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lunes, 13 de septiembre de 2010

Fringe vs The X-Files, parecidos más que razonables

Hace poco han comenzado a emitir en algunos canales autonómicos una serie norteamericana de ciencia ficción llamada Fringe. La magia de internet permitió que ya tuviera vistas las dos primeras temporadas cuando esto empezó a ocurrir, con lo cual ya puedo hablar con un sobrado conocimiento de causa acerca de las semejanzas con su gran antecedente catódico de los años 90.

En los últimos tiempos me ha costado engancharme a productos televisivos, entregado casi por completo al cine, pero finalmente he caido, y tengo que decir que para bien. Sí, Fringe es largamente deudora de la clasica Expediente X (The X-Files) y directa heredera, tanto en su temática como en su tratamiento de personajes.

La División Fringe (algo así como límite o frontera) es una unidad especial del FBI dedicada a investigar todo aquello que se escapa a los métodos de investigación convencionales, y que suele tener algún origen desconocido que poco a poco se nos va desvelando. ¿Les suena a los viejos seguidores de Expediente X? Aunque pretende tener un sustento más científico que su predecesora, pronto uno abandona esa idea y se deja llevar por lo que no deja de ser ciencia ficción pura y dura. Eso sí, cuidada, fascinante y trufada por momentos de abundante jerga científica.

Al igual que la legendaria serie protagonizada por los también agentes federales Mulder y Scully, hay una trama central común a la mayoría de episodios que tiene que ver con conspiraciones a gran escala, detrás de las cuales parece haber oscuros poderes, pero cambiando los hombrecillos verdes por los universos paralelos. Es el punto fuerte de la serie y lo que crea la tensión y la expectativa necesaria para fidelizar al espectador.

También comparte con su serie referente una tensión sexual entre su protagonista, la agente Olivia Dunham, y su colaborador Peter Bishop que va cobrando cuerpo poco a poco pese a que inicialmente no desprendían demasiada química. El jefe de la división es Philip Broyles, el cual comparte carácter circunspecto con el subdirector Walter Skinner de los X-Files. Ambos, además, son capaces de jugársela ante superiores jerárquicos para proteger a sus agentes.

La novedad en Fringe es la inclusión de un personaje clave en el desarrollo de la línea argumental básica, el científico Walter Bishop, padre de Peter y que, tras ser rescatado después de dos décadas recluido en una institución mental, intenta recordar su pasado y su grado de implicación en los extraños sucesos que van aconteciendo. Aunque ni esto se puede desligar de Expediente X, ya que el agente Mulder también se pasaba episodio tras episodio intentando recordar qué le pasó a su hermana (fue supuestamente abducida) cuando él era pequeño. Hay otros personajes en la trama cuya importancia recuerda de una u otra forma a la que tenían los misteriosos confidentes que surtían de información a Mulder. Los ocasionales diálogos crípticos que mantienen con los protagonistas son otro punto en común a destacar.

Vistas las dos primeras temporadas, y aún reconociendo que hay capítulos de verdadero relleno, el eje central de la trama tiene suficiente interés como para mantener expectativas ante el inminente estreno de la tercera temporada. Ha habido episodios verdaderamente memorables y los fans de la sci-fi de calidad no andamos sobrados de ofertas en TV. Solo espero que el inevitable declive creativo que acaba sufriendo todo producto televisivo llegue a la División Fringe lo más tarde posible.

martes, 21 de abril de 2009

J. G. Ballard deja semihuérfana la ciencia ficción

Ésta semana hemos conocido el fallecimiento de James G. Ballard, un escritor de los considerados de culto dentro de la ciencia ficción escrita. Tan sólo he leído un par de novelas suyas, la polémica Crash que llevó al cine David Cronemberg (nada que ver con ésta otra Crash) y la colección de relatos Playa terminal. No puedo decir que haya conseguido atraparme de la misma forma que un Richard Matheson o un Stanislaw Lem, pero es cierto que sus narraciones tienen algo que las hace diferentes y que exigen del lector un especial esmero en la comprensón de los conceptos que Ballard maneja, ya que a veces se encuentran sólo sugeridos o expuestos mediante metáforas. No es habitual que este género someta a sus lectores a esfuerzos intelectuales de cierta envergadura, de ahí que Ballard haya conseguido un enorme prestigio entre quienes aprecian, en un marco de especulación científica, cierta carga simbólica e incluso filosófica.

