en varias resoluciones para que cada uno elija el tiempo que quiere emplear en su carga, y que impresionan por su belleza y misterio.
De pequeño quería ser astrónomo, lástima que fuera tan malo en matemáticas.
De pequeño quería ser astrónomo, lástima que fuera tan malo en matemáticas.
lunes, 9 de febrero de 2009
El año de la astronomía

Ya se que he tardado en hacerme eco de ello, pero un aficionadillo como yo no podía dejar pasar por alto que 2009 ha sido declarado año internacional de la astronomía. El pasado 27 de enero fue la inauguración oficial en España, y ésta es la página web habilitada por el CSIC para conmemorar el evento. En RTVE.es se ofrece un breve resumen de lo que conlleva ésta celebración.
Es un buen momento -en realidad cualquier momento es bueno, pero cuando ciertas cosas se institucionalizan parecen contar con más empuje entre la gente- para volver la vista hacia la ciencia, el pensamiento científico y cómo éste ha sido crucial para el progreso humano. Es hora de borrar esa imagen elitista y distante que la ciencia, percibo, tiene entre la ciudadanía de a pie y acercarla a quienes no tienen habitual trato con ella, en especial si tienen edad escolar. Inculcar desde pequeños el método científico así como el pensamiento escéptico ayuda no solo a crear ciudadanos críticos sino a comprender mejor nuestro entorno y a maravillarnos con él, sumergiendonos en sus misterios y haciendo prescindibles otras opciones que sólo buscan ganar terreno en el campo moral.
Desde aquí, mi más rendido homenaje a esos científicos que tanto hicieron por la comprensión humana del universo, de los que Nicolás Copernico, Galileo Galilei, Tycho Brahe, Johannes Kepler, Christian Huygens, Isaac Newton, Albert Einstein, Edwin Hubble o Stephen Hawking son la punta de lanza.
lunes, 12 de enero de 2009
2009, año del bicentenario del nacimiento de Charles Darwin

La idea de una alternativa al creacionismo religioso nunca ha sido del agrado de sus defensores, pero hasta la misma Iglesia Anglicana, ferviente opositora a las teorías darwinianas, pidió reciente y públicamente disculpas por su comportamiento pasado en relación al trabajo de Darwin.
No puedo dejar de mencionar también a Alfred Russel Wallace, quien llegó a conclusiones similares a las de Darwin de forma independiente y separada, llegando a publicar conjuntamente un documento donde desarrollaban el concepto de selección natural.
Y al hilo de todo ésto, enlazo un artículo donde se hace un acercamiento, pienso que acertado, entre ciencia y espiritualidad (o religiosidad, que no religión) en la que se plantea una convivencia plácida entre ambas materias.
viernes, 16 de mayo de 2008
La diversidad de la ciencia
Creo que nos matamos unos a otros, o amenazamos con matarnos unos a otros, en parte porque tenemos miedo de no llegar a saber la verdad, de que alguien con una doctrina diferente pueda aproximarse más a ella. Nuestra historia es en parte una batalla a muerte entre mitos enfrentados. Si no puedo convencerte, te mato. Eso te hará cambiar de idea. Eres una amenaza para mi versión de la verdad, especialmente la verdad sobre quién soy yo y cuál es mi naturaleza. La idea de que pueda haber dedicado mi vida a una mentira, de que pueda haber aceptado una idea convencional que ya no se corresponde, si es que alguna vez lo hizo, a la realidad externa, es una constatación muy dolorosa. Mi tendencia será resistirme a ella hasta el final. Estoy dispuesto a hacer lo que sea para no llegar a descubrir que la visión del mundo a la que he dedicado mi vida no es la correcta.

Precisamente en estos términos es en los que hace un llamamiento a los próceres cristianos, que es lo que le toca como habitante del mundo occidental, a poner de su parte para conseguir un mañana más esperanzador, poniendo el acento en cómo los mandatarios que se más autoproclaman seguidores de la fe de Cristo son los primeros en contravenir sus enseñanzas. No olvidemos que a mediados de los 80 el mayor temor global era el temible conflicto nuclear que podía propiciar la tensión entre bloques políticos, la famosa guerra fría.
Más de 20 años después, los planteamientos de Sagan permanecen vigentes y son referencia obligada para toda persona que tenga curiosidad por conocer el porqué de las cosas de manera crítica y sin aferrarse a dogmatismos. De escepticismo saludable y respetuoso calificaría yo el modo en que se expresó en éstas conferencias cuando tocaba aludir a la religión, mostrando un notable buen talante para referirse a creencias que, a buen seguro, en su fuero interno no le eran nada simpáticas. Pero ese sentimiento no le impedía apreciar y destacar los aspectos positivos que la religión puede aportar a nuestro mundo. Puede que todo sea una farsa, pero si creer una farsa lleva la paz de espíritu a millones de hogares, bienvenida sea, parecía querer decir.
La edición española del libro lleva el subtítulo Una visión personal de la búsqueda de Dios. Bien parecería que el Dios de Carl Sagan, fallecido en 1996, era la ciencia, pero no. En mi opinión, para él Dios era el ser humano y cada uno lleva dentro a su propio Dios.
miércoles, 26 de marzo de 2008
El espejismo de Dios

