martes, 29 de abril de 2008

Hollywood se la tiene jurada al universo Marvel

Hollywood se la tiene jurada al universo Marvel. Es la conclusión que uno saca al visionar las adaptaciones que La Meca del cine ha venido realizando de un tiempo a ésta parte sobre diversos personajes del mundo del comic ideados por Stan Lee. El desastre comenzó con los X-Men, continuó con Spiderman y Daredevil y alcanzó su cénit con Los 4 Fantásticos y las secuelas del hombre araña. Ahora es el turno de Ironman, el mítico Hombre de Hierro que, para añadir aún más sal a la herida, es el superhéroe que con más frecuencia pobló las fantasías épicas de quien suscribe durante su tierna infancia.

Hace algunos años la editorial Fórum reeditó en España los números originales de un relevante catálogo de personajes Marvel desde sus primeros ejemplares. En el caso de Los Vengadores, el mayor supergrupo de héroes de la galaxia maveliana, llegaron hasta el volumen 32. Y los adquirí todos. Fue una experiencia fantástica volver a revivir aquellos enfrentamientos míticos entre el grupo comandado por Iron Man, Thor y el Capitán América contra una legión de supervillanos con permanente fijación por conquistar el planeta. Pero también fue decepcionante en otro aspecto. Vistas desde una perspectiva adulta, muchas de sus historias y aventuras, resultan absolutamente pueriles, infantiloides y simplonas. No profundizaré en el contexto en el que muchas se desarrollaban (principalmente de guerra fría, hablamos de los años 60 y 70 del pasado siglo) ya que a ojos de un chaval deslumbrado por los superpoderes y los uniformes llamativos (y qué ridículos son esos uniformes desde una perspectiva adulta) era imperceptible. Es fácil para un niño identificarse con valores absolutos como los que vendían aquellas historias, plagadas de buenos muy buenos y malos terriblemente malos.

Todo esto viene a colación porque la óptica con que la industria cinematográfica estadounidense ha abordado las adaptaciones del comic Marvel es igualmente simplona, trivial y por momentos patética. Se omiten las notables lecturas extraibles de un mundo poblado por superhéroes llevados a cabo en la reciente serie Civil War; o en esa revisión desde un punto de vista de mayor verosimilitud (todo lo verosímil que puede ser un comic de éste tipo) de Los Vengadores llamada The Ultimates. Por el contrario, se prima la óptica adolescente, la nula profundidad de historia y personajes y todo lo que lleve a convertir el producto en un rompetaquillas veraniego o navideño.

Es curioso, por tanto, que X-Men sea la primera de la catarata de adaptaciones que se han gestado desde entonces. Se puso un cierto empeño por conseguir un producto más sólido y adulto, desde la propia historia, con un trasfondo extrapolable a la problemática tangible del racismo y el miedo al diferente, hasta la elección del elenco artístico, nutrido de profesionales solventes: actores como Ian McKellen, Halle Berry, Hugh Jackman y un director con buenos antecedentes como Marc Singer. Y la experiencia no fue mal, pero fue el pistoletazo de salida, un inicio prometedor (aunque sin exagerar) y, como tal, debía ofrecer mucho para generar expectación. Pero una vez asentado el nuevo fenómeno, llega la hora del relax creativo y de los blockbusters.

La clásica frase ”segundas partes nunca fueron buenas” se aplica principalmente a secuelas provenientes de películas que han dejado huella o que se han significado por sus cualidades artísticas o técnicas. Hoy día las secuelas se filman casi al mismo tiempo (o inmediatamente después) que la cinta que le da origen, caso de Matrix o Spiderman y, en las adaptaciones que el cine hace del comic, no cabe hablar de segundas partes que deslucen el original porque el propio original ya nace deslucido, convertido en un producto de consumo para regalar con el big mac.