Es curioso que su obra más conocida, El imperio del Sol, afamada por la adaptación cinematográfica de la misma que hizo Steven Spielberg, esté fuera del ámbito en el que se encuadra casi toda su producción literaria. No obstante, principalmente se le recordará por su aportación al género fantástico. Sin duda era uno de los grandes.

miércoles, 20 de diciembre de 2006

El juego de Ender

Según tenía entendido, ésta novela de Orson Scott Card es uno de los momentos álgidos de la literatura de ciencia ficción contemporánea, así que no podía pasarla por alto

Publicado en 1985, nos cuenta cómo una rígida sociedad, forzosamente militarizada (que recuerda algo al Tropas del espacio, de Robert A. Heinlein, 1956) debido la amenaza que representa para el planeta Tierra la existencia de una belicosa raza extraterrestre, convierte progresivamente a un chaval de 6 años, Ender, en un implacable líder militar capaz de comandar las fuerzas terrícolas y llevarlas a la victoria frente al invasor alienígena. Y para ello se prescinde de cualquier prejuicio ético ya que el fin a lograr es tan elevado (salvar a la humanidad) que la rectitud de los medios para alcanzarlos es un asunto secundario, cuando no un obstáculo.

Para conseguir su propósito -desarrollar el potencial de Ender y convertirle en el comandante militar supremo que la genética parece haber alumbrado- en su instrucción se omite todo escrúpulo moral, todo rasgo de valores humanos, todo aquello que convierte a las personas en seres sentientes y empáticos con el objetivo de que Ender tampoco desarrolle esas cualidades -al menos, no como las desarrollaría una persona normal- que definen y son inherentes a las personas. En definitiva, se le intenta convertir en una máquina de matar.

Es una revisitación del viejo concepto de el fin justifica los medios; arruinan la infancia de Ender bajo el mandato del bien mayor que supone su adiestramiento con vistas a ser el salvador de la raza humana. Pero, como casi siempre ocurre, las cosas no quedan constreñidas al blanco y al negro. Hay matices que, una vez conocidos, plantean la sombra de la duda sobre preceptos que, de tan repetidos, se convierten en axiomas, en dogmas que ya no se cuestionan y que se interiorizan como si uno hubiera nacido con ellos, pero que podrían no aguantar un análisis riguroso y pormenorizado.

El libro de Orson Scott Card trata de eso -entre otras cosas-; de cómo ya no nos hacemos preguntas, de cómo hemos abandonado el espíritu crítico frente a la comodidad de darlo todo por sentado. Incluso Ender, sabedor de la brutal manipulación a que es sometido, continúa prestandose a ella porque es lo que conoce, porque en el fondo le han convencido de que las grandes razones hacen irrelevantes las pequeñas dudas. Aunque no debemos olvidar que Ender, pese a la endiablada velocidad a la que es forzado su proceso de madurez, no deja de ser un niño.

También habla de la dificultad de comunicación entre entes distintos deudores de filosofías dispares, y de las trágicas consecuencias que puede acarrear no estar dispuesto a conceder el más mínimo beneficio de la duda a quien no es tu igual; algo, por cierto, extrapolable al mundo de hoy día. Y siempre sometidos al criterio de quienes han sido destinados a resolver esos problemas en lugar de agravarlos, y que no son capaces de pensar en las funestas consecuencias derivadas de una mala gestión de la autoridad que les ha sido conferida.

Pero un rayo de esperanza ilumina el final del libro: ni siquiera consiguen doblegar por completo a Ender, pese a verse convertido en la herramienta perfecta al servicio de intereses externos sabe tomarse su justa venganza. Aunque para él no sea tal, aunque él no lo perciba más que como una manera de expresar su humanidad infantil, esa que tuvo violentamente reprimida y que tan implacablemente estuvieron a punto de arrebatarle.

Como curiosidad, destacaré el visionario antecedente que el autor se sacó de la manga, a mediados de los 80, de lo que hoy conocemos como redes de noticias, e incluso blogs de opinión como éste.

viernes, 1 de septiembre de 2006

El increible hombre menguante


Richard Matheson es uno de los más notables autores de la literatura fantástica del siglo XX y The Shrinking Man (traducida en España como El Increible Hombre Menguente) una de sus obras más reconocidas. Hace poco se ha reeditado ésta novela escrita en 1956 y que llevaba tiempo queriendo leer.

