La niña del pañuelo islámico de Gerona vuelve a la escuela con normalidadLa insistencia de las autoridades religiosas y sus apéndices sociopolíticos en que la religión esté presente en la enseñanza pública, a la luz del artículo 14 de la Constitución que garantiza la no discriminación por motivos religiosos, conduce a que se produzcan hechos como el que nos cuenta ABC.
La dirección del centro decidió el lunes de la semana pasada que Shaima no podía asistir a clase con el pañuelo ya que un reglamento interno de la escuela no lo permitía. La Conselleria de Educación decidió ayer su reincorporación para esta misma mañana al considerar una discriminación esta decisión.
En cierto modo es lógico. Todo ese discurso en defensa del catolicismo en los colegios se construyó antes del desembarco musulmán de la última década, por no hablar de los evangelistas llegados desde Rumanía, con lo que durante muchos años la representación de Dios en España no tuvo que preocuparse de la puerta abierta por el artículo 14. Apenas existía competencia y su monopolio no corría peligro. Además, el laicismo absoluto durante los primeros años de democracia era algo demasiado atrevido para ser siquiera planteado con la transición aún reciente, ruido de sables incluido.
Pero la cada vez mayor presencia de alumnos de otras confesiones religiosas en los colegios públicos les ha cogido con el paso cambiado. Éstos alumnos traen consigo las costumbres ligadas a su religión, y alguno de éstos hábitos puede no ser muy acorde con el modelo de convivencia asociado a un estado democrático.
No entraré en si el velo islámico representa un acto de sumisión de la mujer hacia el hombre, algo incompatible con las enseñanzas en igualdad de cualquier sociedad democrática moderna, porque no soy ningún entendido para establecer si esa valoración tiene sustento histórico. Tampoco se trata de reprimir la expresión de una realidad cultural arraigada como la musulmana por el hecho de ser diferente. Lo que se consigue institucionalizando el laicismo es cerrar la puerta que se produzca una escalada de dudosas consecuciones que acabe atacando las mismas bases de nuestra convivencia.
Si a una chica musulmana se le permite el velo islámico por respeto a sus creencias, ¿qué impedirá a la siguiente acudir a clase con un burka? ¿Acaso no podrá apelar al mismo respeto a sus creencias que en el caso anterior? Y con un burka en clase, ¿cuál será el siguiente paso? Cualquiera podría esgrimir motivos religiosos o de conciencia para lucir los más extravagantes tocados o para exigir un trato preferente en determinados aspectos. ¿Es ésto aceptable en una socidad como la nuestra? Aunque seguro que hay casos en los que se lleva por imposición paterna, no olvidemos que muchas de esas chicas lucen el velo de forma voluntaria y niegan que proyecte una imagen de subyugación de la mujer.
Por lo que a mí respecta, me quedo con el modelo francés. En el país vecino el laicismo está firmemente arraigado como cimiento fundamental de su sistema de valores, y bien que se refleja en su modelo educativo. En los colegios franceses nadie puede portar simbología religiosa de forma explícita tal y como en su día conocimos a raíz del debate que surgió por un conflicto similar al de Girona. Allí las reglas del juego se hicieron respetar sin sucumbir a la tentación de lo “políticamente correcto” mientras que aquí no se puede aplicar la misma fórmula porque sería caer en un agravio comparativo con la religión católica, algo incompatible con el citado artículo 14 de la Carta Magna.
Por otro lado, he comprobado en distintos foros que los que reclaman la religión en la enseñanza pública son al mismo tiempo quienes se quejan de la progresiva penetración del Islam en nuestra cultura. No se dan cuenta de la paradoja: si hay catolicismo en los colegios también ha de haber Islam en virtud del artículo 14, y si quieren lo primero pero no lo segundo han de plantear una reforma constitucional que consagre la discriminación por motivos religiosos. Denuncian lo que consideran un problema pero son parte activa de su causa.
Y como siempre ocurre en España, la solución a estas problemáticas terminará llegando con veinte años de retraso.
Realmente crees que hay peligro de que alguna lleve burka? Hay migración afgana? No es atentar contra la libertad religiosa? La escuela es un espacio de convivencia y discusión. Si el Estado tiene que también como en Francia decidir que la religión no se debate, o que no se puede exhibir en clase, apaga y vámonos. Una educación laica es aquella que no privilegie como es el caso de la española a una confesión. Pero no es antirreligiosa o irreligiosa cuando la mayor parte de la población afirma creer en algo, y no tiene nada que decir a lo que digan o exhiban los alumnos. Ni siquiera del proselitismo, a ver si las ideas y el debate están prohibidos.
ResponderEliminarPensé que con lo del monopolio católico de la escuela irías por otro derrotero. Creo que lo que hay es un miedo a la alteridad. A ese otro. Y vamos marcando espacios como quien marca el territorio orinando. Eh, yo mando, quitate eso.
Si el pañuelo hace algún mal en la escuela, prohibamoslo en la calle. Y que si la escuela tiene que ser laica, tiene que serlo en contenido y símbolos, no en los alumnos por fuerza.
Hola, Impaled.
ResponderEliminarYo creo que el laicismo institucional debe tener un reflejo tanto en el profesorado como en el alumnado. De nada sirve que la escuela pública sea laica si luego se permite que cada alumno haga apología de sus creencias religiosas a través de su indumentaria. La religión pertenece al ámbito privado de cada uno, y la escuela o instituto es un lugar público donde cada uno no puede dictar sus propias reglas.
No es un ataque a la libertad religiosa prohibir la exhibición ostentosa de la fe individual, es una restricción lógica, tanto como la prohibición de ir desnudo o de llevar leyendas en la ropa que resulten ofensivas a terceros. Es una cuestión de respeto y de fijar unos valores mínimos de convivencia acatables por todos y, a partir de esas bases, fomentar ese debate del que hablas.
Y no creas que lo del burka está tan lejos. Yo mismo he comido en un restaurante de mi barrio cerca de una familia musulmana cuya matriarca lucía una vestimenta que sólo dejaba al descubierto los ojos. Por suerte para ella, tenía permitido bajarse la máscara para poder comer.