Una teoría, aunque sea de la conspiración, no puede plantear aún más dudas de las que intenta resolver. La del 11-M está inmersa en una espiral sin fin más propia de dementes que de personas en sus cabales y la depravación moral en el seno conspi no parece atisbar límites. Hay que lamentar la existencia de despojos humanos que aún intentan lucrarse con el 11-M hasta el extremo de apostar a calzón quitado por la inocencia del asesino Jamal Zougam, en un comportamiento análogo al de la izquierda abertzale radical con ETA. Gente así representa la hez de la tierra, un excremento infecto en plena putrefacción, una gangrena que intenta infructuosamente extenderse por toda la sociedad.
¿Qué sigue alimentando la teoría conspirativa ocho años después de los atentados? El gran problema de los medios conspiranoicos, lo que de verdad les impide abrazar la lógica, la razón, el sentido común y rendirse ante la evidencia de las pruebas es lo que a efectos de imagen pública les comportaría retractarse ahora.
Después de años de estar sembrando el clima social de insidias y embustes; de obscenas persecuciones mediaticas y judiciales a ciudadanos inocentes como el ex jefe TEDAX Juan Jesús Sánchez Manzano y su compañera perito, los policías del caso del ácido bórico o el comisario Rodolfo Ruiz, cuya esposa se suicidó incapaz de soportar la catarata de infamias y calumnias dirigidas a su marido; de aberrantes campañas de acoso y derribo a funcionarios públicos como el juez instructor Juan Del Olmo, la fiscal Olga Sánchez o el propio presidente del tribunal que dictó sentencia, Javier Gómez Bermúdez; de señalar tácita o explícitamente a un sinnúmero de personas honradas, desde el portero de Alcalá de Henares que denunció la furgoneta Renault Kangoo hasta el gruista que la transportó a Canillas, pasando por la cajera del Carrefour de Avilés que reconoció a El Chino o las testigos rumanas que identificaron a Zougam, como cómplices del peor atentado terrorista nunca perpetrado en suelo español. Lo que les impide, digo, desdecirse y admitir que jamás estuvieron en lo cierto es el descomunal descrédito que les iba a suponer.
Un medio de comunicación, y menos en mitad de la crisis de la prensa derivada de la crisis global que sufrimos, no se recupera de un golpe así. El Mundo no volvería a a ser para prácticamente nadie un medio capaz de transmitir veracidad en ninguna de sus informaciones. Y para Libertad Digital sería su tumba, salvo quizá para un pequeño reducto de ultras enloquecidos completamente al margen del mundo real. Ninguno de estos medios (Intereconomía se ha apuntado al carro recientemente pero sus artículos al respecto son tan disparatados que solo producen risa) se arriesgará a dejar de ser el Gara del terrorismo islamista, ya que está en juego su propia supervivencia. Solo la huída hacia adelante puede salvarles el negocio, aun a costa de entregarse por completo a una devastadora ruina moral.
¿Qué sigue alimentando la teoría conspirativa ocho años después de los atentados? El gran problema de los medios conspiranoicos, lo que de verdad les impide abrazar la lógica, la razón, el sentido común y rendirse ante la evidencia de las pruebas es lo que a efectos de imagen pública les comportaría retractarse ahora.
Después de años de estar sembrando el clima social de insidias y embustes; de obscenas persecuciones mediaticas y judiciales a ciudadanos inocentes como el ex jefe TEDAX Juan Jesús Sánchez Manzano y su compañera perito, los policías del caso del ácido bórico o el comisario Rodolfo Ruiz, cuya esposa se suicidó incapaz de soportar la catarata de infamias y calumnias dirigidas a su marido; de aberrantes campañas de acoso y derribo a funcionarios públicos como el juez instructor Juan Del Olmo, la fiscal Olga Sánchez o el propio presidente del tribunal que dictó sentencia, Javier Gómez Bermúdez; de señalar tácita o explícitamente a un sinnúmero de personas honradas, desde el portero de Alcalá de Henares que denunció la furgoneta Renault Kangoo hasta el gruista que la transportó a Canillas, pasando por la cajera del Carrefour de Avilés que reconoció a El Chino o las testigos rumanas que identificaron a Zougam, como cómplices del peor atentado terrorista nunca perpetrado en suelo español. Lo que les impide, digo, desdecirse y admitir que jamás estuvieron en lo cierto es el descomunal descrédito que les iba a suponer.
Un medio de comunicación, y menos en mitad de la crisis de la prensa derivada de la crisis global que sufrimos, no se recupera de un golpe así. El Mundo no volvería a a ser para prácticamente nadie un medio capaz de transmitir veracidad en ninguna de sus informaciones. Y para Libertad Digital sería su tumba, salvo quizá para un pequeño reducto de ultras enloquecidos completamente al margen del mundo real. Ninguno de estos medios (Intereconomía se ha apuntado al carro recientemente pero sus artículos al respecto son tan disparatados que solo producen risa) se arriesgará a dejar de ser el Gara del terrorismo islamista, ya que está en juego su propia supervivencia. Solo la huída hacia adelante puede salvarles el negocio, aun a costa de entregarse por completo a una devastadora ruina moral.
Es un buen planteamiento. Lo cierto es que no pueden dar marcha atrás, pero cuanto más tiempo insistan, sin rectificar, peor para ellos. es un buen momento para airear todas aquellas barbaridades que publicaron y las tonterias que siguen publicando. Cada vez más gente los ve como los payasos del circo que ellos mismos montaron.
ResponderEliminarpues lo que no es de sentido común es tragarse la versión oficial sabiendo las irregularidades que hubo a la hora de deshacerse de las pruebas y el silencio de todos los medios.Mira,he estado viendo tu blog y dices verdades y me encanta,pero con esto discrepo,y el moro ese que mencionas junto con otros no eran más que simples chorizos.Tal y como sucedió en el wtc de new York en 2001 unas de las farsas más grandes de la historia.Saludos
ResponderEliminarEsa es una realidad alternativa que solo está en tu cabeza, perdona que te diga.
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