sábado, 27 de julio de 2013

Accidente de tren de Santiago: sobre los actos y sus consecuencias

Siempre cuesta hablar de hechos tan desgraciados y catastróficos como el acaecido en Galicia con el descarrilamiento del tren Alvia. Las imágenes son tan impactantes que le dejan a uno paralizado, incapaz de ponerse en el pellejo de quienes han sufrido tan atroz experiencia. Imagínense, circular a 190 km/h en un tramo determinado como de 80. ¿Cómo pudo ocurrir?

Lo siento, pero me puede la vena visceral, a la cual me voy a abandonar por completo. Alguien que alcanza esa velocidad conduciendo un tren en una curva que los expertos consideran como de 80 km/h es, simple y llanamente, un homicida. Me da igual que ahora se especule con las señalizaciones, el peso de cabeza y cola del convoy o las insuficientes medidas de seguridad. El factor crucial fue la excesiva velocidad, y el responsable de ello ("la he jodido") es el que va en la cabina conduciendo. La ley puede calificarlo como quiera, pero en mi opinión lo ocurrido con el tren de Santiago de Compostela es un homicidio que tiene en el maquinista a su máximo culpable.

Es muy simple. ¿Cuántos accidentes se llevan contabilizados hasta la fecha en ese tramo de vía? Por lo que yo se, ninguno. Ergo, ni las señalizaciones defectuosas (de haberlas) ni las insuficientes (de serlo) medidas de seguridad fueron antes condicionantes suficientes para provocar infortunios como el que nos ocupa. Por la sencilla razón de que no se daba lo que provocó el accidente: superar en más del doble la velocidad permitida en un tramo curvo a cuatro kilómetros de la estación de Santiago. ¿De verdad nos hace falta esperar otras deliberaciones?

Vuelvo a repetir: 190 km/h frente a los obligatorios 80. ¿Es que hace falta mayor argumentación? ¿Es que los trenes no disponen de frenos y acelerador que obedecen los mandatos del maquinista? Me sorprenden las reacciones tendentes a no arremeter contra este hombre, en apariencia cargadas de cautela y precaución. Pero esto lo dejaré para el final.

A cuatro kilómetros de la estación de Santiago. ¿Cuándo pretendía frenar este hombre? Fuera un despiste, un acto de chulería o una acción deliberada, ya que parece descartada una indisposición u otro problema físico, espero que al infierno que le espera de por vida a este funcionario por causar la muerte de, hasta hoy, ochenta personas, le acompañe una buena pila de años en prisión. Simple y llanamente, se lo ha buscado.

No, no me estoy ensañando, pese a que pudiera parecer lo contrario. Es que estoy harto de que en este jodido país nadie asuma las consecuencias de sus actos. Si un conductor borracho provoca un accidente múltiple, es responsable de las consecuencias; si un médico se equivoca y amputa la pierna equivocada, es responsable de las consecuencias; si un controlador aéreo falla en el acercamiento de un avión, es responsable de las consecuencias. Y si un maquinista encara una curva de 80 km/h a 190 con su tren también es responsable de las consecuencias.

Porque en determinadas profesiones, esas consecuencias suponen el fin de la vida de personas. Hay que exigir esa responsabilidad, y hacerlo no debería ponernos en ningún disparadero. ¿O nos tiene que tocar de cerca para que lo hagamos? No, me niego a girar la vista hacia el Estado, el Gobierno o la autoridad que sea. Es uno de los grande males que hemos sufrido y seguimos sufriendo en este país: la culpa siempre es de otros, mayormente de las autoridades. El Estado es quien tiene siempre que asumir las consecuencias derivadas de los actos de sus ciudadanos.

