No acostumbro a utilizar esta bitácora para hablar de mí, pero tengo necesidad de sacar afuera lo que llevo dentro. Hoy en el trabajo nos han pasado un papel en el que debíamos consignar nuestra intención de acudir o no a nuestro puesto el próximo día 29, jornada de huelga general. Notaba que me desgarraba por dentro mientras escribía mi nombre y me identificaba como empleado, pasando a continuación a sentir una profunda decepción hacia mí mismo. No he tenido valor para hacer otra cosa. No paro de repetirme que si esta situación se da 20 años antes y sin cargas familiares a mis espaldas jamás hubiera consentido tal coacción; que ahora hay personas que dependen de mí y que no puedo poner su bienestar en juego por una cuestión de convicciones personales. Me parecen argumentos de notable utilidad práctica, pero que desde la óptica del amor propio y la dignidad personal me dejan profundamente insatisfecho.
He cedido, he permitido que pasen por encima de mí. Pregunté a un veterano de la empresa y me confirmó lo que ya había oído antes: según su criterio y a tenor de su experiencia, quien haga huelga el día 29 sufrirá represalias. ¿Cómo puedo estar seguro? Por un lado, tengo su testimonio con dos décadas de experiencia detrás; por otro, el papel que se chiva por anticipado de los empleados díscolos. ¿Puedo permitirme la duda? Los últimos que se atrevieron a ejercer su derecho a la huelga, me dice, terminaron en la calle. La situación laboral vigente entonces del sector al que pertenezco facilitaba la osadía. Había alternativas. Ahora, siendo mi sector el más golpeado por la crisis, solo quienes disfrutan de una posición más segura se la juegan. No, no me vale, no me sirve como justificación moral saber que he hecho lo único que podía hacer para salvaguardar mis intereses más cercanos. Porque mis intereses son también los del resto de la clase trabajadora, los del resto de asalariados que, como yo, ven cómo se produce un recorte en nuestros derechos como no se conocía desde hace décadas. Y que comprueban cómo la clase dirigente, hipócrita, corrupta y codiciosa en extremo se enriquece en forma directamente proporcional al empobrecimiento de la mayoría. Y yo me he visto agachando la cabeza ante todo ese cúmulo de felonías. Tragar saliva es lo único que se me ha ocurrido hacer.
Espero que la huelga del día 29 sea un éxito. Me solidarizo con quienes, al igual que yo, renuncian a su legítimo derecho a realizar la huelga por temor a perder lo poco que tienen. Un sueldo menos en casa es hoy día una tragedia familiar y una carga adicional para el Estado, el cual se encuentra en un proceso de derribo del que pocos saben en qué situación saldrá, pero o mucho me equivoco o lo de ahora ha llegado para estar muchos años con nosotros. Solo encuentro una objeción a la huelga, y es que celebrada en tiempo de crisis garantiza que lo que yo he descrito en esta entrada se multiplique por tropecientos. Pedir este esfuerzo cuando mantener el empleo ya supone uno muy grande sería lo más cuestionable de la convocatoria, dejando a un lado polémicas sobre sus convocantes.
Conseguir que el trabajador se sienta como hoy yo me siento, hundido y desmoralizado, es una de las metas de ese empresariado sin escúpulos. No dejen, si está en su mano, que les pase lo mismo. Hay que protestar en la medida que se pueda. Les dejo con un par de comentarios escritos en El Descodificador, el blog de Javier Pérez de Albéniz, lugar en el que unos cuantos comentaristas parecemos camino de formar una pequeña comunidad. Son del mismo autor, firma como RRR y deberían ser de obligada lectura para aquellos que aún piensan que la lucha obrera es cosa del pasado. AQUÍ y AQUÍ.
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El testimonio, en efecto, no deja de resultar desgarrador. En un caso así, mi opinión es la de que nadie debe meterse en la conciencia de nadie.
ResponderEliminarLo bonito, pese a todo, es que junto al pesar por la (auto)decepción, sigas expresando tu apoyo a la huelga y tu deseo de que triunfe.
Ánimo y saludos.
[Por cierto, el proceso de editar aquí, antispam incluido, está haciendo cosas muy raras... y muy cargantes.]