He de confesar que mi escepticismo era total y absoluto, no confiaba nada en que España superara los cuartos de final de la Eurocopa. Nuestro nulo palmarés en las últimas décadas, el legendario complejo de inferioridad con que los futbolistas españoles afrontaban cada envite con uno de los grandes (Italia, Alemania, Inglaterra, Brasil...) y aquello de la falta de carácter ganador de nuestros jugadores no me llevaban a imaginar otro resultado que el de la derrota en cuartos, precisamente ante un grande. La realidad, por el contrario, ha venido a darnos un revolcón a los críticos.
España dio una tunda a Rusia en el primer partido, aunque no sin mostrar algunas lagunas; ganó in extremis y sufriendo a Suecia tras arrollarla en el segundo tiempo, aunque sin excesivos alardes técnicos; superó a Grecia cuando ya no se jugaba nada, sobre la bocina, con los suplentes y tras ir perdiendo. Hasta ahí bien, lo previsto, España rinde en las primeras fases. Luego llegó Italia, uno de nuestros cocos y de esos equipos que parecen predestinados ser bendecidos por la suerte. Y los miedos reaparecieron. No se hizo un partido de ensueño, pero no se perdió el sitio y España supo hacer su juego sin estar a expensas del rival, aunque sin cristalizarlo de cara al gol. En los penaltis, Casillas adivinó más intenciones que Buffon. Si ésto es suerte o acierto que lo digan los entendidos.
Con Italia en la cuneta, fusilada de una santa vez la tradición, encaramos la semifinal contra Rusia, por segunda vez en ésta Eurocopa, con más seguridad en las propias posibilidades pero sin perder la compostura. La exhibición de Arshavin y sus compañeros ante Holanda era un toque de atención para no dormirse en los laureles. Un primer tiempo de mucho respeto mutuo no dejó espacio para florituras, pero el despliegue de España en la segunda parte terminó con las dudas: el equipo español aplastó a una Rusia que apenas podía llegar a tocar el balón y se ganó el pase a la final con todos los honores. El combinado nacional había superado con éxito dos desafíos cuando la decepción era el premio que tradicionalmente recibían las esperanzas de los aficionados.
La final fue un partido duro, ante unos rocosos alemanes confiados en su fortaleza física y su superioridad en el juego por alto. Pero perdieron la final sin haber creado una sola ocasión de gol clara, mientras que España pudo haber ganado fácilmente con un par de goles más en su casillero. Su juego no me pareció tan espectacular como los medios patrios aseveran, entregados desde hace días a una desmesurada euforia propia de hooligans, pero fue suficiente para certificar la superioridad de la roja. En la final y en toda la competición.
Es cierto que la estadística y la historia jugaban en contra del combinado de Luis Aragonés, pero éste, tras el fracaso del mundial de Alemania, ha sabido sobreponerse y crear un equipo al que profesa una fe ciega, fe sustentada en realidades sólidas a la vista de los hechos. España lleva contando durante los últimos años con jugadores de calidad suficientes para conformar equipos capaces de ganar títulos, pero fuera lo que fuese lo que les impedía rendir en las situaciones clave ha desaparecido en Austria y Suiza.
Ahora, España ya está en lo más alto, se ha ganado a pulso el respeto del que disfrutan las selecciones clásicas, está entre los grandes y su triunfo en la Eurocopa es su candidatura al título mundial en Suráfrica dentro de dos años. Esto no es un exceso, ya no. España acudirá a ese torneo como campeona de Europa, aval suficiente para postularse como seria aspirante al cetro planetario. La media de edad del equipo español asegura la presencia del bloque central en la cita africana, pese a que para entonces se vaya a contar con un seleccionador diferente.
Y, por supuesto, me alegro de haberme tenido que tragar mi escepticismo.
Si soy sincero, he de reconocer que no me alegró demasiado que España ganase la Eurocopa, no por el hecho en sí (cosa que me es más bien indiferente), sino por el falso patriotismo que conlleva.
ResponderEliminarMe he cansado de ver como la gente coreaba el nombre de España y sacaba banderas a la calle y decía lo muy español que se sentía porqué la "selección nos representa a todos", porque "mi país ha ganado la Eurocopa". Entonces es cuándo pienso ¿la selección de baloncesto no los representa?¿y la de hockey hierba o waterpolo?¿Por qué cuando ganas las demás selecciones que no son las de futbol la gente no se siente tan orgullosa de ser española? Es su país igual, ¿no?
Otra cosa que ha pasado y que me mosquea bastante, es que con el futbol (no sólo con la selección) hay total impunidad para hacer ruido más allá de las 10 de la noche... es decir, gana el equipo de futbol que te gusta o la selección y puedes ponerte delante de un hospital por la noche a tocar el claxon que todavía te reirán las gracias, eso sí, si tu equipo o selección de otro deporte hace lo mismo olvídate porqué de la multa no te vas a librar...
En fin, felicidades para todos aquellos que se sientan orgullosos de la victoria, yo como utópico antipatriota (antes de que me acusen de nacionalista) me siento indiferente.
Saludos.
No soy fanático futbolero, pero las grandes competiciones sí me gusta verlas, y hemos tenido la suerte de que en ésta Eurocopa se han visto buenos partidos.
ResponderEliminarEl espectáculo de las masas por las calles enfundadas en la rojigualda a mí también me huele a rancio, no es algo que yo haría. Es cierto que el patriotismo y esa camaradería que se nos quiere transmitir son más falsos que Judas, pero conozco a gente que vive éste deporte como si fuera su fin último en la vida. Es algo que nunca entenderé, quizá sea una forma de llenar un hueco en su vida que de otro modo permanecería vacío.
En efecto, la dictadura futbolera en España es bastante vergonzosa, no hay más que ver la sección deportiva de los telediarios, donde un pedo del Raúl es más noticiable que un título en waterpolo. Y ello es extensivo a las demostraciones de júbilo tras un partido. A mí me indigna que se copen espacios públicos para celebraciones cuando el Madrid gana la Liga (hablo de Madrid porque es lo que me toca), pero también cuando se corta la Castellana en el final de la Vuelta ciclista. En éste caso, creo que la respuesta popular hacía evidente que, aunque no nos guste, ese acaparamiento de espacio público estaba respaldado por una gran cantidad de ciudadanos.
Sobre el orgullo, será la edad pero ya no me motivan tanto éstas cosas como cuando era más joven. O será desde que tengo prioridades en mi vida que restan mucha importancia a éste tipo de eventos.
Y en la línea de lo que has escrito, te recomiendo éste artículo que he visto en el blog de Cordura. Creo que te puede gustar.
Saludos.
Durante este Campeonato de Europa yo he visto más fútbol que durante los últimos 15 años, pero además he "disfrutado" de la presencia de los forofos holandeses que dieron vidilla a Berna, probablemente la ciudad más tranquila de Europa.
ResponderEliminarYo no me haría demasiadas preguntas sobre este asunto, sinceramente.