Centrándonos en España, este país de truhanes, paletos y holgazanes, mas nos valdría empezar a mirar al este del continente. Cuando los fondos de cohesión europeos, esos que nos permitieron dar el estirón y abandonar definitivamente el subdesarrollo, lleguen allá e impulsen las economías polaca, checa o húngara y estas empiecen a crecer mientras España permanece estancada, igual muchos españolitos tienen que envainársela y empezar a mirar al Oriente europeo con otros ojos. Y el bolsillo vacío.
Resultaría irónico que la emigración española en las próximas décadas tuviera como objetivo Rumanía o Bulgaria… Y por supuesto, seguro que en ese caso desde esta nuestra sacrosanta patria se exigiría un trato dignísimo y un respeto máximos para nuestros compatriotas. Eso sí, después de haber legislado con vistas a expulsar de nuestro país a la mayor cantidad de inmigrantes posible. ¿Podría considerarse un caso de justicia poética?
Imaginemos el panorama. Para combatir el paro y el déficit, y una vez hundida la izquierda por sus própios (de)méritos, la derecha, que gobernará a partir de 2012, decreta un radical recorte social, eliminando prestaciones, subvenciones y partidas presupuestarias. Reduce el volumen del entramado público retirando dicha titularidad a hospitales, centros de enseñanza, universidades, aeropuertos y otros bienes tradicionalmente estatales. Como consecuencia se crean monopolios de facto -como la actual Telefónica, gracias a la cual las tarifas de internet en España son las más caras de la Europa Occidental y su velocidad de transmisión de datos es la más lenta. Dichos monopolios imponen precios a que, en muchos casos, no puedes negarte a pagar ya que la sanidad o la educación seguirán siendo necesidades fundamentales. A las demás tampoco podremos renunciar al formar parte ya de nuestras vidas, aunque sean necesidades más superfluas de lo que nos gusta admitir.
Se que suena un pelín apocalíptico, pero teorizar sobre hechos futuros nunca es fácil y uno siempre corre el riesgo de estrellarse. No obstante, ahí queda mi reflexión y el negro panorama que augura.
Imaginemos el panorama. Para combatir el paro y el déficit, y una vez hundida la izquierda por sus própios (de)méritos, la derecha, que gobernará a partir de 2012, decreta un radical recorte social, eliminando prestaciones, subvenciones y partidas presupuestarias. Reduce el volumen del entramado público retirando dicha titularidad a hospitales, centros de enseñanza, universidades, aeropuertos y otros bienes tradicionalmente estatales. Como consecuencia se crean monopolios de facto -como la actual Telefónica, gracias a la cual las tarifas de internet en España son las más caras de la Europa Occidental y su velocidad de transmisión de datos es la más lenta. Dichos monopolios imponen precios a que, en muchos casos, no puedes negarte a pagar ya que la sanidad o la educación seguirán siendo necesidades fundamentales. A las demás tampoco podremos renunciar al formar parte ya de nuestras vidas, aunque sean necesidades más superfluas de lo que nos gusta admitir.
Por otro lado, el servicio ofrecido es cada vez peor, huérfano de regulación estatal, con lo que muchos optarán por sanidad y educación privatizadas, lo que mermará su poder adquisitivo dado que los sueldos seguirán sin equipararse al resto de la Unión Europea. En los trabajos el panorama no será mucho mejor, ya que las sucesivas reformas laborales han dejado sin defensa al trabajador frente a los abusos del empresariado voraz, el cual puede despedir a coste prácticamente cero. El currito se ve, por tanto, obligado a aguantar lo indecible y soportar unas condiciones laborales entre abusivas y humillantes para poder llevar un sueldo a casa.
¿Resultado? Familias cada vez más pilladas económicamente, hijos que dejan los estudios para ayudar al sostenimiento familiar, con el retroceso intelectual que para el país implica; regímenes laborales de semiesclavitud aprovechando el estado de necesidad generalizado; calidad de vida en franco repliegue, disminución de la natalidad derivada de la reducción de expectativas vitales para una amplia mayoría de ciudadanos lo cual, a su vez, acelera la inviabilidad de las pensiones. ¿Salida? La emigración a países con economías emergentes donde se pueda otear un horizonte menos oscuro.
Se que suena un pelín apocalíptico, pero teorizar sobre hechos futuros nunca es fácil y uno siempre corre el riesgo de estrellarse. No obstante, ahí queda mi reflexión y el negro panorama que augura.
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