sábado, 18 de junio de 2011

Un análisis crítico del movimiento #15M

Una de las más serias barreras que deberían franquear las plataformas de indignados, más pronto que tarde, es el de su ideologización. No pocas de sus demandas son tradicionales en la izquierda, y eso hace que para muchos todo lo relacionado con el #15M esté bajo sospecha. Si este es un auténtico movimiento apartidista no se debería postergar este debate. No se trata de satisfacer al votante del PSOE frustrado por el giro político del gobierno socialista, ni de catapultar el programa electoral de la depauperada Izquierda Unida. El objetivo es, o debería ser, forzar las costuras del sistema, pero no para terminar reventándolas sino para volverlas a coser con un hilo más fuerte. Ser anti-sistema es hoy sinónimo de ciudadanía comprometida, de honestidad moral y de hartazgo hacia un estado de cosas que favorece la presión perenne hacia los más débiles. Y es el propio sistema el que ha favorecido este cambio de paradigma. El perroflautismo es el recurso fácil de quien está interesado en obviar las cuestiones de fondo y que solo se hable de rastas en el pelo, camisetas anarquistas y okupadores de inmuebles.

Negar que el movimiento #15M tiene su raíz en la izquierda sería estúpido. Blandir la bandera ideológica en su representación, también. Los hay que incluso, en su afán por el descrédito de las movilizaciones, tratan de asociar el #15M con Zapatero y el llamado zapaterismo. Veamos, es cierto que el desencanto está muy generalizado entre los votantes socialistas, tanto que ha roto muchos esquemas. Pienso que entre muchos simpatizantes y votantes ocasionales (este matiz es importante) existía una especie de benevolencia tácita hacia el PSOE de forma que, aunque no fuera su fuerza política soñada, siempre que no traspasaran determinadas líneas rojas contaban con su apoyo en las urnas, con el fin también de frenar a un partido que consideran nocivo como es el PP. Digamos que esa masa de votantes “toleraba” al PSOE por ser la fuerza con opciones de gobernar con la agenda social y política más afín a sus principios. Y algo es algo. Dicho de otro modo, no hablamos de un electorado rendido, sino pragmático. Aunque le gustaría llegar a diez se conforma con cinco antes que quedarse a cero.

Pero hete aquí que las líneas rojas se traspasaron al aceptar la injerencia de los mercados en políticas soberanas, con los recortes sociales como archiconocida consecuencia. Ese fue el momento en que ese electorado ocasional o de conveniencia decidió que era demasiada concesión pasarla por alto. Que se puede renunciar a un paquete de principios a cambio de avanzar, por lento que sea el avance, vale, pero siempre que se avance. Y dado que la progresión, que ya estaba casi en punto muerto, se detuvo en seco, hasta el punto de comenzar una marcha atrás, se fraguó la explosión popular en el seno de la izquierda y que algunos llegaron a denominar “autoapuñalamiento”Afloraron los indignados. Lo que pudo ser un movimiento completamente apartidista en su nacimiento, algo desde su inicio se quiso dejar claro, pronto comenzó a exigir mejoras en el sistema perfectamente asumibles por cualquiera (las relativas a la ley electoral, a los privilegios políticos y bancarios, la denuncia de la corrupción...) pero arrastrando consigo toda una cohorte de singularidades típicas de los grupos de izquierda: querencia por la tasa Tobin, repudio al gasto militar, marcado carácter anti nuclear, indisimulado republicanismo, laicismo manifiesto... Todo ellas demandas legítimas, algunas incluso deseables, pero no creo que deban ser el objeto del debate ahora mismo.

Desde este blog se fomenta el pensamiento crítico, y semejante actitud tampoco debe echarse en falta en lo relativo al #15M. Pese a que ha habido personajes de la izquierda institucionalizada que han sufrido ya las iras de los indignados, es cierto que no se han cargado las tintas lo suficiente sobre el gobierno de la nación. El ejecutivo que todavía preside Zapatero contribuyó al inflado de la burbuja inmobiliaria con su inacción, la cual no fue digna de su atención hasta que sufrió el pinchazo. Las CC.AA. socialistas tienen tanta responsabilidad como las populares en la aplicación de las políticas urbanísticas que potenciaron el fenómeno, ya que no hay que olvidar que son las autonomías y los ayuntamientos los mayores poseedores de competencias a éste respecto.

Zapatero erró innumerables veces en el diagnóstico de la crisis y no fue capaz de implementar políticas capaces de reducir sus efectos. No han sido solo los recortes, ha sido también la gestión general de la crisis, tanto antes de revelarse como tal como después, la que ha arrastrado a todo el PSOE a la senda del desastre electoral. Se ha dado una imagen de incompetencia y de incapacidad abrumadoras, tanto que ha sido imposible de ignorar por los menos anclados a la servidumbre política. Los responsables del movimiento #15M están pasando de puntillas por todo ello, y esa es una mala manera de ganarse credibilidad.

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