Audición (Odishon, 1999). Ésta es una película japonesa que muchos consideran de culto. En ella, el protagonista es un viudo que, después de años de soledad tras fallecer su esposa, decide acudir a un casting cinematográfico montado ex profeso por un amigo para conseguirle pareja. Allí conoce a una joven por la que se obsesiona, lo cual le deparará mayor sufrimiento (y no sólo psicológico) del que podía esperar. Lo que en su primera mitad sigue el curso de una convencional trama sentimental da un vuelco a partir de su ecuador para adentrarse poco a poco en terrenos mórbidos y enfermizos con buenas dosis de horror físico, aunque sin mostrar en exceso. Pretendidamente profunda, no termina de hacer llegar mensaje alguno, producto de un montaje confuso quedando eclipsado cualquier atisbo de hondura bajo el despligue sadomasoquista de su último tercio.
Ironman (2008). Pocas esperanzas tenía yo en ésta adaptación de mi personaje favorito de Marvel pero, como otras veces me ha ocurrido, mis paupérrimas expectativas se han visto gratamente desbordadas por el resultado. Ironman es una película con buen ritmo, construida desde una perspectiva de verosimilitud (dentro de lo que es el cine de super héroes, entiéndase) haciendo girar todo alrededor de una ficticia tecnología hiperdesarrollada, pero aún bajo control humano. Te permite pasar un buen rato sin sentir que están insultando tu inteligencia con escenas ridículas hasta el vómito o tópicos diálogos de patio de colegio de monjas. Una peli de super tipos de fácil digestión para los no habituales del mundillo de los héroes de leotardos ajustados, y con cierto tono pacifista en su tratamiento de la política de comercio de armas, lo que le da una solidez intelectual fuera de lo común en éste tipo de cine.
WAZ (2007). Nacida a rebufo de la saga Saw, ésta película protagonizada por secundarios poco conocidos es una vuelta de tuerca en la temática, iniciada en Seven, de los asesinos en serie con métodos de trabajo digamos originales. Ahora lo que el criminal de turno consigue es que una de sus víctimas mate a un ser querido para detener la tortura a la que está siendo sometido. Inciso, ¿qué será lo próximo que inventen los guionistas de Hollywood? Porque la moda parece ser que el asesino no lo sea más que de forma indirecta, pero en fin, ya es otra cuestión. El caso es que intentan dotar a la cinta de cierta profundidad científica introduciendo el concepto del gen egoista en la motivación última del homicida, modelos matemáticos incluidos. Pero en mi opinión no está conseguido, a lo que se une que a mitad de película ya se desvela la identidad del asesino, la cual te deja bastante indiferente, por cierto. Es de esas pelis que cuentan con un buen punto de partida, con buenos mimbres, pero que finalmente se queda en un quiero y no puedo. Y más con referentes tan conocidos como los citados, en cuya comparación sale siempre perdiendo.
Persépolis (2007). Prestigioso largometraje animado sobre las vivencias de una chica iraní en busca de su identidad. La protagonista ve transcurrir su vida desde la infancia hasta la madurez en el marco de la reciente historia de Irán, desde la época del Sha hasta la consolidación de la revolución islámica, inclusive una malograda estancia en la rica y moderna Europa. Constituye no solo una denuncia del extremismo fundamentalista musulmán sino también de la exclusión con el que la sociedad occidental premia a quienes quieren habitar en ella pero no han nacido en su seno. También del abandono al que esa misma sociedad somete a sus hijos en contraposición a la protectora cultura de familia vigente en la antigua Persia. Que aquí cobran todos, vaya. Cae en algunos tópicos generalistas pero se deja ver con cierta soltura.
Las mujeres de verdad tienen curvas (Real women have curves, 2002). Agradable comedia sobre cómo aceptarse a uno mismo y no morir en el intento. Una adolescente latina de carnes prietas (la prota de la versión americana de Betty la fea) y residente en los USA, no tiene ningún complejo respecto de su peso al contrario que su tradicional madre, convencida de que con ese físico nunca podrá casarla como Dios manda. Nuevo episodio de choque generacional en el que el idealismo juvenil trata de no verse arrastrado al abismo de la frustración por el conservadurismo adulto. Es una peli optimista que se ve sin mayor esfuerzo.
