viernes, 12 de noviembre de 2010

Alicia Sánchez Camacho y el miedo de la derecha cavernaria al progreso

La desvergüenza y el descaro de los políticos españoles a la hora de tomar por imbéciles a los ciudadanos no tiene medida, y si se encuentran en período pre-electoral su desfachatez se dispara hasta reventar cualquier medidor que se les aplique. En el recientemente emitido espacio de Televisión Española “Tengo una pregunta para usted”, la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, al ser interpelada sobre su posición frente a la ley de matrimonios entre homosexuales contestó, entre otras cosas, que ella no era favorable a que parejas del mismo sexo pudieran adoptar niños. El motivo que esgrimió es que, según su parecer, un niño “necesita un padre y una madre” y que esta era la opinión generalizada en su partido.

Es una opinión que no comparto aunque la puedo respetar. Pero resulta que esta señora incurre en una hipocresía del tamaño de Júpiter: Alicia Sánchez Camacho es madre soltera fruto de una inseminación artificial. ¿Qué ocurre en esta ocasión? ¿Está diciendo que su caso, si bien no se trata de una adopción, es tan diferente que hay que aplicarle un rasero radicalmente distinto? ¿El niño que dio a luz no tiene el mismo derecho a disfrutar de dos padres de distinto sexo de idéntica forma que exige a las parejas gays? Es incluso peor, porque una pareja gay siempre podrá procurar mayor atención a su hijo/a que una madre soltera, aunque solo sea por por cuestión cuantitativa. Si la señora Sánchez Camacho fuera consecuente con esos principios de los que tan alegremente presume, no debería haberse ni planteado la maternidad hasta encontrar una pareja estable.

La verdad es que esto es hablar por hablar. La afirmación de la presidenta del PP catalán desprende un tufo a prejuicio sexual que se evidencia a poco que uno someta sus palabras a un pequeño análisis. Habla de la necesidad de padre y madre para un niño, y que esa es la opinión también en su partido. Entonces ¿cómo es posible que en España se haya permitido a solteros y solteras la adopción de niños desde hace décadas sin que el Partido Popular haya puesto el grito en el cielo y sin que derogara esa ley mientras le fue posible? Si atendemos al razonamiento de Sánchez Camacho el PP debería apostar por impedir a solteros/as, viudo/as y divorciados/as la adopción de criaturas. ¿En qué parte del programa electoral popular viene recogida semejante medida? Es más, debería estar en contra del propio tratamiento que le ha permitido ser madre. ¿Cabe mayor esquizofrenia?

Otra cosa que debería saber la señora Sánchez Camacho es que a un soltero o una soltera solicitante de adopción no se les interroga acerca de sus preferencias sexuales, cosa que vulneraría sus derechos constitucionales. Ni tampoco se les obliga a firmar un documento en el que se comprometan a que nunca otra persona de su mismo sexo conviva con el/la adoptante y su retoño. Dicho de otro modo, hasta la entrada en vigor de la ley de matrimonios homosexuales, la adopción por parte de parejas del mismo sexo era posible de facto. Bastaba para que uno de ellos/as solicitara la adopción como soltero/a. ¿Acaso no es mejor la existencia de un marco regulador con rango de ley que ampare a los niños en caso de supuestos imprevistos, como la muerte de uno de los cónyuges? Con sus palabras esta mujer se coloca a la altura de democracias tan asentadas como... China, que exige una declaración de heterosexualidad ante notario antes de ceder en adopción a un niño oriundo del país.

Pasó con el divorcio y volvió a pasar con la primera ley del aborto o con la más reciente ley del divorcio express. Desde la derecha cavernaria se dijeron barbaridades, se vertieron infamias y se articularon mentiras para después renunciar a tocar una sola coma de aquello que tanto les martirizaba cuando tuvieron ocasión. Su regla de otro es mirar para otro lado y no hacer nada hasta que su rival político decida que ya es hora de actuar. Una vez tomada la medida, se convive con ella con la misma naturalidad que con el estado de cosas previo. Son las ventajas del doble pensar.

Se intenta justificar la dirigente popular catalana arguyendo que espera en un futuro poder darle un padre a su hijo. Esto significa que para esta mujer y, según sus palabras su partido, es mejor la hipótesis de un futurible padre/madre que no se sabe si algún día llegará que la certeza de dos cónyuges formando pareja reconocida por la ley, con sus derechos y obligaciones y deseosos de acoger a un hijo en su hogar. Puestos a imaginar, la buena de Alicia se podría enamorar hasta las trancas de un maromo sin el menor apego a los niños y casarse con él, por lo que su hijo ya podría tener un padre legal pero no precisamente uno que le regalase el afecto y la atención requeridos. Es el problema de intentar que las leyes se ajusten a los propios prejuicios y a conjeturas basadas el ellos, que los demás podemos conjeturar en su contra y hallar múltiples objeciones a sus axiomas.

Para mí una cosa es evidente, y es que una pareja, sea de la condición sexual que sea, cuando acepta dar el paso de la adopción es porque lo tiene muy medidato y en sus miembros anida un profundo deseo de ser padres o madres. Aparte quedan las condiciones impuestas por el Estado para asegurarse de que el niño o niña aterriza en un hogar con todas las garantías, y también hay que tenerlas en cuenta. El hijo de una pareja gay no está en mayor peligro de nada que el de una pareja hererosexual. Y otra cosa que para mí goza de una meridiana claridad, tanta que siento estupor ante la postura contraria, es que un niño o una niña están mejor con dos cónyuges del mismo sexo deseosos de ser padres que sin padres. Lo que presidenta catalana del PP nos está diciendo es que prefiere ver los horfanatos rebosantes de huérfanos antes que a una pareja gay adoptando un hijo, lo cual le deja en una posición moral nada que habla por sí sola.

Una vez desnudo de lógica y sentido común el razonamiento de Alicia Sánchez Camacho, solo nos queda, como ya he señalado, el prejuicio, la obcecación y el tabú como único sustrato de su discurso... Y sobre todo miedo. Miedo a a ver unos esquemas rotos, a comprobar cómo una concepción particular de la sociedad se ve superada por la propia realidad social. Miedo a una sociedad viva y con ansia de progresar que lucha por avanzar mientras algunos entes la pretenden enquistada de por vida. Y, finalmente, miedo a que unas directrices morales concretas continúen en franco retroceso y lleven a la ciudadanía a poner en cuestión aquello que durante tanto tiempo y con tanto empeño se ha querido considerar incuestionable.

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