Dada la gran aceptación que en su día tuvo la entrada Grandes obras de la arquitectura y la ingeniería me parece una buena forma de comenzar el año con un segundo capítulo en el que se pongan de manifiesto las inigualables dotes humanas para la chapuza. Seguro que quienes disfrutaron con la primera entrega no se sentirán defraudados con esta nueva edición.
Comenzamos con la aplicación práctica de aquella máxima que dice que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta. O quizá el arquitecto tenía en mente a ese padre de familia que, después de tres frenéticas horas en el Carrefour, solo piensa en dejar el coche con el maletero rebosante en su aparcamiento, sin importarle en qué condiciones llegue. Seguro que esta rampa vulnera varias normas de obligado cumplimiento, entre ellas la ley de la gravedad.
Seguimos con un buen ejemplo de lo que la crisis puede acarrearle a la obra pública. Uno no acierta a averiguar si se quedaron sin material para el trozo que falta o solo pretendían gastarle un bromazo a los peatones invidentes.
Si Picasso hubiese sido arquitecto ¿hubiera extrapolado así el cubismo al mundo de la arquitectura? Probablemente no, Picasso no podía ser tan burro.
El folleto promocional probablemente rezaba: "Piso céntrico, bien orientado, con terraza MUY LUMINOSA". O también puede ser una promoción especial de viviendas destinada a rumanos: "el Ayuntamiento garantiza la renovación semanal del cobre de la farola".
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