martes, 17 de julio de 2012

Que no nos engañen sobre la responsabilidad de la crisis

España es un país en permanente división, y ello no es producto más que de la envidia endémica que padecemos como pueblo. Quedar por encima del vecino es obsesión, y si vemos que éste tiene algo que nos gusta no descansamos hasta arrebatárselo o conseguir algo que lo supere. Hoy día, el español que se siente parte de un grupo social lo defiende a capa y espada porque es algo "suyo", pero también por oposición a otros grupos "rivales" con un pensamiento diferente. Esto es aplicable a ámbitos deportivos, políticos, ideológicos o sociales. Dejar al grupo rival a un nivel inferior equivale a una victoria que hincha el ego y refuerza las propias posiciones. Cuando lo contrario se produce el objetivo es igualar por abajo para, una vez inmersos ambos en la mediocridad, nuevamente atacar para colocarse en la cima. No importa si el reinado es sobre una montaña de escombros, lo importante es estar más arriba que el otro.

El nuestro es, efectivamente, un país dividido. Tradicionalismo frente a modernidad, conservadores frente a progresistas, religiosos frente a seculares, meseta contra costa, centralismo vs. descentralización, monarquicos vs. republicanos, burguesía frente a clase trabajadora, partidarios del Estado frente a los que quieren desmantelarlo. Ahora, la crisis y quienes sacan provecho de ella impone novedosos modelos de enfrentamiento amparados en nuevas servidumbres: autónomos frente a asalariados, funcionarios frente a no funcionarios, parados frente a trabajadores...


Y el ciudadano cae en la red que le han tendido y se embarca en la dinámica que le proponen. Porque su indiferencia y falta de compromiso le lleva a no tener ideas generales sobre prácticamente nada. No puede juzgar los hechos que tiene delante porque carece de elementos de juicio para hacerlo. Su desmovilización está cronificada y se limita a seguir el compás del grupo al que siente pertenecer y que le hace sentir arropado. Basta con que le pongan el trapo rojo delante que embestirá como un Vitorino. Una sola voz y correrá a ponerse el primero en la fila. La falta de criterio es un mal que tiene su semilla en puntos dispersos pero puede acabar haciendo enfermar a todo un país.

Quiero decirle a este ciudadano indiferente que le están engañando. Le están diciendo, sibilinamente, que debe estar en contra del funcionario, o del parado, o del autónomo, depende de a que grupo social pertenezca. No. Es falso, o al menos no completamente verdadero. Los responsables de que nuestro país está a un paso de la ruina son los que lo han venido gestionando desde una serie de años para acá. Que no le engañen, estimado lector. Usted solo es culpable por haberles votado. Pero ocurre que durante cuatro años un gobierno puede actuar como le venga en gana en el sentido de completamente a espaldas de los ciudadanos. Durante ese periodo nada se puede hacer desde la calle salvo protestar, hacer presión mediante el ruido. Y esos gobernantes trabajan para que las cosas sigan así e impedirnos ejercer un control que cada día se antoja más necesario. Los obstáculos son aún insalvables.

Son esos gobernantes, pasados y presentes, esos que ahora nos exigen sacrificios los que no hicieron nada mientras nosotros les pagábamos para que velaran por nuestro bienestar. Los que se gastaron nuestro dinero siguiendo criterios que el tiempo ha demostrado absolutamente deformes. Los que en lugar de gestionar el presente para garantizarnos un mejor futuro se dedicaron a hipotecar ese futuro para asegurarse ellos un mejor presente. No, que no le engañen. La culpa de los padecimientos actuales no es de funcionarios, parados, asalariados o pensionistas, esos que parecen los responsables de la crisis económica a tenor de los esfuerzos que les exigen para que haya recuperación. Si hay culpables busquémoslos en la clase política y en la banca. Los unos por no gestionar adecuadamente nuestro dinero y comportarse como dueños del país en lugar de como sus empleados. Los otros, por su extrema avaricia, que les llevó a intentar multiplicar sus ganancias por encima de toda medida.

Que no le engañen. El funcionario no es el enemigo, ni el asalariadio, ni el parado ni nadie de los que ahora se encuentran en la picota de los recortes. Porque de eso le están intentando convencer, no lo ponga en duda. Divide y vencerás se llama la táctica. Crear enfrentamiento entre ciudadanos para desviar la atención de los verdaderos responsables de la situación que vivimos. La auténtica amenaza se encuentra en quien habiendo ejecutado una gestión demostradamente ruinosa tiene la indecencia de exigir sacrificios al pueblo llano para solventarla. Ese es el verdadero enemigo y hacia él debemos enfocar nuestra ira.

1 comentario:

  1. De lleno en el clavo
    Estaba escribiendo yo un post precisamente sobre este tema y veo que te me has adelantado. De todas formas seguiré con él adelante...cuanto más podamos informar mejor.

    Un abrazo.

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