Es inminente el estreno en nuestras pantallas de una nueva versión made in Hollywood del clásico de la literatura fantástica Soy leyenda. Será ésta la tercera vez que el estupendo relato del norteamericano Richard Matheson es llevado al cine, y por tercera vez la decepción es más que una posibilidad a tener en cuenta.
Soy leyenda, novela publicada en 1954, cuenta el triste devenir de Robert Neville, el aparente único superviviente de una hecatombe bacteriológica que ha convertido al resto de la humanidad en una suerte de vampiros. Neville dedica el día a aprovisionarse y a despachar a todos los aletargados chupasangres que las horas de sol le permiten mientras que las noches transcurren atrincherado en su casa y repeliendo los sistemáticos ataques de que es objeto por parte de sus otrora conciudadanos.
Cuesta referirse al fondo de la historia sin desvelar el final. Baste decir que Matheson dirige sus dardos hacia ese concepto de “normalidad” del que muchos se apropian con el fin de señalar con el dedo a quienes se alejan de los patrones convencionales. La “normalidad”, ser “normal” no es algo necesariamente objetivo sino que depende en gran medida de que sea algo respaldado por una mayoría numerosa, con independencia de que la razón esté de su parte o no. Un paralelismo obvio sería el de la Alemania nazi, donde mucha gente consideraba “normal” declararse afecto al régimen de Adolf Hitler dejando al margen cualquier dilema moral. Es una de las muchas lecturas que se pueden extraer.
Las anteriores adaptaciones que sufrió Soy leyenda no le hicieron justicia. La primera, diez años después de la publicación del libro, fue una producción italiana titulada The last man on Earth (1964), con Vincent Price como protagonista y realizada con cierta precariedad de medios, lo que no impide que hoy día goce de cierto renombre en círculos especializados al ser la versión más ceñida al original y pese a que fue repudiada por el propio Matheson, que también participó en el guión. La segunda y más conocida fue El último hombre...vivo (The Omega man, 1971), con Charlton Heston interpretando a Robert Neville, en la que a pesar de medio respetar el origen de la plaga se sustituía a los vampiros originales por mutantes que achacaban a la ciencia todos los males del mundo. Y no era la única alteración.
La nueva adaptación que nos llega desde La Meca del cine también llega cargada de novedades con respecto al texto de Matheson. Como es habitual en Hollywood, el criterio comercial suele primar sobre el artístico y no importa acribillar un buen original si con ello se aumentan los dividendos. La presencia de un actor a la par solvente (a tenor de sus críticas) y popular como Will Smith puede actuar de reclamo para ese público ávido de cine de usar y tirar que espero sinceramente vea defraudadas sus expectativas. Lo contrario supondría que el original literario ha sido masacrado.
Las obras de Richard Matheson no le son extrañas al cine estadounidense. Uno de sus relatos cortos fue el punto de partida de la meteórica carrera de Steven Spielberg, que debutó con El diablo sobre ruedas (Duel) en 1971. Otras adaptaciones cinematográficas del novelista norteamericano han sido El último escalón (Stir of echoes, 2000) y Más allá de los sueños (What dreams may come, 1998), pero el indiscutible triunvirato de obras, todas ellas llevadas al cine con desigual resultado, que le han consagrado como uno de los mayores talentos del siglo XX dentro del género literario fantástico lo forman El hombre menguante (The shrinking man, 1956), La casa infernal (Hell house, 1971) y Soy Leyenda (I am legend).
La película hasta el momento de su estreno es una incógnita, pero la novela es un valor seguro desde hace cinco décadas. Ante la duda, la librería siempre debería quedar por delante de la sala de proyecciones.