La trilogía de Spiderman (que amenaza con deyectar un nuevo aborto) es un compendio de todos los defectos que asolan las últimas traslaciones del cómic al cine: guiones inverosimiles, situaciones estupidamente tópicas que escarban en una mojigatería que haría enrojecer de vergüenza al reparto de Sonrisas y Lágrimas, diálogos plagados de clichés manidos, efectos digitales absolutamente intragables por su escaso realismo y pertinaz ausencia de carisma en los personajes contrapunto del héroe (salvo quizá el Magneto de Ian McKellen en X-Men; no se salva ni Willem Dafoe como Duende Verde en el primer Spidey), que no son más que patéticas y estereotipadas caricaturas. Un director como Sam Raimi, especializado en rodar comics camuflados de películas y unos insufribles actores, en éste caso Tobey McGuire y Kristen Dunst, que comparten la cualidad de que sus esfuerzos por sonreir nunca pasan de la simple mueca, eran el colofón necesario para tamaña sarta de despropósitos que es la saga Spiderman.

No he tenido la ocasión de visionar Daredevil, pero contemplar al cabeza cuadrada de Ben Affleck enfundado en el ajustado traje escarlata del mítico Dan Defensor, y siguiendo premisas como las arriba expuestas, es algo que no creo merecedor de dos horas de mi tiempo. Y claro, con precedentes como los tres Spiderman, con las dos películas de Los 4 Fantásticos pasó lo que tenía que pasar: no me parecieron tan malas. Corríjome: son basura, pero comparativamente hablando, su grado de soportabilidad es superior. Sus protagonistas arrasarían en un certamen de ausencia de carisma, en especial el desconocido Julian McMahon interpretando a un supervillano, el Dr. Muerte, que pasa por ser uno de los más carismáticos de todo el universo Marvel.

No quiero dejar de citar una adaptación de Marvel que ha obtenido peor favor por parte de la taquilla, pese a lo cual se anuncia su inminente secuela: se trata de Hulk. Dirigida por un director de prestigio, Ang Lee, y con intérpretes de sobrada reputación como Eric Bana, Jennifer Connelly y Nick Nolte, es la excepción que confirma la regla. No es una cinta plenamente satisfactoria (ese Hulk digital...) pero se sale de la norma precisamente por contravenir, aparte de lo ya dicho, mucho de lo que define a sus hermanas como despojos cinematográficos: se indaga en la naturaleza de los personajes, se les dota de cierta profundidad, se trata de evitar la caricaturización del villano de turno... En definitiva, es un producto tratado desde una óptica más adulta y sin pensar (o al menos no únicamente) en el público adolescente. Quizá por eso la respuesta comercial fue peor. No en vano, ¿quiénes son los que llenan mayoritariamente las salas de cine de todo el mundo?

Amenazan con llevar al celuloide a Thor, al Capitán América y hasta a los mismísimos Vengadores, pero de momento es el turno de IronMan. El multimillonario y prodigio de la ingeniería Tony Stark llega en la piel de Robert Downey Jr., un actor con el que comparte una vida personal ligada a las adicciones y al que el espaldarazo comercial le puede llegar superada la cuarentena. No espero gran cosa, quizá la ausencia de actores jóvenes con tirón entre la chavalería sea síntoma de búsqueda de algo más que fuegos de artificio con los que vender palomitas. Pero como digo, mis espectativas son bajas.

1 comentario:

  1. Bueno, es cierto que Marvel las está pasando canutas, pero ya le tocaba: DC ya tuvo que pasar por su pequeño infierno muchos años antes. Tal vez las películas Superman y Superman II tuvieran cierta calidad, pero el resto de secuelas son un cagarro increíble. Otro tanto le pasa a las de Batman; la primera no está mal pero las demás son una bosta.... hasta que llegó Batman Begins, que es cojonuda.
    Así que no desesperes, tal vez algún día un director haga una buena adaptación de Marvel. No sé, tal vez de los Power Pachyderms :-D

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