lunes, 24 de mayo de 2010

Violencia, toros, televisión y responsabilidad

Estoy viendo en la red a gente que se queja de lo fácil que lo han puesto en los medios generalistas para ver la terrible cornada que sufrió el torero Julio Aparicio y cuyas imágenes no pienso reproducir. Personas que, sin desearlo ni ser advertidos, han tenido que tragar con las impactantes imágenes del matarife de luces convertido en una banderilla (sin vinagre) mientras degustan su almuerzo o su cena acompañados por sus hijos. Confieso que tengo sentimientos encontrados acerca de este tema.

Durante la guerra de Irak hubo algún periódico, como El Mundo, que publicó en portada
fotos de niños víctimas de los bombardeos, imágenes que resultaban muy duras. Se levantó el mismo debate que ahora percibo con la emisión/publicación de la cornada, y las posiciones se divídían entre quienes negaban la necesidad de publicar escenas tan explícitas y quienes veían en ellas motivo de interés periodístico (o puro morbo y sensacionalismo, que en España viene a ser la misma cosa).

Pero había una tercera vía, y era la de quienes opinaban que las imágenes eran necesarias para que
el impacto de su visionado actuara a modo de “vacuna”, la gente cobrara conciencia de lo que entraña una guerra y se lo pensara dos veces antes de mostrarse proclive a apoyarla. Me parece una línea de opinión cuando menos interesante. Al igual que la imagen terrible de lo que una bomba de racimo puede causarle a un cuerpo humano, si al ciudadano despreocupado le escupen a la cara en mitad de la sopa la estampa del torero ensartado quizá sea un modo de sacudir su conciencia y hacerle entender la cruel violencia que realmente conlleva la “fiesta”. No es esta la intención de los medios, pero si podría ser una consecuencia no poco deseable.

Se me prodría replicar que lo verdaderamente grave es la emisión de esas imágenes en horario infantil, dado el potencialmente elevado número de niños sentados frente al televisor durante esa franja horaria.
Un niño procesa ese tipo de cosas de forma distinta a un adulto y su mente es más vulnerable a determinados estímulos, de los que debería ser protegido. Las administraciones no lo hacen a la vista de la impunidad con que se sigue vulnerando la normativa audovisual, pero su inacción no es motivo para que los padres renuncien a la autoregulación. Impedir a los niños ver la tele a según qué horas y en según qué cadenas es una obligación educativa a la que no se debe renunciar, porque a día de hoy no hay ni puede haber padre ni madre ignorante de lo que sus hijos pueden llegar a ver en la caja tonta si dimiten de su responsabilidad.

No me gusta ponerme como ejemplo de nada, pero en mi casa no hemos visto la cornada por televisión ni en portada de ningún diario. Nos enteramos de sus pormenores a través de una página web de noticias en la que se explicaba someramente lo que había ocurrido, sin imágenes.
Tuve que buscar en Google para tener constancia visual; la vi porque la busqué, no porque me la arrojaran a traición sobre la mesa mientras almorzaba o porque no pude evitar verla al pasar junto a un kiosco. Quien no quiera exponerse a este tipo de violencia visual lo tiene fácil, existen formas de eludirla pero hay que tener interés en hacerlo. Basta con dejar de ver una televisión que solo persigue embrutecernos y negarse a consumir prensa únicamente interesada en manipularnos.

Como ya dije en
una entrada reciente, hay que conocer del tipo de periodismo que se practica en España y actuar en consecuencia. Somos nosotros los primeros que debemos tener el valor de aplicar en nuestra casa aquello que exigimos a los medios. Y todo pasa por negar nuestra atención a toda esa escoria. No es tan difícil.

2 comentarios:

  1. Es curioso, hablaba el domingo del tema con una pareja de amigos y les decía lo que me impactó a mí de niño la muerte de un banderillero (a mí nunca me han gustado los toros, pero a mis abuelos sí, y cuando ibamos a casa de uno los ponía si los daban). La chica, que es sueca, estaba sorprendida de que me hubieran dejado ver eso siendo un niño, sin que me hubiesen apartado la vista o cambiado de canal. He pasado unos segundos pensándolo hasta que he concluído que enía bastante razón. Pero también es verdad que los toros son eso (o eso también, aparte de lo demás).

    Y estoy de acuerdo en la conclusión, la mejor forma de mejorar la prensa es no seguirla en su deriva.

    Un saludo :)

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  2. Muy sensato el planteamiento en general.

    Por desgracia, no sé yo si cuando un toro agarra a un torero la gente reacciona contra la “Fiesta” en sí (lo que más bien debería ocurrir cuando, como SIEMPRE ocurre, es el toro el “agarrado”).

    En cuanto a las guerras, veo muy saludable, en efecto, que se den las imágenes para al menos quitarnos cómodas excusas (“No sé...” “No conozco el asunto...”). Como las que utilizaron algunos obámicos respecto a las imágenes de las torturas para no darlas (“preservar la dignidad de los torturados”), ¡como si no se les pudiera sacar con los ojos tapados!

    Sucia excusa del Imperio para seguir tapando (i.e., seguir torturando...).

    Saludos cordiales.

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