Deja vu. Denzel Washington protagoniza ésta cinta del año 2007. Comienza como un thriller policíaco con el terrorismo como telón de fondo pero da un vuelco mediada la película al entrar en terrenos propios de la ciencia ficción. La verdad es que funciona mejor como lo primero que como lo segundo, ya que el aspecto fantástico del argumento no es sino un pretexto para hacer más enérgico y atractivo el desarrollo de la historia, que se reduce a una dinámica de héroe-bueno-caza-a-malo-maloso. No obstante se deja ver y el guión se esfuerza lo suficiente en presentar los elementos más complejos de la trama como para no dejar entre la audiencia la sensación de que la están tomando el pelo.
Planet terror. Hablando de tomar el pelo, al ídem nos viene el último bromazo de Robert Rodríguez, también del año pasado: un festival de sangre, casquería y humor de brocha gorda no apto para habituales del cine de autor. La película no tiene ni pies ni cabeza, ni lo intenta, es puro exceso, un delirio en el que conviene implicarse desde el principio a sabiendas de lo que se tiene entre manos si es que se pretende disfrutar. Pretender encontrar un mínimo sentido a Planet terror es ignorar por completo la intencionalidad de sus responsables. Muchos verán en éste filme un divertimento descacharrante mientras que otros sentirán su inteligencia insultada. Es recomendable dejar el cerebro en el rellano de la escalera antes de verla, y no precisamente por el peligro de ser devorado por los zombies.
Battle Royale. Cinta japonesa de 2000, está protagonizada por Takeshi Kitano, individuo que antes de convertirse en actor/director de culto nos obsequió (y aún nos obsequia en formato revival) con su presencia en ese impagable programa forjador de caracteres llamado Humor Amarillo (no es coña, como se puede comprobar aquí). Comparte con Planet terror su nula reticencia a mostrar escenas violentas pero acompaña a la función un presunto contenido alegórico que no termina de cuajar. La cosa trata del futuro Japón, en el que las autoridades han implementado una iniciativa para combatir la creciente ola de violencia juvenil en las aulas: a modo de un macabro gran hermano meten a un nutrido grupo de estudiantes en una isla desierta y les obligan a matarse unos a otros hasta que sólo quede uno, que obtendrá el premio de salir libre. Una vez conocida ésta premisa, de puro inverosímil que resulta, ya es imposible tomarse en serio lo que viene detrás.
Alta tensión (Haute tension). Ésta película vio la luz en Francia en 2003 y leí muy buenas críticas, lo que me animó a verla a pesar de que las generosas dosis de gore estaban garantizadas. Y gore hay, ya lo creo que hay, pero tampoco es para tanto. O quizá es que ya estoy curado de espanto. El caso es que uno no entiende una higa hasta los aproximadamente quince minutos finales. Hasta entonces el espectador sólo presencia un rosario de crímenes cometidos por alguien que no se sabe quien es, ni de donde sale ni qué tiene en contra de sus víctimas. Rarezas de uno, que siempre le está buscando la lógica a todo. Y lógica tiene, pero tengo que decir que se adivina mucho antes de la resolución final, pese a lo cual uno espera no acertar y que la sucesión de episodios sangrientos tenga otra explicación menos previsible. El plano final acojona mucho más que cualquier otro momento de su metraje, que juega todas sus bazas en lo explícito de sus escenas violentas.
Las trece rosas. Me precio de ver de todo así que algún ejemplar de producto nacional tenía que caer. Y bien arrepentido que estoy con la elección. Ésta cinta de 2007, con independencia del rigor con que están tratados los hechos historicos que narra, se hace terriblemente larga y aburrida hasta el punto de dejarme traspuesto durante un buen tramo de película. La fuerza dramática que se echa en falta durante la mayoría del metraje se concentra en el último cuarto de hora, pero no es suficiente para perdonar el sopor previo.
Corazón indomable (Untamed heart). Y como me precio de ver de todo, también ha caído una peli romántica éstos días. Éste drama lacrimógeno de 1993 se sale del tópico romanticismo acaramelado, tan habitual en el cine de Hollywood, por su tono amargo y el carácter perdedor de sus dos protagonistas. Cuenta la relación entre una camarera con una errática vida personal y un inadaptado social secretamente enamorado de ella. La pelícuya, como digo, huye de los tonos pastel y narra una historia de amor de forma cercana, bastante honesta y sin artificios edulcorantes, pero quienes tengan la lágrima fácil pasarán una dura prueba. Una cinta que dignifica el género romántico. Y Marisa Tomei está simplemente deliciosa (aunque admito no ser objetivo en éste aspecto).
Vexille. El año pasado nos llegó desde el país del sol naciente ésta aventura de animación que combina las técnicas 3D con la animación tradicional. La acción se sitúa en un futurista Japón cuyas autoridades, debido a su atrevida política en relación a la inteligencia artificial, rechazada unánimemente por el resto de naciones, decide sumir al archipiélago nipón en un aislamiento voluntario. Una década después una agencia extragubernamental estadounidense decide introducir a varios agentes para saber que si cuece alguna amenaza dentro del hermético Japón. Visualmente está bastante lograda y tiene escenas de acción espectaculares, pero si quitamos precisamente éstas escenas lo que nos queda es de una gelidez inane y anodina, a lo que contribuye la inexpresividad de los protagonistas virtuales y una banda sonora que abdica de sus funciones cuando más se la necesita. Encima intenta endosarnos una moraleja final que maldita la falta que le hace. Una historia de animación Sci-Fi para consumidores compulsivos del género.
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