martes, 22 de enero de 2008

El patriotismo de la izquierda española

Me parece que, en el caso de nuestro país, afirmar que la derecha sociológica se encuentra mucho más cómoda desfilando detrás de la bandera española que la izquierda es un hecho que no ofrece muchas dudas. En los últimos años, pródigos en manifestaciones más o menos multitudinarias convocadas desde ámbitos derechistas, hemos podido comprobarlo en numerosas ocasiones. Sin embargo, cada vez que se produce una concentración masiva de ciudadanos a instancias de colectivos de izquierdas donde los trapitos de colores tengan razón de ser, no son precisamente banderas rojigualdas lo que más destaca entre los asistentes. ¿Implica ésto que en dichos actos no hay exhibición de simbología representativa del estado? No. La izquierda también también es patriota y gusta de lucir sus símbolos.

No parece osado afirmar que la enseña tricolor de la II República goza de mayores simpatías y entre muchos integrantes de la izquierda sociológica. Cuando veo a uno de éstos izquierdistas portar una de éstas banderas me pregunto cual es la diferencia entre él y un derechista ufano de lucir los colores constitucionales (no hablemos ya de la simbología pre-constiticional), ya que ambos parecen orgullosos de verse representados por un símbolo creado para representar al estado, el mismo estado.

La izquierda no deja de ser tildada de antipatriota por esa derecha que se apresura a apoderarse de la simbología nacional vigente para patrimonializarla y hacerla suya. Aduce el conservadurismo patrio en su defensa que se ven espoleados a ello al ver cómo buena parte del progresismo nacional hace, llamémoslo así, dejación de simbología, como si las enseñas nacionales que hoy imperan en el estado español fueran un anatema para ellos. Y ello es leído por el espectro conservador como un menosprecio, una ofensa que les reafirma en su afán implícito de asociar la iconografía propia del país con su ideología.

El origen de esa alergia (tiendo a generalizar para establecer unos términos en los cuales se entienda lo que quiero expresar, pese a saber que no es un recurso recomendable) que la izquierda siente hacia los símbolos nacionales viene de un período histórico concreto, y aún reciente, como fue el franquismo. Aún hoy día, desde amplios sectores progresistas se identifica la exaltación de los símbolos nacionales con la que, durante casi cuarenta años, se hizo desde un estado dictatorial que reprimía duramente la disidencia. Se relacionan con la dictadura imágenes e incluso valores que entonces se hicieron fuertes por la vía de la coacción y el miedo, creando un poso de rencor que aún dura hoy día en miles de españoles que vivieron aquella época.

¿Esas personas sienten un desapego, cuando no rechazo, hacia todo lo que huela a patriotismo? En mi opinión no. Sencillamente, el patriotismo lo vinculan a otros valores no enlazados con los que consideran heredados por la simbología estatal de ahora sino a los que descollaban antes de que el franquismo se los llevara por delante. De ahí la profusa utilización de la bandera republicana en mitines y manifestaciones de corte izquierdista. La izquierda es patriota, sí, pero reclama su derecho a serlo bajo unos valores que una vez fueron de todos y que fueron pisoteados por un golpe de estado y duramente reprimidos por una larga y severa dictadura. Y para ellos, esos valores van asociados una simbología concreta.

Pero, ¿es justo que la bandera o el himno constitucionales arrastren las consecuencias de haber sido utilizados por un dictador como enseña de un régimen atroz, habiendo sido recuperados para la causa democrática? Supongo que no, pero de igual forma tampoco fue justo que millones de personas vieran su vida devastada porque un puñado de militares quisiera imponer por la fuerza sus ideales y su forma de entender la vida a todo un país.

En suma, la izquierda es patriota. Lo que no quiere es compartir su sentimiento junto a quienes juzgan herederos ideológicos de los que trataron de aniquilar su sentir patriótico; junto quienes se envuelven orgullosos en la rojigualda mientras se adhieren a posturas reaccionarias que les retrotraen a épocas pasadas y dolorosas. Aunque tal vez ese sea un error de cálculo. La derecha post franquista se ha mimetizado con el panorama democrático español y, en gran medida, ha terminado por aceptar sus modos y maneras de igual forma que ha aceptado el escudo constitucional a cambio del águila de San Juan, sin que ello le haya supuesto renunciar a gran parte de los valores que el pollo representó durante la dictadura, los cuales cada vez tienen menos complejos en reivindicar.

Quizá ese pragmatismo, ese saber renunciar a unos máximos utópicos para ir asegurando unos mínimos, plasmado en esa capacidad de mimetización que aludía a cierta derecha (recuerdo que la generalización solo era un recurso retórico), sea una asignatura pendiente en un importante sector de la izquierda española. Tampoco hay tanta diferencia entre la España actual y la que ellos añoran, no tanta como para situar un muro infranqueable entre una bandera y otra, entre un sentir patriótico y otro.

1 comentario:

  1. Tienes razón Flashman. A mí la bandera española constitucional no me parece mal, pero lo que no admito es la del pollo, que es claramente franquista. De todas formas no me gustan mucho las banderas ni los himnos, la exaltación patriótica, venga de donde venga, suele traer problemas.

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