viernes, 29 de febrero de 2008

Los "untados" de la derecha

Me entero a través del foro La Política que un grupo de periodistas ha firmado un manifiesto a favor del “cambio político” en España con vistas a las próximas elecciones generales del 9 de marzo. Hasta aquí nada que objetar, cada uno es libre de adscribirse a la tendencia que estime conveniente sin tener que dar mayor explicación por ello. Son los motivos blandidos los que me llevan a realizar un fisking de los mejores momentos de éste manifiesto que han firmado un buen número de profesionales del sector más conservador de la profesión, algunos de los cuales estuvieron a sueldo de los medios públicos cuando gobernada el PP.

Creemos que la democracia se fortalece a través del diálogo y del disenso, no mediante la imposición de la mayoría sobre el resto de la sociedad.


Me parece muy bien, pero ocurre que algunos de los firmantes vivieron muy cómodamente y sin asomo de queja mientras esa mayoría la comandaba José María Aznar. Será que para algunos de ellos los principios sólo asoman cuando un correligionario deja de ser el que manda.

Cuando desde el poder se busca el conflicto con la otra parte, se pervierte la esencia de la democracia y los principios sobre los que la levantaron los padres del liberalismo moderno. La confrontación es el mayor enemigo de la libertad, porque termina anulando la voluntad de los ciudadanos y su capacidad de elección en condiciones de igualdad. La confrontación es el germen del inmovilismo y actúa como elemento paralizador del avance social, el progreso y el desarrollo.


De aquí se extrae que esa confrontación a la que aluden no existió durante el pasado mandato popular, ese de las manifestaciones millonarias por la guerra de Irak, del decretazo, TVE condenada por la justicia... En cambio, desde que Zapatero es presidente la hecatombe no parece tener fin y el principal partido de la oposición es una hermandad de pacíficas monjas.

Por eso reclamamos la vuelta al espíritu de consenso sobre el que se edificó la Transición, así como la recuperación de las reglas del juego democrático que establecieron los cauces por lo que hasta ahora han discurrido tanto los acuerdos como los desacuerdos.


Sofisma del tamaño de Júpiter. Las reglas que citan no se han transgredido más que por quienes han intentado deslegitimar un gobierno democráticamente elegido, hasta el punto de sobrepasar la línea que separa la crítica firme de la calumnia, y han cuestionado los pilares mismos del Estado de Derecho cada vez que sus postulados no se veían refrendados por decisiones judiciales.

Creemos en el pluralismo político y en el profundo respeto a la diversidad de ideas y opiniones como cimiento mismo de la democracia, y por esa razón rechazamos cualquier acuerdo dirigido a la exclusión de una parte.


Esto es en clara alusión al pacto de Tinell, hoy extinto. En efecto, ese pacto no fue afortunado en modo alguno a efectos de talante democrático, al igual que tampoco lo es que la formación política que el manifiesto apoya tácitamente satanice a todo aquel que ose discrepar de la línea que ellos marcan, hasta el extremo de vincularlo con el terrorismo.

Cuando se quiere construir el futuro sobre la base de la exclusión, se fomenta el odio y se vicia la convivencia pero, sobre todo, se alimenta el totalitarismo y se desvirtúa el fin último de la democracia, que es la libertad.


Aquí nadie (salvo ETA) intenta fundamentar el futuro sobre la exclusión. Si se refieren a los nacionalismos, no tienen mi simpatía pero si defiendo su derecho a preservar sus posturas y ejecutar políticas en consecuencia si éstas están avaladas por los votantes. Nuevo sofisma de un manifiesto que se está revelando bastante maniqueo y embaucador. Justo lo que busca denunciar.

Nuestra democracia refleja graves carencias que afectan directamente a los espacios de libertad: la personificación del poder, la burocratización de la maquinaria estatal, la tendencia del parlamento a no ser más que ostentador simbólico de la mayoría,


Cosas que tampoco ocurrían durante la mayoría absoluta de Aznar, por lo visto.

la renuncia a las reformas necesarias para avanzar en el desarrollo económico,

Pues las cifras cantan justo en contra de ésto. Y yo pensando que éste manifiesto estaba sostenido sobre hechos objetivos. Tonto de mí.

el empeño en manipular a los electores a traves de los medios públicos de comunicación, el control de la Justicia y la dependencia de los organismos de regulación y de las instituciones...

Y esto lo dicen periodistas que escriben, entre otros, en medios condenados por la Justicia por delitos de calumnias y/o injurias. Vuelvo a recordar la condena de TVE por manipulación informativa y la censura recibida por la TV pública de parte de la Eurocámara por el tratamiento informativo del 11-M.

Y que ésto lo firme Alfredo Urdaci, un tipo condenado a retirar una edición de su libro de los comercios por las calumnias en él vertidas hacia otro periodista...

Hoy los ciudadanos son testigos de cómo el poder se ejerce de modo arbitrario para imponer una determinada moral social basada en el relativismo, en la religión del todo vale y en la certeza de que el fin justifica los medios.

Una manera de manipular a la gente es establecer una realidad a medida de los propios prejuicios y, después, pontificar sobre ella. Éste párrafo es toda una demostración: contra relativismo, dogma. Y quien diga lo contrario es un miserable.

