Tras los resultados de las pasadas elecciones generales, lo que se viene cociendo en el Partido Popular respecto a su hasta ahora ¿líder? aún no ha devenido en un resultado que aclare las dudas. Mariano Rajoy ha declarado que se presentará a la reelección en el próximo congreso de su partido, y Esperanza Aguirre, su máxima rival para ocupar el cargo según impresión generalizada, ha respondido que ella no le disputará la presidencia del PP. Es decir, en principio todo va a seguir igual en el partido de la calle Génova, pese a que, en mi opinión, mantener a una cúpula dirigente que no ha hecho sino amontonar descalabros desde su llegada a la jefatura del partido es la peor decisión que podían tomar.
Vamos a darle un repaso al currículum que presenta Mariano Rajoy desde que es presidente del Partido Popular para conocer si su decisión de aferrarse al cargo está justificada por los buenos resultados de su gestión:
- 2004. Con él designado por Aznar como candidato, el PP pierde unas elecciones desde una posición de mayoría absoluta, algo inédito en nuestra democracia. No hay que desdeñar las especiales circunstancias que rodearon aquel 14 de marzo, pero no por ello deja de ser una derrota que, a la vista de los resultados de hace cuatro días, fue más concluyente de lo que se nos quiso vender.
- 2005. Bajo su liderazgo nacional, el PP pierde la presidencia de la Xunta de Galicia a manos de PSOE gallego y el Bloque Nacionalista Gallego, tras 15 años de hegemonía popular.
- 2005. Bajo su liderazgo, el PP pierde cuatro escaños en las elecciones autonómicas vascas y es desbancado por los socialistas como segunda fuerza más votada en Euskadi.
- 2006. Bajo su liderazgo, el PP pierde un escaño en las elecciones catalanas y continúa en una irrelevante cuarta posición en la relación de fuerzas políticas catalanas.
- 2007. Bajo su liderazgo, se produce su primer éxito en las elecciones municipales al conseguir superar al PSOE en la suma global de votos. Pero es un éxito a medias ya que los socialistas logran aumentar su poder en numerosos ayuntamientos merced a pactos de gobierno que el PP, debido a sus posiciones intransigentes, se ve incapaz de formar.
- 2008. Tras una legislatura de oposición brutal, trufada de acusaciones que muchas veces sobrepasaban el límite de la decencia y la moral, Rajoy es de nuevo derrotado en las urnas por Zapatero. Se da la circunstancia de que es la primera vez en nuestra democracia que quien gana las elecciones autonómicas en votos totales luego no gana las generales.
Todo lo anterior sólo está referido a los procesos electorales que hemos sufrido en los pasados cuatro años. Porque Rajoy puede apuntarse más éxitos bajo mandato como líder de la oposición, tales como la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el 11-M o el pronunciamiento favorable del Tribunal Constitucional sobre la Ley de Igualdad. En el primer caso, Rajoy no hizo nunca el menor movimiento para atajar los apoyos tácitos que desde su partido se mostraban hacia la teoría conspirativa, especulación que a la luz de la sentencia ha quedado a la altura de la defendida por el colectivo “Elvis vive” y con algunos de sus promotores visitando frecuentemente el juzgado. En el segundo, su partido presentó un recurso de inconstitucionalidad que fue tumbado hace un par de meses. Veremos que pasa en los próximos meses con los recursos planteados al estatuto catalán y a la ley del matrimonio homosexual.
Volviendo a la actualidad, dice Mariano que el aumento de votos y escaños experimentado por su formación política avala su pretensión de repetir como candidato popular dentro de cuatro años. En Génova tratan de consolarse (y consolar a sus hooligans) menospreciando el voto que ha dado la victoria a Zapatero y alabando el centrismo que ha propiciado su incremento electoral. Alude Rajoy a las dos derrotas electorales que sufrieron Felipe González y José María Aznar para justificar su decisión, pero el argumento ofende la inteligencia. Ni González ni Aznar venían de gobernar con matoría absoluta sino de la oposición. Es una diferencia sustancial que marca la distancia que hay entre perder sin haber evidenciado competencia (o incompetencia) en la acción de gobierno y perder habiéndola demostrado. Ignorarla no habla bien ni de la destreza de análisis ni de la capacidad de autocrítica de quien pretende de nuevo ser candidato a presidir esa España que tanto dice preocuparle.
Sobre la subida del número de votos, sería un buen argumento si el techo del PP fuera ese, ascender con cada nuevas elecciones y quedarse ahí. Pero su objetivo es gobernar, y si el rival eleva su listón electoral aún más ya no hay argumento que valga. En unos comicios gubernamentales o ganas o pierdes, y más cuando te has empleado tan a fondo que has sobrepasado líneas clave de lo que podemos considerar decencia política.
Lo del PP es una derrota en toda regla, y los paños calientes no sirven más que para enmascarar ante su hinchada un nuevo fiasco, el triste remate de ese rosario de fracasos que atesora Mariano Rajoy.
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