¿Alguien compra un piso que, años después, no puede pagar? La culpa es del Gobierno por alimentar la burbuja inmobiliaria. ¿Una entidad financiera sufre pérdidas por el mal resultado de sus inversiones? Ahí está el Estado para rescatarla como si hubiera sido responsable. ¿Un sector comercial atraviesa una mala racha? Rápidamente apela al Estado para salir del bache. La tópica frase "la culpa es del Gobierno" es una impecable escapatoria para los que quieren huir de su deber, el comodín perfecto para eludir la pesada carga de la obligación. Un conductor de tren entra con su unidad a 190 km/h en una curva de 80 y...la culpa es del Gobierno, es irrelevante si del actual o del anterior. ¿Es que nadie ve el daño que, como sociedad, nos hace estar siempre renunciando a asumir la responsabilidad sobre las consecuencias de nuestros actos? ¿La inmadurez que se desprende de semejante conducta, que nos convierte en un país con una ciudadanía permanentemente tutelada? Cómo vamos a extrañarnos de que luego los políticos abusen de nosotros, si se lo estamos pidiendo a gritos. Queremos políticos honrados cuando no somos capaces de ser honrados con nosotros mismos.

Volviendo a esos supuestos llamamientos a la cordura y la ponderación que he visto por la red, llámenme retorcido, pero por desgracia percibo intereses espurios en tanta prudencia. Sospecho que los hay deseosos de que investigaciones posteriores determinen algún tipo de responsabilidad política que poder emplear como arma arrojadiza. Sencillo: si la señalización o las medidas de seguridad fallaron podemos culpar al PP, piensan unos, pero si toda esa instalación finalizó antes de su llegada al poder entonces es al PSOE al que le toca soportar el chaparrón, piensan los otros. Sí, estimados lectores, hasta este grado de cainismo hemos llegado en esta Españistán nuestra. La baza electoral se juega sin importar el calor que desprendan los cadáveres sobre la mesa. Así de asqueroso es el hedor que desprende nuestra atmósfera social, directamente contagiada de nuestro nauseabundo clima político.

viernes, 19 de julio de 2013

Los datos bautismales no sirven para realizar un censo de católicos

A través de Menéame he conocido un artículo del blog El Librepensador llamado Apóstatas: por qué la Iglesia no nos quiere borrar de sus listas y firmado por Patrocinio Navarro. Como apóstata que soy rápidamente pinché en el enlace a ver de qué iba la cosa, por si hubiera alguna novedad sobre el particular de la que no me hubiera enterado. Gran desilusión la mía, porque dicho artículo se basa en la sentencia del Tribunal Supremo (TS) emitida en septiembre de 2008 y, no es por ponerme medallas, de la que ya hablé a los pocos días. Pienso que el artículo incurre en varios despropósitos que merece la pena aclarar ya que, aunque mi ateísmo no es negociable, pienso que la búsqueda de la verdad no debe verse nublada por ventajismos ni criterios partidistas.

Como digo, soy ateo como el que más, por eso me duele ver como otros ateos malentienden la legítima e irreprochable lucha por separar Iglesia de Estado para embarcarse en una cruzada sectaria que no le hace ningún bien al movimiento laicista. Más al contrario, otorga argumentos en su contra al adversario al permitirle esgrimir la falta de rigor y sospecha de manipulación ante determinadas afirmaciones vertidas desde círculos opuestos al clericalismo de Estado.

Pero lo mejor es comenzar por el principio. Ya en el primer párrafo el autor patina gravemente al hablar de cuando el TS decretó que los libros bautismales no están sujetos a la ley de protección de datos (LdPD), por lo que liberaba a la Iglesia Católica (IC) de la obligación de borrarlos a petición de cada interesado como expresión final de su deseo de apostasía. Y patina porque dicha sentencia, según Patrocinio Navarro, se produjo "al amparo de un gobierno supuestamente socialista", es decir, desliza que con un ejecutivo socialista pata negra quizá tal cosa no se hubiera producido, con lo que demuestra que poder político y poder judicial, a juicio del autor del blog, no tienen por qué estar separados, al contrario que Iglesia y Estado. Oiga ¿qué mayor exhibición de separación de poderes que esa sentencia? ¿Acaso no es deseable algo así, o solo cuando la justicia decreta lo que no nos conviene?

Los jueces emiten sus sentencias conforme a las leyes que redactan los gobiernos y se aprueban el Parlamento. Si tanto disgusta que un ejecutivo del PSOE no actúe cuando gobierna de la forma que se le presume a una formación política de izquierdas no es culpa de los jueces. Acuérdese, pues, de estas cosas cuando le llamen a las urnas.

