lunes, 10 de octubre de 2011

La fiesta de los toros y su desprecio por la vida humana

Hace poco publiqué una entrada sobre la fiesta de los toros en la que aludí a un concepto poco manejado por quienes desean blandir argumentos frente al lobby taurino. La reciente y "escalofriante" (pese a lo cual no dejan de emitirla) cogida del diestro Juan José Padilla, el cual sufrirá secuelas de por vida en su rostro, me lleva a rescatar ese argumento y desarrollarlo un poco más.

Lo que venía a decir es que el mundo taurino asume como inevitables hechos como el sucedido en Zaragoza, así como cualquier otro en el que el torero sufra daño o incluso muera. Lo importante, parece ser, es que la fiesta siga su curso, y que el aficionado pueda disfrutar de ella, con independencia del goteo de víctimas humanas que se pueda ir produciendo en su desarrollo. Se dan por buenas y no parece importar que se produzcan, porque bien es cierto que se producen cada cierto tiempo. Quizá ocurre que al no ser algo cotidiano no provoca el impacto emocional suficiente para sacudir conciencias. O tal vez las conciencias están tan abotargadas que se vuelven incapaces de reconocer que el perjuicio por omisión no deja de ser perjuicio.

Hay protaurinos que se quejan de que los antitaurinos humanizan al toro. Es un argumento falaz, ya que lo que se pide, simplemente, es que se suprima la tortura del astado para disfrute de un coro de gañanes. La legislación que penaliza la violencia sobre mascotas no creo que busque humanizar a perros, gatos y otros animales domésticos. Lo mismo pasa con la que protege a especies salvajes con marcado valor ecológico. Son cosas distintas y nada tienen que ver.

Lo que yo digo es que los protaurinos, es evidente, cosifican al toro hasta convertirlo en una masa informe de carne para trinchar, pero, y es lo novedoso del argumento, también al torero. El matador es una pieza más del engranaje taurino, la más valiosa, qué duda cabe, pero sacrificable llegado un momento.

¿Hasta qué punto se valora realmente la vida del torero? ¿Se asume o no, con absoluta normalidad, que puede morir en la plaza sin que ello interfiera en el normal funcionamiento del negocio taurino? ¿Le importa eso al aficionado? Si a un degustador habitual de la tauromaquia le preguntaran si abogaría por la desaparición de su pasatiempo favorito a cambio de la vida de las próximas potenciales víctimas, dado que la muerte de toreros en el ruedo es un hecho estadístico, ¿qué creen ustedes que respondería? En efecto, lo más fácil es no hacerse la pregunta, así evitamos el dilema de tener que elegir entre la vida humana eventual y la diversión habitual.

No se trata de valorar la vida del torero, sino la vida humana en general. Antes o después caerá un diestro empitonado por un morlaco. El mundo del toro llorará, lo lamentará, pero a continuación volverá a programar la siguiente corrida. La estadística nos dice que tardará en ocurrir, pero ocurrirá, ya sea en un ruedo o en un encierro. ¿Son capaces los que defienden estos festejos de enfrentarse al hecho de que su diversión favorita le produce la muerte a personas, y que ellos alimentan esa dinámica? ¿Están facultados siquiera para plantearse algo como esto? ¿Acaso el divertimento de miles justifica pagar el precio de una sola vida, o es que la vida humana no les parece TAN importante?

2 comentarios:

  1. Entiendo lo que quieres decir, intento evitar esa imágenes que por lo visto ponen a todas horas...pero una cosa fundamental del toreo (y razón por la que no me gusta, aunque entiendo que otros lo ven de distinta manera) es el ritual en el que la muerte está presente. Puede que sea una barbaridad, pero es el meollo de la cuestión. Por otro lado, no es un sacrificio involuntario, quien entra a una plaza sabe lo que hay.

    Un saludo :)

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  2. Yo iría aún más lejos, ellos siempre defienden que el torero corre riesgo, que es una lucha entre iguales y de eso se trata, no se si se lo creen pero ¿no puede ser que parte del morbo es precisamente ese? ¿qué el torero corre ese peligro?
    En la carretera cuando hay un accidente, el atasco no lo causa el propio accidente sino la gente intentando ver la sangre.
    Cuánto morbo no causará a quien disfruta viendo como se va torturando hasta la muerte a un animal noble, la posibilidad de ver una cogida en directo.

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