Hace un tiempo escribí una entrada en la que mostraba cierta cautela y recelo ante la, entonces, inminente entrada en vigor de la primera ley anti tabaco que prohibía fumar parcialmente en locales de acceso público y centros de trabajo. Consideraba que permitir fumar o no debía quedar a criterio del propietario del negocio siempre que se ajustara a la ley, dado que ni antes ni ahora el tabaco deja de ser legal. Pensaba que el derecho a la propiedad y a decidir sobre ella estaba por encima de intromisiones estatales.
A día de hoy ya no pienso así. De hecho, poco tiempo después de escribir aquel post dejé de pensar así. Todo comercio se encuentra sujeto a notables condicionamientos legales, y el que entró en vigor hace cinco y años quedó completado desde ayer es solo uno más. Del mismo modo que un establecimiento comercial, dependiendo del tipo que sea, ha de cumplir unas normas que le vienen impuestas en materia de seguridad y salud, protección contra incendios, extracción de humos, etc., ahora le toca hacer lo propio para velar por la calidad del aire que sus clientes y empleados respiran. Y a mí me parece razonable.
La clientela es libre de no entrar en locales donde se permita fumar, pero quienes trabajan en ellos no pueden elegir, no en un contexto laboral de marcado desequilibrio entre demanda y oferta. Y ahí es donde juega su papel el Estado, como agente reequilibrante en situaciones donde se produce una situación de injusticia y/o indefensión. ¿Es libre el empleado de un bar, obligado a tragar el humo de sus clientes, de abandonar su trabajo si considera que su salud está amenazada? Lo es, pero ofrezcasele antes un marco laboral donde las oportunidades de trabajar sean acordes a la demanda de trabajo y daré validez al argumento, pero no antes. Dicho de otro modo, mientras haya escasez de empleos hasta el punto de que para poder comer uno tenga que aferrarse al mal menor, el argumento de la libertad no puede contemplarse. No si lo que queremos es una sociedad física y mentalmente sana y en progreso.
Algunas alegaciones que presentan los fumadores resultan bastante peregrinas, y parecen más producto de la frustración que de la reflexión. Se quejan de que se siga vendiendo tabaco en los bares aunque tengas consumirlo fuera, algo que pasa con otros productos en los lugares donde se adquieren sin que levante la menor suspicacia. En los bares y restaurantes por lo general no se permite el consumo de comida propia, y hay lugares y establecimientos donde está prohibido comer o beber y no por ello se crea conflicto alguno ¿Quien consume en las tiendas? Nadie. Se compra y, por regla general, se consume en casa o por la calle. Es el mismo caso.
Lo de ahora es un pataleo. Los fumadores se sienten perseguidos, pero el Estado no tiene por qué amparar la adicción de nadie, y menos cuando representa un perjuicio para terceros. Sí, ya se que los coches contaminan mucho más, pero ello no invalida lo del tabaco. Todo ha de llegar, pero cada cosa tiene su velocidad, su ritmo y su momento de viabilidad. Atacar el tabaquismo en lugares públicos es mucho más viable hoy día que abordar en similar medida la contaminación que genera la industria automovilística, lo cual no significa que no vaya a ocurrir nunca. Es solo una pequeña victoria, pero la idea es progresar en esta dirección.
En Twitter he llegado incluso a leer como personas de izquierdas asumían posturas que ya son clásicas de la derecha española. Aquello del "con la que está cayendo" para denostar que el gobierno se tome tantas molestias en algo que consideran de escasa importancia (la derecha lo hace con la memoria histórica o con el debate sobre el modelo de gobierno). Es su adicción la que les hace hablar así, olvidando conceptos como la tolerancia, la igualdad o el respeto al prójimo que deberían desprenderse de cada una de sus reflexiones.
Para una cosa que desde el gobierno se hace bien digo yo que habrá que alegrarse, sin que por ello dejemos de prestar atención a otras cosas igual o más importantes. Lo uno no acaba con lo otro. Pero que la ley anti tabaco es todo un logro no me cabe duda. Las rebeldías seran pasajeras, en pocos meses ya no habrá polémica y será algo tan interiorizado como no fumar en el trabajo. Porque tengamos muy presente que esta ley es un triunfo para la salvaguarda de los derechos de quienes los estaban viendo conculcados.
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Sólo has olvidado comentar un asunto. ¿Por qué no se pueden crear zonas en las que se permita fumar, totalmente aisladas y separadas del resto, aun sin la atención del camarero? De la misma manera que ahora el cliente puede coger su caña y salirse a la mesa del exterior a tomársela acompañada de un cigarrito, ¿por qué no se puede permitir eso mismo en una zona interior debidamente aislada y ventilada?
ResponderEliminar¿Hacemos lo mismo con los clientes que quieran meterse un chute de caballo? ¿Por qué solo los fumadores? Y que conste que a mí me daría igual si con ello permanezco al margen de la humareda, aunque no sería muy serio que la legislación oscilara en función de la adicción de cada cual.
ResponderEliminarLa diferencia es simple. La legislación ya es diferente en función de la adicción. Prueba evidente es que la venta de tabaco, café o alcohol es legal y la de heroína, cocaína o éxtasis no. Por tanto si en la venta es distinta la legislación, ¿por qué no ha de serlo en el consumo?
ResponderEliminarUna cosa es que sea distinta, y otra que sea favorable.
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