Luego el sr. Navarro habla de que la apostasía no está formalmente reconocida y que la IC se niega a aceptar peticiones de apostasía. Es cierto que, según lo leído en diferentes lugares, la diócesis que a cada uno le toque puede influir en el trámite del proceso y en la rapidez del resultado de la petición, pero yo debo hablar desde mi experiencia personal. Y tengo que decir que, en honor a la verdad, no me costó conseguir que la IC me considere fuera de su seno. Díganme si no que representa esta carta recibida tras cumplimentar todos los trámites para ser declarado oficialmente apóstata (en la etiqueta apostasía de este blog podrán leer los pasos que tuve que dar y mis impresiones in itinere). Textualmente dice:
Su nombre no figura ya en ningún tipo de listado, fichero o base de datos de la iglesia con lo que se garantiza de este modo que no será considerado miembro de la Iglesia con fines estadísticos.
Las leyes de la lógica dicen que basta un solo caso en que no se cumpla una proposición para considerar dicha proposición falsa, por tanto el autor de El Librepensador estaría difundiendo una falsedad en nombre del ateísmo, el laicismo y el librepensamiento. La munición para catolicistas de la que hablaba más arriba. ¿Hace o no hace daño algo como esto al mismo movimiento que parece defender? ¿Tanto cuesta cerciorarse de que lo que dice es cierto en todos los casos o solo se trata de propaganda de fácil consumo para lectores rendidos de antemano?

Más delante, y tras aportar otros datos con los que puedo estar perfectamente de acuerdo, Patrocinio Navarro carga contra las listas de bautizados, dándoles una consideración que el propio TS se encarga de retirar en la sentencia de 2008 que, según El Librepensador, está hecha a medida de la IC. Pero vamos a ver, ¿están los libros bautismales considerados ficheros o bases de datos con valor censal o estadístico? Léanse la noticia que alude a la sentencia de 2008: la respuesta es no. Desde el momento en que el alto tribunal sentenció en el sentido que lo hizo lo que ponga o deje de poner el los libros bautismales tiene la misma relevancia de las anotaciones que un aficionado a las atrología hace cada semana de las fases de la Luna. Los datos bautismales reflejan hechos ciertos: Fulanito fue remojado en agua por el sacerdote Menganito en la fecha tal del año Pascual... La apreciación que la IC tenga de esos datos carece de relevancia legal, no es información susceptible de ser presentada como argumento para recibir subvenciones u otra clase de privilegios. Estos se dispensarán por otros motivos, pero no por lo que haya escrito en los libros bautismales. Lo sentenció el TS en septiembre de 2008, y nadie puede pasar por alto esta resolución.

Así que referirse a las partidas de bautismo archivadas en las parroquias como justificante para recibir dinero del Estado o mantener privilegios medievales es meter la pata hasta el corvejón. A la IC no hace ninguna falta recurrir a estos registros, le basta con aferrarse al Concordato y al artículo 16.3 de la Constitución Española.

La LdPD no pinta nada en relación a los registros bautismales, no es una base de datos que pueda servir para crear un censo de católicos. Me atrevo a decir que no encontrarán ningún estudio censal, al menos a partir de septiembre de 2008, que ofrezca una cifra de creyentes católicos a nivel estatal basada en las anotaciones manuscritas de los curas de las parroquias españolas. Otra cosa es que a un ateo le disguste saber que su nombre figura ahí, pero en contrapartida tiene la satisfacción de saber que no podrá ser utilizado para nada que reporte más privilegios a la IC de los que ya tiene. A mí, particularmente, me basta. Eso, y la carta en la que me declaran oficialmente fuera de su arco de influencia.

Por lo tanto, el artículo de El Librepensador firmado por Patrocinio Navarro me parece muy desafortunado. Mezclar certezas, suposiciones y falsedades solo lleva a hacer indistinguibles verdad y mentira para el lector no militante, a menguar la legitimidad de la causa que se defiende y a una pérdida de credibilidad generalizada del movimiento ateo-laicista a ojos de quienes, si nos moviéramos desde el rigor y la honestidad intelectual, podrían llegar a simpatizar con nuestros postulados.

Porque la verdad es la verdad, la diga quien la diga y caiga quien caiga.

Cine de 2021 que ha pasado por estos ojos

A continuación dejo un listado de las películas de 2021 que han visto estos ojitos, junto con un enlace a la reseña que dejé en Filmaffinity...