En El espejismo de Dios el autor analiza la inexistencia del Creador desde un prisma científico y lo contrapone a la total ausencia de racionalidad en la religión. No hay nada, absolutamente nada que avale la existencia de una entidad sobrenatural que controle desde la rotación de los planetas hasta la caída de una hoja en el parque de al lado. ¿Por qué entonces la fe religiosa está tan implantada, tiene tango arraigo? Dawkins, biólogo evolucionista, apunta razones antropológicas y psicológicas; para él la selección natural darwinista es la clave de todo desarrollo vital en nuestro planeta. Frente a ello, los teístas, personificados en los últimos tiempos en el movimiento creacionista o del diseño inteligente, no tienen ninguna evidencia que ofrecer, nada material que sustente sus axiomas. Dawkins reseña algunos argumentos para creer en Dios dados a lo largo de la historia y los desarbola uno por uno sin piedad.
Particularmente llamativo es el capitulo dedicado a la improbabilidad estadística de que un organismo viviente se desarrollara espontáneamente. Los creacionistas aluden a que seres tan complejos como los que pueblan la Tierra no pueden haber nacido de la nada, tienen que haber sido diseñados. Pero, tal y como subraya Dawkins, tal afirmación no es una solución sino una gigantesca dilatación del problema. Si es estadísticamente improbable el nacimiento espontáneo de la vida no diseñada, ¿cuán improbable es, pues, la aparición de un diseñador, por fuerza, órdenes de magnitud más complejo que sus creaciones? ¿Quién diseñó al diseñador? ¿Y al diseñador del diseñador? Y así ad infinitum... Además, Dawkins hace hincapié en que la alternativa al diseño inteligente no es la casualidad, sino la selección natural, la alternativa más fiable, ponderada, demostrada y lógica de todas las contempladas hasta la fecha. El creacionismo, sencillamente, no tiene ningún argumento racional en el que sustentarse.
La genética y la cosmología también tienen su espacio. Sin duda, ocupan las páginas más abruptas y densas del libro pero no por ello dejan de ser menos indispensables para dar una explicación científica a la inexistencia de Dios. No se trata de creer a pies juntillas lo que Dawkins nos cuenta, sólo hay que leer y estimar si los argumentos que ofrece se ajustan a la lógica racional por la que se conduce el mundo y, tras ello, preguntarse por qué para juzgar la religión hay que abandonar esos términos.
De impagable cabe calificar el capítulo dedicado a las sagradas escrituras, donde se pone de manifiesto el carácter criminal, malévolo y vengativo del Dios del Antiguo Testamento, cuya moral hoy sería objeto de persecución en cualquier parte del mundo civilizado a tenor de los numerosos episodios de asesinato, violación, pedofilia o misoginia descritos en sus páginas. Dawkins admite que todo es metafórico, que no hay que tomárselo al pie de la letra, pero ocurre que La Biblia sigue siendo un libro sagrado para el cristianismo oficialista y, en lugar de obtener la misma consideración que las sagas vikingas o la mitología griega, continúa recibiendo tratamiento preferente en la doctrina cristiana.
Dawkins arremete sobre todo contra el cristianismo ya que es la religión mayoritaria de la zona del mundo donde vive, pero no deja títere con cabeza tampoco en sus referencias al Islam. Los protestantes estadounidenses también son objeto de buena parte de sus puyas dado el creciente poder que vienen adquiriendo en determinadas esferas de influencia y su recalcitrante consevadurismo, rayano en un peligroso fanatismo.
En lo personal, El espejismo de Dios me ha sorprendido por la facilidad con la que Dawkins pone palabras de forma coherente y ordenada a pensamientos que yo he tenido en más de una ocasión pero que no he sabido cómo expresar. Me ha reafirmado en mi condición de ateo (nada de agnóstico) y me ha hecho sentirme orgulloso por ello. Fuera de la ciencia, de lo que podemos comprobar, está la superstición o, en su defecto, algo que la ciencia actual no ha podido aún demostrar. ¿Es Dios y la religión lo primero o lo segundo? Dawkins apuesta por lo primero y aporta sus razones dentro de la racionalidad humana que nos gobierna. Llevamos 2000 años esperando que los teístas aporten las suyas.
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