Sí, he decidido que quiero una ley anti descargas. No se si la ley Sinde es la que me gusta porque no la he leído, pero sí tengo claro que deseo una ley que actúe contra la piratería en internet. Bueno, en realidad esto es un pretexto, lo que busco, lo que me gustaría, es otra cosa.
Me gustaría que la gente cambiase el mundo.
Quiero una ley anti descargas para que los que tanto se quejan dejen de participar de una vez del juego que proponen los mass media, las compañías discográficas y las productoras de cine. Los grandes medios ofrecen la mercancía, la meten en nuestros hogares a través de radio, TV y prensa escrita para que la pruebes y, una vez enganchado, te lances a consumirla sin freno. Pero como es cara, te busques un mercado alternativo donde conseguirla. Y la encuentres.
Quiero que los ciudadanos que terminan haciendo ese recorrido y que se sienten atacados por una legislación anti descargas se rebelen, pero de verdad, y demuestren un compromiso verdadero con la libertad que dicen defender.
Porque dicen que la cultura debe ser libre, y que el libre acceso se ha de proteger. Yo digo que lo que hacen es engordar a las operadoras de telefonía e internet, los primeros beneficiados de las descargas masivas de contenidos audiovisuales. Esas mismas que reciben un sin fin de quejas por su lentitud en la conexión, sus 20 o 50 megas que nunca se acercan ni a la mitad, sus microcortes que jamás te descuentan de la factura, sus averías y sus robóticos e ineficaces servicios técnicos.
Si hay millones de usuarios que adquieren el ADSL por las descargas, una ley anti descargas convertirá sus conexiones a internet en un gasto inútil y superfluo, no les valdrá la pena mantenerlas. El golpe a esas operadoras puede ser mortífero. Pudiendo descargar lo que quieras, pagas lo que te pidan; si no puedes bajar lo que te de la gana, no. Si quieren sobrevivir tendrán que captar el mensaje, ofrecer algo que valga la pena pagar. No puede ser que España tenga una de las conexiones a la red más caras y a la vez más lentas de Europa.
Quiero una ciudadanía comprometida, con un compromiso tal que les lleve a asumir renuncias, por dolorosas que sean, que no podrán tener todo lo que hasta ahora podían tener. No creo que sea pedir mucho, no estamos hablando de artículos de primera necesidad. Me niego a considerar que prescindir de la última temporada de Mad Men sea una renuncia dolorosa.
Si no te gusta cómo el propietario de las películas de Javier Bardem lanza al mercado su género, no lo compres. Si no te gusta la forma en que los discos de Alejandro Sanz salen a la venta, no los adquieras. Que esta gente no tribute en España o que se pueda permitir un jet privado me da igual, nos debería dar igual. Lo mismo que yo no quiero que me impongan cómo debo conseguir sus productos, y dispongo de la libertad de no consumirlos, tampoco les quiero decir cómo deben vivir su vida. Es como el asunto de los controladores, si quieres ganar lo que ellos, hazte controlador y deja de quejarte, jodido envidioso.
Así es como me gustaría que la gente reaccionase ante una ley anti descargas urdida para beneficio de un colectivo connivente con el poder, con compromiso y con valores, rebelándose ante los abusos de industrias que de verdad abusan del bolsillo del usuario, negándose a consumir su mercancía, en lugar de perseguir el propio beneficio y privilegio, contribuyendo así al enriquecimiento de las operadoras. Respondiendo únicamente al interés individual no se cambian sociedades, ni siquiera modelos de negocio.
Queremos cambiar el mundo pero no estamos dispuesto a mover un dedo para conseguirlo ni a asumir el más leve sacrificio. ¿Qué clase de rebeldía es esa?
Quiero una ley anti descargas que, aunque sea por puro despecho de los internautas y por rabia del público en general, haga descender la venta de entradas de cine de 6 y pico euros, o CD's musicales de 18 euros. Quiero que quienes determinan esos precios por ofrecernos productos que en muchos casos no los valen se enteren por las malas de que su modelo de negocio está caduco, que ya no es rentable y que es vital para su supervivencia un replanteamiento profundo. Pero no porque un puñado de garrulos fanáticos del todo gratis les digan como deben vendernos su producto, sino porque comprueben que su inmovilismo lleva a que el público les da la espalda. ¿Quién se atreve a renunciar a la próxima temporada de Dexter a cambio de unos puntos más de dignidad?
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No se habla de un todo gratis, se habla de un cambio de modelo, vease Spotify, Itunes....
ResponderEliminarpirata.
ResponderEliminar(Del lat. pirāta, y este del gr. πειρατής).
1. adj. pirático.
2. adj. clandestino.
3. com. Persona que, junto con otras de igual condición, se dedica al abordaje de barcos en el mar para robar.
4. com. Persona cruel y despiadada.
~ aéreo, a.
1. com. Persona que, bajo amenazas, obliga a la tripulación de un avión a modificar su rumbo.
Yo estoy por el cambio de modelo, pero en la forma que comento. Me niego a consumir esos productos a esos precios.
ResponderEliminarSobre todo, recuérdese que piratear es ROBAR, aunque la clásica picaresca hispánica lo disfrace de “buen rollito” (y sin perjuicio de que lo que hace la SGAE también tenga que ver con eso).
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