En el valle de Elah (In the valley of Elah, 2007). Éste melodrama familiar con la guerra de Irak como telón de fondo está contado desde la contención y huyendo de la toma de postura que implica toda mención al conflicto irakí. Un ex-militar retirado intenta averiguar el paradero de su hijo, destinado en Irak, una vez que su pelotón (o compañía, o lo que sea) regresa sin él a casa. Para ello sólo cuenta con la ayuda de una oficial de policía, blanco habitual de bromas machistas por parte de sus compañeros de trabajo, cuya amistad se gana a duras penas. En ésta cinta nuevamente se nos habla de la crueldad de la guerra y de los efectos que causa en personas aparentemente normales, despojándolas de aquello que nos define como humanos. No entra en la crítica política, sino que sus miras son más amplias. Muy emotiva, no es recomendable si uno está al borde de la depresión.
Leones por corderos (Lions for lambs, 2007). Con un reparto escaso pero contundente (Tom Cruise, Meryl Streep y Robert Redford, que también es el director) queda compuesta lo que podríamos denominar como una apelación al compromiso ciudadano. Una periodista de inclinaciones progresistas (Streep) ve tambalear sus principios tras interrogar a un congresista republicano (Cruise) mientras un profesor universitario (Redford) trata de despertar la conciencia ciudadana y participativa del que cree su mejor alumno. Otro ejemplo de cine político enmarcado en un conflicto bélico actual (aquí es Afganistán) que huye de maniqueismos para dar ocasión a cada postura de explicarse y aducir sus razones, de forma que sea el espectador quien extraiga conclusiones. Película de diálogos de esas que dan pie al debate.
Líbranos del mal (Deliver us from Evil, 2006). Escalofriante y perturbador documental estadounidense sobre el sacerdote Oliver O’Grady, uno de los mayores pederastas que ha conocido la Iglesia Católica y que hoy vive libre de toda responsabiliadd penal en su Irlanda natal tras ser deportado de los USA. Lo más estremecedor son las declaraciones que el propio O’Grady hace frente a la cámara, hablando sobre los abusos que cometió (incluido un bebé de nueve meses) con la indiferencia propia de un psicópata. Pero no menos estremecedor, por lo indignante, fue como la jerarquía católica norteamericana se las apañó para ocultar sus fechorías en California trasladándole de diócesis en diócesis pese a ser conocedores del mostruo al que amparaban. Denunciar tamaña aberración es uno de los principales propósitos de éste valiente documental que te deja mal cuerpo por la envergadura de la corrupción descrita.
Yo soy Sam (I am Sam, 2001). Éste lacrimógeno dramón podría servir para nutrir las sobremesas dominicales de Antena 3 de no ser por lo renombrado de sus protagonistas, Sean Penn y Michelle Pfeiffer. Él es un discapacitado intelectual de quien las autoridades dudan sea capaz de cuidar debidamente de su hija de cinco años; ella es una abogada de éxito y escasos escrúpulos que accede a defender su caso en los tribunales para demostar que también puede ser altruista (así, como quien no quiere la cosa). No digo que la peli no contenga momentos de sincera emotividad, pero es que es un no parar de situaciones que buscan convertir la platea (o el salón de casa) en un mar de lágrimas, de ahí quizá la inclusión del amigo paranoico como elemento pseudohumorístico. Quizá la historia lo pide, pero uno no puede sacudirse la sensación de estar viendo uno de esos telefilmes de fin de semana, con la salvedad del reparto estelar.
He visto las de "Iron man", "En el valle de Elah", "Leones por corderos" y "Yo soy Sam". Me gustaron y coincido más o menos en tus reseñas (aunque yo sí que vi algo de crítica política en "En el valle de Elah").
ResponderEliminarPendientes tengo "Audition", "WAZ" y "Líbranos del mal" (quizá también "Persépolis", ya veremos).
Saludos.