Ésta semana se ha conocido la sentencia por el asesinato de María Rosario Endrinal, la indigente que fue quemada viva por unos jóvenes en el recinto de un cajero automático barcelonés en 2005. Dejaré aparte lo que es propiamente la condena porque seguramente concurrirán elementos a modo de atenuante que, sin la sentencia en la mano, no considero adecuado valorar. A priori me parece una condena escasa, y más cuando se estima que hubo alevosía. Pero ahí me quedaré.
Prefiero referirme a otro aspecto que está pasando más desapercibido y que me parece merecedor de algún tipo de condena moral.
El fallo declara a ambos procesados responsables civiles y les condena a indemnizar conjuntamente a la madre de la indigente y a la hija con 46.000 euros por el daño moral, pese a que la mujer no convivía desde hacía tiempo con su familia.Es decir, María Rosario contaba con familiares que podían ayudarla y, aún así, se encontraba viviendo en la calle y durmiendo en donde podía. No digo que no pudiera haber problemas familiares que provocaran distanciamiento o incluso una ruptura total de relaciones, a veces ocurre en las familias. Pero dada la situación -repito, María Rosario viviendo y durmiendo en la calle teniendo una madre y una hija que no se hacían cargo de ella- ver como ahora, gracias al crimen cometido por éstos dos hijos de puta, quienes vivían del todo al margen de la fallecida pese a tener su misma sangre son recompensados con 46.000 euros por "daño moral" me deja completamente perplejo.
Tengo entendido que, en un juicio, las indemnizaciones las fija la parte denunciante. Pocas veces la cuantía final determinada por el juez coincide con la solicitada, sino que ésta suele reducirse sustancialmente; por tanto, es muy posible que la madre y al hija de María Rosario pidieran aún más dinero del que van a percibir por la pérdida de un familiar al que tenían absolutamente desatendido.
Que todo el desprecio de la sociedad caiga sobre los asesinos de María Rosario Endrinal, pero me parece que, aunque sea en muy escasa medida, algo de ese desprecio debería recaer también sobre su madre y su hija. Si no por condenarla a vivir en la miseria, porque no quiero jugar a juez de una situación cuya globalidad desconozco, sí por un comportamiento a posteriori más propio de aves de rapiña.
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