jueves, 25 de agosto de 2011

Los laicos tienen todo el derecho a salir a la calle

Un día del presente mes de agosto un nutrido grupo de ciudadanos laicos y ateos salieron a la calle para expresar su rechazo al trato de favor que el falso estado aconfesional español dispensaba a la Iglesia Católica (IC) con motivo de la vista de su máximo mandatario y de miles de sus seguidores. A propósito de tal evento nuevamente he podido leer críticas desde sectores que, si bien apoyaban la idea y el sustrato iniciales, han acabado señalando con el dedo la marcha laica por mostrar desde su seno unas maneras que poco margen dejaban a la corrección política.

Al parecer, la denuncia de un hecho cierto, como es la rendición institucional española ante la IC, quiera llamarse ésto como cada cual prefiera, es incompatible con ponerla de manifiesto en la calle ni empleando los mecanismos que esas mismas instituciones ponen a disposición de los ciudadanos. Puedes estar en contra, pero cuídate de hacer pública expresión de ello. ¿Como se puede protestar por algo si las vías para que la protesta tenga eco están tácitamente vetadas? ¿Acaso toda demanda popular no tiene como fin ser escuchada? Y si no salen a la calle a expresar su descontento ¿cómo lo hacen? ¿Una protesta virtual en Facebook? ¿Un vídeo subido a Youtube? ¿Por sms quizá? ¿A voces desde las ventanas, sin molestar a los viandantes?

Visibilizar la denuncia y la protesta es importante para obtener repercusión. Del silencio general y el asentimiento implícito, de la mansedumbre imperante ante la connivencia estatal se alimenta toda la maquinaria vaticanista. Sí, una protesta de esta naturaleza tiene algo de pose desafiante, pero no por ello pierde legitimidad ni ve adelgazados los fundamentos sobre los que se asienta. Hay que recordar que la marcha laica estaba permitida por la delegación del gobierno, con un recorrido previamente establecido y que los "peregrinos" fueron los convocados en la Puerta del Sol, vía redes sociales, para encontrarse a propósico con los laicos. Un conato de contramanifestación en toda regla. Si hubo quien meó fuera del tiesto es algo que pasa en toda concentración reivindicativa, no se puede controlar a todo aquel que decida integrarse en ella.

Es muy sintomático que se hable de las agresiones laicas cuando en único detenido por terrorismo ha sido un voluntario de la JMJ que pretendía gasear a los participantes en la manifestación de aquellos. Debe ser que eso es lo que entienden por respuesta proporcionada. También conviene recordar que hay policías expedientados por emplear violencia desmedida contra manifestantes que en modo alguno se hicieron acreedores de ella.

Sobre los provocadores de la marcha laica, ¿de cuántas personas hablamos como para hacer su actitud representativa de todo el acto? Mientras, el entramado vaticanista, ese que exige respeto y sumisión generalizados, recurre a la mentira y la manipulación histórica con el fin de engañar a jóvenes y llevarles por la vía del fundamentalismo. ¿Esa es su forma de pedir respeto y de mostrarlo por el país que les acoge? ¿Qué podemos esperar de la institución que por sistema ha sido condescendiente, cuando no connivente, con las tiranías?

Lo perverso de la religión, o más concretamente de la fe acrítica y sumisa, entre otros aspectos, es que te obliga a autolimitarte porque quienes la practican han establecido unos límites no solo para ellos, sino también para todos los demás, por mucho que nada quieran tener que ver con su credo. Es lo que tiene partir de posiciones maximalistas del tipo "Jesús es la verdad" y similares. Negarse a este tipo de condicionamientos es una expresión de la libertad que la religión institucional durante siglos ha querido cercenar, y todavía hoy se intenta combatir. La marcha laica era un acto implícito por la libertad de conciencia, por la libertad con mayúsculas, y la autocensura es incompatible con esa libertad.

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