viernes, 12 de octubre de 2012

Californication, las facetas de un vividor

Hace poco terminé de ver la última temporada de la serie usamericana Californication. Esta es una serie que ha contado desde el principio con las bazas del lenguaje sexual explícito y un calculado erotismo para hacerse notar entre la miríada de productos televisivos que salen desde el país de Hollywood. También ha intentado dotar al carácter del principal protagonista y de sus circunstancias de vida de cierta profundidad, por aquello de que la cosa no vaya solo de tetas y palabrotas. No siempre ha funcionado, pero tras cinco temporadas yo estaría dispuesto a ver una sexta, aun a sabiendas que se trata de un producto en decadencia.

Y no es que haya perdido la chispa y el desparpajo de sus primeras temporadas, pero las novedades de un año para otro tampoco se han significado en exceso, dando la impresión de estar siempre vendiendo lo mismo. Es un proyecto que está muriendo poco a poco de agotamiento. Tras mucho estirarlo, el chicle no da más de sí.

Los personajes tienen unas personalidades tan acentuadas que poco margen queda para darle una vuelta de tuerca a los guiones. Hank Moody, al que da vida David Duchovny, el agente Mulder de la serie de los años 90 Expediente X, no ha dejado nunca de ser ese escritor mujeriego y desinhibido, ese hedonista para el que el placer siempre va por delante de la obligación. Incapaz de atarse a una existencia que no le deje libertad completa de movimientos, mira para otro lado cuando se percata de que sus actos tienen consecuencias para la gente que le importa. Siempre vuelve a reincidir a la siguiente ocasión. Sexo y drogas legales e ilegales son acompañante cotidiano de este vividor al que el talento para escribir le salva de ser el paradigma del perdedor.

Los guiones chispeantes se las apañan para que, a pesar de lo odioso de su comportamiento y su apatía hacia todo lo que no sea él mismo, uno simpatice con él. Lo que no es óbice para que de vez en cuando deseemos que reciba una buena paliza. El truco está en, quizá, rodearle de personajes aún más tristes y rocambolescos. En este aspecto, Californication es todo un catálogo de freaks pasados de vueltas que a uno le cuesta creer que puedan existir. Ignoro hasta qué punto la serie se inspira en el mundo real del artisteo yanki, pero de los USA uno ya se espera cualquier cosa.

El resto del reparto gira en torno a Moody y juegan un papel en su vida a diferentes escalas. Mantiene una relación de amor-odio con su ora pareja, ora ex-pareja, Karen (la actiz Natascha McElhone, vista en El show de Truman o Solaris), la cual adora la personalidad díscola de Hank pero conoce los riesgos que conlleva para su estabilidad emocional, lo que le lleva a estar haciendo la goma con él de forma continua. Comparten una hija adolescente, Becca (Madeleine Martin), la cual actúa como psicoanalista y conciencia de Hank y es, en ocasiones, el único vínculo que el escritor intenta, a duras penas, mantener intacto para no caer definitivamente en el abismo. Charlie Runkle (Evan Handler) es el agente de Moody, cuya figura reverencia y, a lo largo de las cinco temporadas que lleva la serie, ha pasado por diferentes estadios, todos ellos destinados a convertirle en el ser más patético de toda la galaxia. Su ahora ex-esposa Marcy (Pamela Adlon) es una histérica desquiciada por haber carecido de una relación sexual satisfactoria durante el tiempo que duró su matrimonio.


Enumerar el delirante desfile de secundarios aparecidos en las cinco temporadas daría para muchos párrafos. Algunos de ellos fueron célebres en otros tiempos, como los actores Rob Lowe y Kathleen Turner y el músico Rick Springfield.

Por curioso que resulte en la serie creada por Tom Kapinos conviven el lenguaje sexual ultraexplícito con un erotismo medido y a veces incluso pacato. En todo este tiempo solo recuerdo haber visto un pubis femenino mientras que los desnudos frontales masculinos están vetados. Incluso podemos ver a algunos personajes femeninos tapándose las tetas con la sábana después de practicar el coito, en esas escenas tan propias de las púdicas producciones comerciales usamericanas. Supongo que hay que ser algo así como un redneck para comprender esa doblez de pensamiento.

Ya están avisados. No esperen sexo despiadado porque no lo hay. Y aguarden a que sus hijos estén en la cama para verla, no sea que escuchen algún diálogo mordaz que no quieran ver repetido durante la cena.

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