La crisis interna que viene sufriendo el Partido Popular desde que perdió las pasadas elecciones generales comienza a dejar entrever algún que otro movimiento con vistas a zanjar el estado convulso en el que se encuentra sumido. El último ha sido el anuncio hecho por el todavía presidente del partido, Rajoy Brey, de situar al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, en una posición relevante en el órgano directivo de la formación conservadora. Es decir, que el regidor madrileño ha pasado de ver truncada su petición de ser diputado en el Parlamento nacional, con el agravante de saber que otros alcaldes populares ejercen esa doble labor sin que Génova ponga objeciones, y de contemplar incluso el abandono de la política debido a éste rechazo, ha pasado, digo, a formar parte del equipo que acompañará a Rajoy durante la legislatura. O al menos hasta que el todavía ¿líder? permanezca en el puesto.
Éste reajuste de piezas no puede ser otra cosa que una respuesta a los sucesivos embates que Mariano está soportando desde el ala más montaraz de su partido. Después de desprenderse de Eduardo Zaplana, de Ángel Acebes, de aguantar las continuas acometidas de Esperanza Aguirre y de ver cómo María San Gil y el exfuncionario de prisiones Ortega Lara extienden la crisis al País Vasco, sabe que lo suyo ya no tiene marcha atrás, que éste enésimo giro al centro (¿desde qué posiciones está realizando éste giro?) ya sólo puede ir hacia adelante, porque recular ahora le iba a despojar de la poca credibilidad que aún le queda.
Rajoy cuenta con el apoyo del histórico Manuel Fraga pero no parece que su antiguo valedor, José María Aznar, esté contento con sus últimas decisiones. La cuestión es que el desgaste que está sufriendo Rajoy tiene, por fuerza, que pasarle factura de cara a los tensos debates parlamentarios que a buen seguro nos esperan en el Congreso. Interpreto, y es una interpretación muy libre, que el actual presidente del PP ya tiene decidido su papel en ésta legislatura, y es el de, utilizando la terminología ciclista, hacer de lanzador del esprinter, que es quien en última instancia aspira a ganar la etapa. Y éste no es otro que Ruiz Gallardón.
Hay que reconocerle al alcalde de Madrid más paciencia que al santo Job, pero también unas tragaderas que no son normales. Es un hombre ambicioso que da la impresión de estar dispuesto a soportar lo que haga falta para no perder el sitio que le permita una mínima esperanza de alcanzar sus objetivos. Ha tenido encontronazos con Esperanza Aguirre a cuentas del metro, de Ifema, de la presidencia regional del partido y por su presencia en las listas al parlamento nacional en las últimas elecciones. Además, ya no son inhabituales los abucheos dirigidos a su persona desde sectores hostiles en actor organizados por el PP. Tiene, por tanto, motivos para no sentirse, al menos, completamente cómodo en el Partido Popular.
Gallardón es un hombre de talante moderado y dialogante, culto y educado, con sentido del humor y buen comunicador, pero como gestor es un auténtico peligro. Ha convertido al ayuntamiento de Madrid en el más endeudado de España con sus megaproyectos de obra pública, los cuales han provocado un sinnúmero de problemas a miles de madrileños al haberse acometido varios de ellos en una sola legislatura. Uno se echa a temblar pensando en que éste señor pudiera tener libre acceso a la caja de dinero estatal.
Que el primer edil madrileño tenga el aguante que demuestra pese a las numerosas zancadillas y ninguneos sufridos, frente a los cuales su solidez en las urnas no parece tener peso alguno, no habla muy bien de su amor propio. Más bien trasmite la imagen del trepa dispuesto a soportar pacientemente toda clase de humillaciones mientras espera su momento, agazapado, y sabedor de ser un baluarte electoral del que su partido no puede permitirse prescindir. Rajoy parece haber entendido el mensaje: el PP necesita del electorado que puede arrastrar Gallardón, porque el atraído por Aguirre ya es votante incondicional, y el acalde madrileño tiene buena prensa entre el voto de centro-izquierda, susceptible de sentirse defraudado por el gobierno socialista.
Pero ésta resolución final se ha de cobrar víctimas, y pienso (y no es más que una sospecha personal que puede peectamente no confirmarse) que Rajoy tiene ya asumido que él será el principal sacrificado. Es posible que la fractura que sus decisiones está provocando entre el sector ultramontano y el sector moderado termine de forma más dramática de lo previsto, con una escisión o un éxodo masivo de votantes al partido de Rosa Díez, pero no lo veo muy probable.
Rajoy ha pasado de encabezar lo más rancio del PP a enarbolar la bandera del cambio y la renovación. Que él comande semejante trasformación no es creíble y no puede serlo, por eso necesita a alguien que sí encaje en el nuevo dibujo que la formación conservadora quiere ofrecer a la ciudadanía. Por eso necesita a Gallardón. Y éste no va a desaprovechar la oportunidad que lleva tanto tiempo esperando y por la que ha tragado tantos sapos y culebras.
Interesante análisis, amigo Flashman. Es muy probable que Rajoy, quien tonto no es, sepa que ya está quemado.
ResponderEliminarDiscrepo, sin embargo, en algún punto básico:
–Coincido contigo en que Gallardón es un tío muuuuy ambicioso, incluso demasiado, pero me parece legítimo que resista todas las embestidas (es más, considero CRUCIAL que llegue hasta el final en su juicio contra Jiménez Losantos, ya próximo). [De momento, las cualidades de “trepa” quien sí las está evidenciando es Amenaza Aguirre, y por extensión, todo el sector que la avala.]
–La Derechosa (el sector duro interno y externo al PP) NO tolerará JAMÁS el paso al frente de Gallardón, así que eso llevaría inevitablemente o a la definitiva defenestración del alcalde, o a la escisión del partido.
–Estoy convencido de que, por desgracia, será la Derechosa la que acabe imponiendo su ley, habida cuenta de los poderes que la avalan.
(Algo más sobre todo ello explico en los dos artículos que llevo dedicados a esta serie en mi blog).
Un cordial saludo.
De acuerdo en lo del juicio, pero ahí estuvo en su sitio. Cuando no me parece que está en su sitio es cuando en su partido predomina un sensibilidad contrapuesta a la suya, incluidos los desencuentros que he relatado en el post, y él continúa dentro, recibiendo toda clase de palos. Alguien así puede transmitir una falta amor propio e incluso de dignidad, que en un líder político que aspira a la presidencia no es muy de alabar, sobre todo pensando en que pueda reproducir esa actitud teniendo enfrente a otros líderes europeos con los que tendría que negociar numerosas cuestiones.
ResponderEliminarA la derechosa, en mi opinión, por encima de hacer prevalecer sus principios le puede más algo más: el poder. Y si tiene que claudicar y dejar paso a Gallardón porque es quien mayor tirón electoral tiene, creo que lo hará. Luego ya se las intentaría apañar para que el PP hiciera la política que más le conviniera. Además, un Gallardetas líder de la oposición tampoco se podría permitir un modelo de ruptura total con el pasado, eso si que fracturaría por completo el partido.
Hummmm... ¿Gallardón Presidente en 2012? Entonces, en 2016 se inaugurarían los túneles Cádiz-Ceuta , Almería-Melilla y Valencia - Ibiza. Para 2020, el Huelva - Tenerife con bypass a Las Palmas.
ResponderEliminarFlashman, no creo que la Derechosa se rinda jamás a Gallardón... salvo que éste se rinda primero a ella. (Recordemos quién está detrás de ésta...).
ResponderEliminarUn cordial saludo.