Frente a eso, abogamos por una sociedad abierta en la que la relación entre el poder y los ciudadanos se entienda en el sentido de que el primero está al servicio de los segundos, y no los ciudadanos al servicio del poder; en la que el Gobierno existe para el pueblo, y no viceversa.


Estamos de acuerdo. El problema surge cuando no se puede demostrar que esto ocurra hoy día. O que no ocurriera hace seis años, por ejemplo, cuando muchos de éstos firmantes navegavan cómodamente instalados al amparo de la mayoría absoluta popular.

Creemos en una nación de ciudadanos libres e iguales, que fue la ambición que motivó a los liberales del XIX y a los padres de la Constitución de Cádiz. Iguales en derechos, e iguales en obligaciones.


Seguro que entre sus principales demandas para el cumplimiento de esa igualdad no se encuentra la supresión del régimen foral navarro, marcadamente privilegiado frente al resto del Estado. Y es que relativizar los privilegios que entran dentro del ámbito territorial dominado por sus correligionarios no entra en sus planes.

La búsqueda de la libertad exigió, en su momento, la apuesta por un estado descentralizado que se configuró en la España autonómica, pero nunca fue objeto de nuestra Constitución la idea de un estado plurinacional. Es necesario el retorno al consenso sobre el modelo de Estado, de tal manera que nunca una Comunidad Autónoma pueda crear agravios comparativos con el resto, consagrando así los principios de igualdad y solidaridad interterritorial que emanan de nuestra Carta Magna y salvaguardando al Estado de las tentaciones soberanistas.


Pasarán cien años y éstos seguirán apelando a los consensos de la transición porque visto está que quien piense que están superados será tildado de totalitario ipso pacto. Tiene bemoles la alusión a los agravios comparativos entre comunidades por quienes respaldan al partido que, bajo otras siglas, gobierna una comunidad con privilegios adquiridos como Navarra, que cedió el 30 % del IRPF a Cataluña tras llamar “pirómano” a Felipe González por ceder el 15% y que negoció el concierto económico vasco que hoy comunidades gobernadas por el PP ponen en entredicho ante la UE.

Voces que se opongan a que un Gobierno acepte negociar con terroristas y ponga concesiones políticas sobre la mesa a cambio de la paz. Voces que defiendan la dignidad de las víctimas y su memoria, y antepongan esa defensa a los intereses partidarios.


Ya tardaba en salir el terrorismo a colación, no lo pueden evitar, es un argumento demasiado rentable para ellos. Y mentir a ese respecto por lo visto es todavía más provechoso. La hipocresía se masca en el ambiente cuando uno recuerda la tregua de 1998.

El próximo 9 de marzo tenemos la oportunidad de volver a recuperar los principios y los valores que sirvieron para hacer política en la Transición.


Qué cosas, estamos viviendo en una dictadura y yo sin enterarme. Me pregunto cual es el adjetivo que éstos señores escogerían para calificar a quien desacredita sistemáticamente políticas alejadas de sus principios por el simple hecho de ser distintas, aunque estén refrendadas por las urnas. Ah, ya se, basta con autoconvencerse que el votante tiene “anulada” su “voluntad” y su “capacidad de elección” y... voilá!, ya disponen de la coartada moral que necesitan. Y nosotros unos nuevos salvapatrias que maldita la falta que nos hacen.

No basta con tener políticos eficaces: necesitamos que sean eficaces y éticos. La eficacia a secas conduce al relativismo moral y a la glorificación de que el fin justifica los medios, y acaba inevitablemente en la exaltación del pensamiento único. Los políticos amorales creen estar por encima de la ley y eso se traduce en un desprecio hacia las reglas esenciales del Estado de Derecho, con el consiguiente retroceso en las libertades individuales y los derechos fundamentales de los ciudadanos.


Me pregunto dónde estaban cuando la ética de José María Aznar le llevó a decir que había armas de destrucción masiva en Irak (odio referirme a Irak pero es que lo ponen a huevo), a apoyar una invasión con un previsible (como así ha ocurrido) desastre humano a efectos de víctimas civiles, a arrimar el ascua a su sardina con el 11-M, a convertir los medios públicos en unos medios de partido como jamás se había visto en España ni con María Antonia Iglesias de directora de TVE.

Supongo que no es que no les guste el pensamiento único, sino que odian que, en caso de haber uno, no sea el suyo.

Los abajo firmantes reclamamos la vuelta a una política basada en la tolerancia, el respeto y el diálogo, y la recuperación de los valores originales de libertad, limitación del poder y salvaguardia de los derechos individuales que hicieron posible la Transición, y fueron el fundamento de uno de los periodos de convivencia pacífica más fructíferos de nuestra Historia.


Me parece perfecto. Lo malo es que lo vuestro huele a panfleto político aderezado con unos cuantos eslogans al uso sobre la libertad, los valores y la concordia que jamás os pareció necesario esgrimir durante el mandato de Aznar. O por lo menos no se les conoce ningún manifiesto reclamándolo. Será que no lo consideraban necesario, justo lo contrario a lo que opinaron la mayoría de los votantes.

Qué pena para ellos. Nos quieren salvar y no les hacemos caso.

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