Legislar sobre el aborto
En ésta bitácora ya escribí sobre lo que me parece una alternativa razonable al aborto, pero no era en ningún caso una forma radical de fijar una postura en contra a la interrupción voluntaria del embarazo. Mirar para otro lado no es la solución, y legislar para que haya una regulación de este tipo de prácticas quizá sea lo menos malo. No se trata de estar a favor o en contra de interrumpir el normal crecimiento de un embrión hasta dar lugar a un bebé, proceso que puede no fructificar de forma netamente natural, sino de si estamos o no por la labor de buscar fórmulas para que, sabiendo que se van a producir abortos, éstos se produzcan en las mejores condiciones higienico-sanitarias reduciendo en lo posible el peligro para las madres. En cierto sentido, una legislación al respecto viene a ser como la tarea desarrollada en las narcosalas con los drogodependientes: se les ayuda en un consumo sin riesgos anejos mientras se les asesora sobre cómo abandonar su adicción.
Veo mucha hipocresía y cinismo en algunas posturas antiabortistas. Dan muchas veces la impresión de perseguir que el tema del aborto sea invisible, que no haya consciencia de él -como si conocerlo les contaminara y hiciera partícipes- y apartar la vista de manera que parezca la problemática deja de existir, aunque bajo cuerda se siga produciendo. Quieren frenar y revocar cualquier legislación sobre el particular, pero ¿acabará con los arriesgados abortos caseros o en clínicas clandestinas? ¿Cual es su posición al respecto? Se desconoce. Lo que no se sabe no existe, esa parece ser la filosofía que en muchos casos les mueve.
Conocida fue la estampa de jóvenes españolas viajando a Londres durante el franquismo, como única solución al oprobio y condena social al que se veían abocadas por quedarse encinta en circunstancias poco cristianas. Habría mucho que hablar sobre cómo la moral católica ha sometido en España a la mujer durante siglos, y su responsabilidad a la hora de empujar a muchas mujeres hacia salidas discordantes con dicha moral, pero no quiero perderme en discusiones anexas. El problema ha existido durante décadas, y se reproducirá si desde las leyes no se facilitan mecanismos para evitarlo. Lo mismo podemos decir de las prácticas clandestinas.
Hablan los antiabortistas que se mata a un ser humano. De eso no hay duda, el embrión humano es de indudable origen... humano. Otra cosa es si es persona. Se me antoja difícil imaginar una legislación occidental donde embriones y personas ya nacidas sean titulares de idénticos derechos jurídicos. La española desde luego no es una de ellas como así reza la sentencia 53/85 del Tribunal Constitucional. En ella se dice que en caso de colisión de derechos prevalecen los de la persona nacida (fundamentos jurídicos, 11) y que, si bien habla del feto como un bien jurídico protegido por el artículo 15 de la Constitución (fundamentos jurídicos, 7), no puede afirmarse que sea titular del derecho fundamental (fundamentos jurídicos, 6).
Esto en cuanto al aborto en términos generales; sobre la reforma planteada por el Gobierno pienso que, al igual que los padres tienen deberes para con sus hijos, éstos también han de tenerlos hacia sus padres. Una joven, al menos debería tener que comunicar a sus padres algo tan trascendente como un aborto ya que hablamos de personas no emancipadas. No creo que los menores por ser menores sólo tengan derechos y ningún deber. Si un padre está obligado a la manutención, escolarización y cuidado de sus hijos menores de edad éstos también deberían tener ciertas obligaciones para con sus padres. Pienso que someterse a un aborto es algo lo suficientemente trascendente como para tenerles en cuenta.
Otro aspecto del proyecto de reforma de la ley que también cuestiono es poder llegar a las 22 semanas para abortar. Me parece mucho, antes ya una mujer debería poder decidir si quiere o no quiere tener a su hijo. Doce semanas me parece un límite más que razonable.
