martes, 2 de agosto de 2011

El multiculturalismo no funciona si se entromete la religión

El multiculturalismo a priori parecía una buena idea, pero no ha terminado siendo esa panacea que, a pesar de los esfuerzos, las buenas intenciones de sus valedores anunciaban. En primera instancia, para intentar echar un capote a ese mestizaje cultural que parecía traer toda clase de parabienes, se me ocurrió pensar en la emigración española durante el franquismo, tanto la que huyó a Europa como la que eligió Sudamérica, pero no podemos establecer grandes comparaciones. Las similitudes culturales e idiomáticas eran evidentes en el caso de Argentina o Chile, mientras que los emigrados a Suiza o Alemania, o acababan volviendo o eran completamente asimilados por la cultura autóctona. Muchos españoles hemos sabido de parientes u oído hablar de conocidos que hicieron las Europas y nunca retornaron; del "tío de Alemania" que ya no vuelve a su pueblo más que de veraneo. Esto no ocurre con la inmigración musulmana, porque ahí existe una barrera difícilmente franqueable: la religión.
El español que, en el contexto citado, emigraba a Alemania podía comprobar, nada más bajar del tren o del avión, las diferencias existentes entre lo que dejaba atrás y lo que se desplegaba a su alrededor; la brecha existente entre un país inmerso en el subdesarrollo y los avances de un mundo moderno hasta ese momento desconocido. Podía hacer una valoración justa y ponderada de lo que hasta ese instante había sido su entorno una vez abría los ojos al mundo exterior. Los había que, presos de sus lazos culturales, anhelaban el regreso, mientras que otros se dejaban seducir y quedaban inmersos en la idiosincrasia local. Lo que no hacía ninguno, al menos que yo sepa, era intentar reproducir en su rincón de acogida las condiciones que habían convertido a su país de origen en un lugar del que salir escopetado.

En Europa no existe la percepción de que la inmigración musulmana esté atravesando alguno de los estadios descritos en los dos anteriores párrafos. Muy al contrario, cuando se produce una concentración importante de inmigrantes a los que une una característica común, que en este caso es la religión, el Islam, comienza a extenderse un propósito: hacerse escuchar, conseguir el reconocimiento de una serie de derechos, como colectivo con unas necesidades muy particulares, y que las autoridades lleguen incluso a legislar de acuerdo a su "hecho diferencial". El problema es que, dentro de ese conjunto de reclamaciones, que muchas pueden ser justas y defendibles, entran las relativas al respeto a sus creencias, y a los hábitos derivados  de ellas.

Antes de continuar hay que admitir una cosa: es normal que en una situación donde eres una anomalía te reúnas con los que son más semejantes a tí en busca del calor y la cercanía que no encuentras cuando aterrizas a un entorno nuevo, extraño y a veces hostil. Es algo que ocurría también con los emigrantes españoles. La problemática surge cuando se importan unas costumbres que no es que sean chocantes con respecto a las imperantes en el lugar de acogida (también lo son, por ejemplo algunas de las que trae la comunidad ecuatoriana, sin que aparentemente levanten tantas ampollas) sino que entran en conflicto con las normas de convivencia vigentes e incluso con las propias leyes. Ello conduce a la formación de guetos donde, precisamente, la diversidad cultural brilla por su ausencia.
No digo que ocurra en todos los casos, pero sí que es algo que podemos considerar bastante frecuente. No soy partidario de demonizar a comunidades enteras, ni de cargar contra los inmigrantes desde una óptica etnicista o clasista, algo muy común y sobre lo que ya he escrito anteriormente. Pero no por ello tengo que apartar la vista de lo que veo que ocurre y de los problemas surgidos de situaciones nuevas. La solución no es dejarlo correr, mirar para otro lado y esperar que las cosas se enderecen solas. Si se le da cauce a lo que solo tiene a la religión como soporte fundamental, antes o después tendremos sobre la mesa demandas incumplibles desde el punto de vista moral o incluso penal, pero que tendrán quien las quiera satisfacer en aras tanto de ese multiculturalismo como de los derechos adquiridos conquistados hasta ese momento.
La polémica con los inmigrantes procedentes de países musulmanes proviene de la religión que profesan, o más que eso, de las costumbres que lleva aparejadas. En sus países de origen la religión ha jugado un papel crucial en paralizar el avance de sus sociedades, estancándolas hasta el punto de institucionalizar prácticas propias de la Europa medieval. Ello, junto con las condiciones económicas subyacentes, es percibido por sus habitantes como algo que no es deseable para sí mismos y sus familias, por lo que deciden emigrar. No tiene sentido que en países donde el libre pensamiento ya arrinconó al fundamentalismo religioso a un lugar institucionalmente poco relevante (aunque habría mucho que matizar aquí) se permita de nuevo la penetración de la irracionalidad bajo el paraguas de multiculturalismo.

Es algo complicado, no para todos funciona la misma fórmula, pero sí se hace evidente la necesidad de fórmulas. La mía es simple: laicismo institucional y supresión de todo privilegio y atención estatal a cualquier confesión religiosa. Sometimiento a las leyes sin excepción y sin objeciones. No podemos consagrar en la Constitución la no discriminación por motivos religiosos, mantener las prerrogativas de la Iglesia Católica y no esperar que los representantes del Islam en España demanden el mismo trato.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo en la necesidad del laicismo para evitar abusos (pseudo)multiculturales.

    Pero, ojo, que el multiculturalismo funcionaba (en Londres, Nueva York, capitales del cosmopolitismo occidental) hasta el 11-S y la islamofobia que desató. Aparte de choques en parte inevitables y relativamente menores, la convivencia era pacífica en general. Todo se enrareció después...

    Y entonces, con el paso de los años, los responsables del nuevo mundo basado en el terror (“Guerra contra el Terror”, lo llamaron ellos) decretaron el fracaso del multiculturalismo. Cameron hace unos meses, sin ir más lejos. El mismo que junto a Sarkozy abandera la toma de Libia (paradójicamente, con muchos islamistas alqaédicos en las filas “rebeldes”).

    Qué casualidad...

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