Quizá más conocida por su adaptación cinematográfica en 1957, de la que el propio Matheson escribió el guión, ésta es otra novela, como ya ocurría en
Soy Leyenda (1954), donde lo cotidiano se retuerce para convertirse en algo anormal y grotesco. Un extraño fenómeno físico hace que Scott Carey mengüe su tamaño progresivamente hasta verse convertido en una rareza, en una especie de fenómeno de feria desvinculado de los afectos y emociones de un ser humano corriente. Pero pese a saber que tiene sus días contados, habida cuenta de que su reducción de tamaño es inexorable, un sentimiento interior, una especie de apego a la vida más alla de todo entendimiento racional (Scott Carey sufre lo indecible a medida que va empequeñeciendo y se va convirtiendo en un ser aislado del mundo) le lleva a luchar contra toda adversidad que se le pone delante para comprobar, no sin sorpresa que, una por una, las va superando todas. Objetos cotidianos se ven transformados en barreras infranqueables o en amenazas solapadas. En otras palabras, la adversidad que le ha puesto a prueba le ha incrementado su latente instinto de supervivencia y autoconservación haciendole, paradójicamente, más fuerte tanto física (proporcionalmente a su tamaño) como psicológicamente pese a ser cada vez más minúsculo.

Mención aparte merece el tratamiento que Matheson hace de la presuntuosidad humana, burlándose del
homo sapiens que se cree la medida de todas las cosas y cuestionando el encaje que el hombre se ha otorgado en el esquema general de universo.

martes, 1 de agosto de 2006

Pórtico


Acabo de terminar la novela de ciencia-fición Pórtico, de Frederick Pohl, considerada una de las más importantes dentro del mundillo sci-fi. Y la verdad es que ha colmado mis espectativas.

La trama tiene como telón de fondo un futuro en el que ya se colonizan otros planetas, y el detonante de la acción es el descubrimiento de unos importantes restos pertenecientes a una avanzada civilización extraterrestre. Tan importantes como naves espaciales listas para ser utilizadas, pero que ya tienen prefijado su rumbo sin que haya humano que sea capaz de revertirlo o alterarlo levemente.

Lógicamente, es un descubrimiento mayúsculo al que una gigantesca corporación no tarda en sacar rédito. Se monta todo un negocio alrededor de Pórtico (un asteroide que orbita alrededor de Venus, lugar del hallazgo) con la promesa de cuantiosos beneficios económicos para el que consiga regresar de uno de los viajes que las naves tienen programados con algo de valor. El problema es que estos viajes son un cara o cuz. Los terrícolas solo saben accionar el despegue, pero poco más, y hay tantas posibilidades de volver como de quedarse en el camino. Es todo un reto a lo desconocido.

Sin embargo, el nivel de vida en la Tierra es tan precario que, para muchos, incluso una apuesta tan arriesgada es preferible a permanecer en unas condiciones de existencia que distan mucho de ser dignas. Y es aquí donde la novela de Pohl trasciende de lo puramente fantástico para entrar en la crítica social y someter a un feroz análisis a esa (ésta) sociedad de los avances tecnológicos, donde importa más un simple objeto (o, a veces, la simple posibilidad de descubrirlo) al que tan solo se le supone valor a priori, que la calidad de vida de millones. Es cierto que los navegantes se ofrecen voluntarios, pero la inexistencia de alternativas viables, dignas, les empuja a jugarse el pellejo en un viaje que, saben, puede no tener retorno, pero que para ellos es la oportunidad de dar un giro radical a sus, hasta el momento, miserables vidas.

Y el entramado social que lo ha propiciado todo ve libre de culpa su conciencia con la coartada del acto consciente y voluntario que supone el embarque de cada tripulante. Así, todos los cabos quedan atados y el sistema no es puesto en entredicho.

Espero que no hagan una película y la pifien como con
Solaris.

Cine de 2021 que ha pasado por estos ojos

A continuación dejo un listado de las películas de 2021 que han visto estos ojitos, junto con un enlace a la reseña que dejé en Filmaffinity...