El embarazo como molestia
Concluyo con una alusión crítica esta vez hacia los abortistas. Hablan de la libertad de elección de la madre, de su derecho a disponer del propio cuerpo y a no sufrir presiones a la hora de decidir; también de que no se está acabando con una vida propiamente dicha. Yo percibo otro motivo, bastante más material: interrumpir un embarazo ahorra contratiempos y preocupaciones que, además, no han sido buscados, al menos no directamente, lo que a sus ojos les carga de razones. Hablar de solución egoísta puede depender del carácter que se le otorgue al feto: persona o no persona. Pensar que sólo es un amasijo de células libra a los padres de problemas de conciencia para interrumpir el embarazo con total tranquilidad. Para librarse del feto sin complejos no hay como despojarle de todo rasgo que les emparente con humanos ya nacidos.
Insisto en que para mí un embrión no es una persona, pero creo legítima una reflexión acerca de si quienes deciden abortar han pensado y razonado sobre ello, actuando después en consecuencia, o sólo se conducen por razones meramente utilitaristas.
Lo cierto es que el tema del aborto es muy espinoso, y por muy concienciado que esté uno con los derechos de la mujer y por muy progresista que sea la visión que uno tiene de la sexualidad, cuando ves la primera ecografía de tu primer hijo, algo te cambia por dentro.
ResponderEliminarQuizás el mayor problema esté en delimitar la frontera entre un embrión y un feto. Un embrión no puede considerarse una persona, del mismo modo que una bellota no es una encina (por usar la comparación típica), mientras que un feto ya debería tener cierta consideración superior. ¿Dónde está esa frontera? Pues dudo que ni los médicos se pongan de acuerdo. 12 semanas parece razonable, 22 se me antoja una barbaridad.
En cuanto a la edad de la madre y el consentimiento paterno, creo que los antiabortistas están jugando una baza terriblemente hipócrita, llamando "niñas" a quienes ya no lo son, negándoles así la posibilidad de hacer una elección madura, pero pidiéndoles a su vez que asuman unas responsabilidades muy alejadas de la niñez.
Lo cierto es que los humanos no nos hacemos adultos de golpe al cumplir 18, sino que es un proceso gradual. Por eso, las leyes así lo regulan, de modo que se nos van concediendo más y más derechos y asignando más y más deberes según cumplimos 14, 16 y 18 años. Podemos discutir si es razonable que se puedan tener relaciones consentidas a los 14 o a los 16, o que se pueda conducir una moto a los 16 o a los 18, pero en algún punto hay que poner la frontera. En el caso de las intervenciones quirúrgicas, alguien (con mejor o peor criterio) puso el límite en los 16 años. Lo que hace la nueva ley del aborto es regularizar esta intervención al mismo nivel que las demás.
Ahora bien, el hecho de que una chica (no "niña") de 16 años pueda abortar sin permiso paterno, en mi opinión apunta a proteger a la menor. Me explico: en una familia donde impera el diálogo entre padres e hijos, no me cabe duda de que una chica en esta situación pedirá la ayuda de sus padres. Pero si una chica tiene que abortar de espaldas a ellos es que algo chungo pasa en su familia, con lo que la ley la protege.
Ojo, que tal vez dentro de unos años me la tenga que envainar cuando mis hijas sean adolescentes, pero sinceramente creo que no será así.
En cualquier caso, coincido contigo en que lo importante de esta ley es que regula un asunto que existía aunque muchos no quisieran verlo, y que protege tanto a las madres como a los médicos de una criminalización absurda e hipócrita (no hay más que ver el asunto de la clínica Isadora). Así pues, espero que esta ley siga adelante, que le hagan los cambios necesarios para que logre el mayor consenso posible (y si tiene que ser sin el PP, pues que sea) y que finalmente podamos equipararnos en este asunto al resto de Europa sin la injerencia de la jerarquía católica.
Retomando este tema, échale un ojo a este artículo, que explica cien veces mejor que yo lo que quería decir en mi segundo párrafo:
ResponderEliminarhttp://www.sindioses.org/sociedad/aborto.html#
Fantástico artículo, OsQar. Lo guardo para futuras discusiones con antiabortistas.
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